Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Ante la derrota de la humanidad (II)

Decíamos hace varios meses (http://ow.ly/pmzl50FSwSw) que la certeza de los actuales poderes globales con respecto a la vacuna, como solución mágica para enfrentar y superar la actual crisis pandémica, resumía su convicción de que la especie humana puede seguir como hasta ahora ha vivido, convencida de que la naturaleza, con todo lo que en ella habita, es su pertenencia y su objeto.

Desde este prisma la vacuna, con el paso de los meses, quedó transformada en la pócima milagrosa que todo lo cura, a pesar de los interrogantes que su aplicación sigue suscitando por doquier, todo ello porque aún no son vacunas en propiedad sino simples biológicos en proceso de elaboración (ver “El covid, muchos interrogantes”), proceso en el cual la especie humana, por cientos de millones, con su hombro descubierto, está constituida en el ratón de laboratorio para verificar cualidades y potencialidades de todas y cada una de las que están aplicando por aquí y por allá.

En el primero de los editoriales con igual título decíamos que no reparar en el contexto, en lo estructural de la crisis pandémica, es condición fundamental para: 1. Dejar el espacio abierto para que otras de estas crisis, con igual o peor potencia, impacten sobre la sociedad global; y, 2. Perder la oportunidad para que esa misma sociedad advierta con toda propiedad las características fundamentales de un sistema socioeconómico que lleva a su propia especie hacia el precipicio, así como a la naturaleza íntegra.

Pero lo que no alcanzábamos a captar en ese momento era que, en su afán por recuperar la economía global, el capitalismo estuviera dispuesto a todo, incluso a cercenar derechos fundamentales, criminalizar segmentos sociales que no responden a su llamado a vacunarse y ahondar desigualdades, llevando a la sociedad a una polarización entre vacuna sí, vacuna no. No se puede desconocer que la problemática en curso y los retos abiertos para la especie humana, a lo largo de estos meses, son mucho más profundos (ver: “Vacuna covid-19: ¿protección, negocio o violación de derechos?”, “El covid-19 es algo más que el pinchazo”).

La respuesta no se ha dejado esperar y en muchos países la creciente crítica a tales medidas copa calles. Las protestas son satanizadas por algunos medios de comunicación que los reportan como si fueran una estrategia de la derecha para ganar audiencia social, sin percatarse de la pluralidad del rechazo, motivado por convicciones políticas, en unos casos, y en otros por visiones alternas sobre salud, unos más por no compartir el autoritarismo como proceder para gobernar, sin estar por fuera visiones de derecha que atizan y aprovechan en río revuelto.

Es así como ahora ganan nitidez problemáticas ocultas tras la ofensiva propagandística en favor de la vacuna, de multiplicación del miedo –que tan buenos resultados dispensa para quienes gobiernan–, potenciando la unilateralidad del saber, con una ciencia occidental que desconoce otros saberes y prácticas, y que, al igual que los monocultivos, mata toda variedad que pretenda vivir en paralelo.

Un proceder impositivo que lleva a que sus ojos pierdan la capacidad de percibir la gama de tonalidades brindadas por la naturaleza para solo ver blanco o negro. Habría que ser más sensatos y mirar e investigar, por ejemplo, las prácticas que en el campo de la salud sobreviven en infinidad de territorios y con las cuales las gentes, sin esperar el dictamen médico amparado en diploma universitario, se automedican y se curan. En esa praxis acuden en ocasiones a plantas de diversas especies y de las cuales están llenas las plazas de mercado; además de otras que aún no han sido domesticadas y siguen intactas en los bosques y selvas, y solo son manejadas con propiedad por las sanadoras reconocidas por sus comunidades.

Algunas de aquellas prácticas siguen sirviendo para resolver la crisis en el encierro a que están sometidos miles de presos, por ejemplo. Y no solo ellos: también en los barrios populares y otros territorios donde sus pobladores comparten conocimientos y experiencias, e intercambian saberes, y así van resolviendo con agüitas el azote del virus. ¿Cuántos miles de infectados han dejado de acudir a consultorio y hospital alguno y se han curado? ¿Cómo lo han logrado? ¿Por qué no acuden al consultorio y mucho menos al hospital? Si el poder estuviera abierto a comprender la cultura popular, lo mismo que los usos y costumbres descritos, con seguridad aceptaría que la vacuna no tiene que ser obligatoria, y difundiría por todos los canales la posibilidad de inyectarse en otras formas y opciones para salir airosos de esta situación.

Entonces, es legítimo plantear que hay otras formas y procederes en que la solidaridad es fundamental, la memoria popular es persistente y no son necesarias las antesalas de varias horas para ser atendido. Pero igualmente hay prácticas indispensables para poder seguir en el rebusque porque, si se asiste al hospital y te dejan internado, ¿quién lleva el diario a casa?

De suerte que las formas alternativas están extendidas, además, por reacción, porque en sus barrios la gente ve morir a los suyos a pesar de estar vacunados, y por eso teme que le suceda igual, lo que invita a explicarles que los biológicos sirven en lo fundamental para evitar la UCI pero no mucho más. En esa expresión de sensatez, resulta posible construir procesos sociales de todo orden para enfrentar y superar la actual realidad, abordando como prioridad no desdeñable el cuidado común, a la par de la golpeada economía popular.

No es algo caprichoso. En realidad es un proceder indispensable que trasciende la estrategia mediática de cifras de muertos e internados en UCI, de cacarear en las bondades irreales de una vacuna que no evita la muerte, aunque sí pueda reducir las posibilidades de llegar a tal límite; estrategia que deja en manos de cada cual la resolución de sus urgencias económicas, proceder en el cual es indispensable implementar un viraje radical si de verdad se pretende ganar la confianza de amplios sectores y para lo cual los gobiernos deben priorizar la vida cotidiana de las mayorías, lo que implica garantizar vida digna, empezando por ingresos fijos y suficientes sin los cuales cada cual trata de resolver por vía propia, exponiéndose al contagio pero también atomizando mucho más el tejido social; un resolver por vía propia posible de constatar en la multiplicación de la informalidad callejera así como en la disparada de la delincuencia, con actuares cada vez más violentos –un síntoma de inseguridad, temor e inexperiencia de quien asalta– que copa calles por todas las ciudades del país.

Estamos, pues, ante una realidad sumamente compleja, que no se resuelve con más policía, como lo pretende el establecimiento, lo que va llevando hacia –o profundizando– la militarización y el autoritarismo armado como canal predilecto para gobernar e imponer. Ese proceder, ‘justificado’, por decirlo así, expresa la capacidad del sistema de reformularse y ahoga muchos derechos que le significaron a la humanidad intensas y prolongadas jornadas de lucha, tapizadas por miles de víctimas que se batieron por ellos.

Ese proceder del poder invita a pensar, no sin inquietud, si el terreno ganado por el ejercicio de un poder unilateral que ahora multiplica sus señales no se mantendrá y extenderá, incluso una vez superada esta coyuntura de salud pública, concretando así la tendencia de anulación de democracia efectiva que ya comporta el sistema, y que se manifiesta sin reparos –entre algunas de sus señales más evidentes– en la concentración de la riqueza, la multiplicación de las inequidades y las desigualdades que campean por todo el globo, la contención violenta de las voces de protesta que disienten y la imposición en todos los planos de un discurso único.

Esas manifestaciones antidemocráticas, con autoritarismo efectivo, expresado como tantas veces los estudiosos del tema han llamado la atención, a través de los cada vez más preocupantes mecanismos de control y disciplinamiento social, van haciendo de la democracia una simple palabra de cajón recubierta por mallas y muros que oprimen, imponen y aíslan, así como balas que contienen a opositores, inconformes y disidentes.

Estamos ante una tendencia o una realidad contundentes, con riesgo de polarización y disputa radical entre sectores del propio cuerpo social, utilizados por el poder real para potenciar sus controles y afilar sus mecanismos de efectivo dominio. Mientras así ocurre, del lado alternativo la pasividad y la ausencia de opciones efectivas en todos los planos, que le muestren superior y más efectivo que sus contrarios, lo arrinconan en un grado de confusión mayor y que saca a flote el hecho de que, en diversos campos del saber y del hacer, a pesar de lo que expresa, no alcanza a diferenciarse del discurso dominante.

La ciencia, ahora en el centro del debate, con la vacuna y la manera de afrontar una crisis como la actual, así como el carácter cada vez más autoritario del régimen político son parte de ello.