
El cambio de época que vivimos, según la OCDE, trae entre muchos desafíos, el que en los próximos 10 años cerca de 900 millones de puestos de trabajo estarán afectados y transformados por la digitalización y 400 millones de personas deberán cambiar de labor o aprender nuevas habilidades; así como que el 70% de los niños y jóvenes que hoy están activos en el sistema educativo, se encontrarán con labores y puestos de trabajo todavía inexistentes. Estos cambios ponen en cuestión casi todas las actividades humanas y desafían a la clase dirigente pública y privada a mirar con nuevos ojos, la educación como sistema y en ella, a las instituciones educativas, a los docentes y a los alumnos como actores principales del drama.
¿Cómo formar niños y adolescentes que en 6 o 12 años que terminen su ciclo preparatorio de primaria y secundaria, se encontrarán con un panorama de ocupaciones y de disciplinas profesionales que hoy no existen y para las que aún ni siquiera se proyectan los nuevos currículos y metodologías de formación que serán requeridos?
¿Qué debe hacerse con la formación de docentes que se han preparado con los esquemas y modelos del siglo anterior y que no tienen la actitud, ni el tiempo para reaprender su nuevo rol, que ya no es más el de dictar clases, sino el de acompañar procesos y proyectos de formación compartida entre estudiantes y su entorno?
El gobierno sigue hablando de cobertura como meta, cuando ésta debiera ser considerada como imperativo social y no como dádiva del gobernante. Además, mientras en nuestra sociedad se discrimina desde la entrada, en otras latitudes se incluye desde el principio y, allí los hijos de los obreros, se forman en compañía de los hijos de los gerentes y directores, rompiéndole de esta forma, el espinazo, a la exclusión y a la discriminación social y cultural.
En nuestro medio, ofrecer un suplemento alimenticio es visto y percibido de nuevo, como dádiva y generosidad del gobernante, cuando en otras partes nos han enseñado, desde después de la segunda Guerra mundial, que alimentar al estudiante es tan definitivo, como enseñarle a leer, a escribir, a sumar y a restar.
En nuestro medio la educación primaria y secundaria, pública y privada, se ofrece en edificaciones derruídas en su inmensa mayoría, con ambientes hostiles y precarios en su pedagogía y didáctica, excepción hecha de muy pocos establecimientos públicos y de algunos privados de clases media y alta.
Y así llegamos a adolescentes y jóvenes que buscan afanosamente la «educación superior», “postsecundaria”, encontrando una oferta engañosa de expectativas futuras, de parte de instituciones que mayoritariamente no son «educadoras», sino «empresas educativas», que fabrican currículos y títulos como si fueran trajes de tiraje industrial o tamales del mismo tamaño y sabor.
Y nadie les pide cuentas. Ni el gobierno, ni los estudiantes, ni sus familias, ni los empresarios, ni la sociedad en general. Sostengo que el mundo de la educación, y particularmente, de la postsecundaria y superior, está convertido en un agujero negro, casi invisible para el común de la gente, dentro del cual muchas instituciones engañan, engañan y siguen engañando impunemente a muchachos y familias, vendiendo humo y sin que nadie les pida cuentas, como si apenas vendieran dulcecitos inocentemente.
Sostengo que es ofensivo el volumen de publicidad que invierten estas instituciones, abusando de la expectativa de seres humanos que aspiran a «mejorar» sus vidas, muchas veces con el señuelo, de que entrando a ellas, su vida les cambiará mágicamente. Sostengo que llegó la hora de quitarle el monopolio de la «educación superior» a la universidad y a las entidades tradicionales de educación postsecundaria, y el Estado debe acometer con la sociedad toda, un enfoque abierto de ofertas nuevas, de corto, medio y largo plazo, sobre formaciones múltiples ya no solo ofrecidas por éstas- las universidades y entidades tradicionales de educación postsecundaria-, sino también por instituciones, centros especializados y grupos de interés que demuestren tener la experticia y los recursos para ofertar diferentes alternativas educativas.
Google, IBM, Apple, Mercado Libre, Next U, Edx, Khan Academy, Centre pompiduo, Escuela Internacional de Cine y Tv San Antonio de los Baños, Escuela de Periodismo Fundación Gabo, Instituto Europeo de Diseño, Academic Courses, Universia, Udemy, Emagister, Zona América, son apenas unas de las tantas ofertas competidoras que ya les disputan mercado a muchas, ineficientes y atrasadas universidades y entidades de educación postsecundaria, existentes en nuestro país.
Si la educación y particularmente, la universitaria y postsecundaria, no demuestra servir para promover la movilidad social de sus educandos y para ser promotora de nuevo conocimiento y tecnología, significa que su papel debe ser revisado. El país no puede permitirse que “empresas educativas” y no “educadoras”, vestidas de universidades y entidades de educación postsecundaria, continúen lucrándose groseramente, en muchísimos casos, a costa de la frustración y el empobrecimiento creciente de familias y estudiantes, ahondando la brecha de formación del talento humano ante la cuarta revolución industrial y ante el cambio de época en las condiciones de la vida humana en el globo.
JOSE ALBERTO TEJADA ECHEVERRI
Director Sistema Informativo CECAN MEDIA
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Twitter @joaltejada
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