Una constituyente se sabe con qué propósito se inicia, pero no con que producto termina.
El día de ayer los ciudadanos chilenos decidieron cambiar su constitución. Como en varias columnas anteriores he escrito que en Colombia se necesita cambiar la constitución de 1991 si queremos mejorar las cosas en el país, he seguido con interés el proceso chileno.
Y he seguido ese proceso a pesar que en Colombia apenas si se le ha dado importancia a los procesos constituyentes que se están dando en Latinoamérica. Recordemos que en Venezuela hay un proceso constituyente reciente, con la Asamblea Nacional Constituyente de 2017 que fue instalada el 4 de agosto y ha sido prolongada hasta el 31 de diciembre de 2020. Y, ahora en Chile se da inicio a un proceso de cambio de constitución cuyo cronograma de actividades aún no es claro, pues solo se sabe que en el 2021 será la elección de los Delegados Constituyentes. Solo espero que ese proceso no se alargue tanto como el caso venezolano. Sin embargo, en Colombia apenas si llegan noticias sobre estos cambios en el vecindario. Parece que los cacaos y dirigentes políticos le temen a que el país se contagie del ánimo renovador que ronda la zona.
De todos modos, como lo explico en Porque una Nueva Constituyente, hay razones sobradas para cambiar nuestra constitución. De otra parte, también hay razones sobradas para temer la incertidumbre de la conformación de una nueva Asamblea Constituyente. Muchos colombianos dudan en apoyar un nuevo proceso constituyente porque una constituyente se sabe con qué propósito se inicia, pero no con que producto termina y de pronto terminamos con más de lo mismo o con algo peor a lo que ya tenemos. El mayor problema es la elección de los delegados que conforman la asamblea. En nuestro caso, en 1991, cuando el descontento de la población derivó en el cambio de la Constitución de 1886, la Asamblea terminó conformada por muchos de los políticos tradicionales que venían haciendo parte del congreso y que no habían hecho los cambios legislativos que dio origen al descontento inicial del pueblo. Lo más probable es que en una nueva constituyente sucediera algo similar.
Sin embargo, existen maneras de evitarlo. De alguna manera, en la constitución de Mongolia, quedó un artículo que cuando el parlamento fuera a hacer un cambio constitucional, el gobierno debe escoger al azar 800 ciudadanos provenientes de toda Mongolia y reunirlos en un recinto donde se les pone en conocimiento el cambio constitucional propuesto y luego expertos de todo tipo e ideologías les exponen sus puntos de vista y conclusiones sobre las consecuencias positivas y negativas que ese cambio puede traer. Luego, estas 800 personas comunes, elegidas al azar, deliberan informadamente durante dos días y votan para decidir si el cambio constitucional es pertinente o no.
Un mecanismo como este, verdaderamente democrático, si pudiera ser incluido en la Constitución actual mediante un referendo, evitaría la necesidad de en el futuro tener que llevar a cabo nuevas Constituyentes, pues con la herramienta del referendo promovido por los ciudadanos y la elección aleatoria de delegados que deliberen y voten los cambios constitucionales, se podría mantener una constitución actualizada a las necesidades de la sociedad en cada momento. Tal vez, los congresistas serían más diligentes en su trabajo legislativo y actuarían más en verdadera representación de sus electores, si tienen claro que en cualquier momento mediante el referendo se les puede corregir.
PABLO ANTONIO PÉREZ VALENCIA.
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