Estuve con el equipo del Canal 2 cubriendo parte de las movilizaciones masivas que se dieron en Cali hoy, entre el Parque de Las Banderas y la Plaza de San Francisco. Estas son mis apreciaciones sobre los hechos:
A diferencia de la jornada del 21N, desde que llegué al Parque de Las Banderas en San Fernando, sentí que el ambiente era de tensión y de mucha rabia en la gente. Mientras en el 21N se respiraba alegría y hasta gozo en los manifestantes, esta vez, en cambio, había una energía colectiva más pesada, si se quiere, más adusta, más afilada en los reclamos.
Hoy 28A hubo mucho joven, muchísimos, diría yo. En cambio, no vi tanta gente adulta y mayor acompañando la manifestación, como si lo hicieron en el 21N. Sin embargo, a los muchachos hoy no se les oía cantar y arengar como lo hicieron hace ya casi año y medio. Fueron menos visibles los grupos organizados de jóvenes y la gente marchaba más callada que eufórica, más preocupada, menos relajada.
Pude observar cómo la gente se sentía desbordada por la presencia de encapuchados que aparecían súbitamente, haciendo daño al amoblamiento urbano y a algunos locales bancarios y comerciales. De hecho, fui testigo de cómo la gente rodeaba a quienes asaltaban y robaban algunos bienes, pidiéndole a la policía su concurso para lograr su devolución. Vi cómo una pareja de mujeres al ser acosada por el colectivo no tuvo problema en mostrar destornilladores y armas blancas que llevaban consigo, intimidando a quienes se oponían a sus fechorías. También ante mi reclamo a los agentes de policía ubicados en la sede de la Asamblea Departamental, para que no se limitaran a recuperar los enseres, sino que además detuvieran a las personas comprometidas, uno de ellos con cara de pocos amigos me contestó: «eso no nos corresponde a nosotros». Pregunto, ¿Si no es a ellos, entonces a quién le correspondía hacerlo?
Me llamó mucho la atención la organización y el ambiente que se vivió en el Parque de La Loma de la Cruz. Muchos artistas, gestores culturales, músicos, DJ, gimnastas, teatreros, organizadores de eventos y personal de servicio del sector del entretenimiento y de la noche, estuvieron largas horas en el lugar, con una muy buena disposición. Ningún hecho de violencia o irregular se presentó. Tal vez salvo la presencia de una persona que, todo indica, era un infiltrado con capucha, chaqueta, gafas oscuras y tapabocas de tela gruesa, que algunos de los presentes me pidieron entrevistar para obligarlo a identificarse. Conseguimos que se quitara las gafas y se descubriera un poco el tapabocas, con el argumento de que no podíamos entrevistarlo de incógnito, pues todos allí teníamos el rostro descubierto. A regañadientes lo aceptó y rápido, muy rápido se perdió entre los manifestantes, después de que antes se había estacionado en el grupo de la Loma, haciendo durante un buen rato, diversas preguntas que lo ponían en evidencia.
El asalto a sedes bancarias en la ruta y en la zona del centro, no fue hecha por los manifestantes. Era clarísimo que la gente se dispersaba asustada cuando aparecían estos grupos encapuchados con garrotes y con motos y hasta con sacos de piedras, prendiendo fuego a llantas, apedreando locales y saqueándolos, especialmente en el centro. Ya he dicho que la gente se vio desbordada por estos grupos y además, especialmente en el centro, había muy poca policía. Lo extraño es que, desde el día anterior, algunos líderes del paro compartieron con la Alcaldía y con la Policía, información que recibieron sobre inminentes actos vandálicos que algunos grupos se proponían a hacer, especialmente en el centro de la ciudad. Esta información me la entregó directamente un dirigente gremial del centro el día de martes y por esta razón le hice especial seguimiento a estos hechos en el tramo que cubrí la marcha.
A lo largo del recorrido logramos entrevistar a muchas personas, especialmente jóvenes y, todos, coincidieron en su desesperanza y en su rabia por lo que consideran un conejo monumental a sus expectativas de estudiantes y trabajadores, por parte del gobierno. En este punto vuelvo a referirme a la actitud de los marchantes hoy, pues el contraste fue clarísimo con relación a la jornada del 21N. Percibí mucha rabia, mucha frustración y un sentimiento de estar engañados, ya no solo por el Presidente y su equipo, sino también, por una clase política ausente y corrompida. Leí en las respuestas de los jóvenes un grito de desesperanza con su futuro. Pero igual también leí en sus palabras un tono de «notificación» al poder político vigente. Hastío con el uribismo y con lo que llaman la incompetencia del subpresidente.
Mi propia preocupación es sobre el estado de desorden, desajuste, corrupción, abandono, descuido, y masacres, en el que el gobierno y la clase política tienen al país. No parece muy coherente la sola teoría de la incompetencia del presidente. Parece, más bien, que el guion es el de provocar para enardecer el sentimiento de inconformidad de la gente, al punto que cualquier desliz -generalmente provocado por actores sembrados en los eventos de masas-, sirva como justificación para reprimir y acotar las libertades sociales, por cuenta de una política de «seguridad» que ya antes y por muchos años, ha sido usada por el poder ejecutivo para mantener acordonada la vitalidad democrática de la nación.
No soy tan optimista con un viraje real en el poder político para el próximo cuatrienio. Temo que el uribismo no esté dispuesto a entregar el poder a las buenas. Me parece que es necesario releer la historia de los años 50 del siglo pasado, cuando una Junta Cívico Militar, transó la disputa política, con el argumento de detener la violencia. Sugiero que antes, Laureano Gómez y hoy, Álvaro Uribe, han usado los mismos argumentos, para conseguir los mismos propósitos.
Creo que el único contradictor político que les puede disputar el poder es Petro y ese sapo no están dispuestos a tragarlo. Como no lo pueden matar porque es demasiado evidente su autoría y es segura una insurrección social que esa sí, los pueda tumbar, su apuesta es más provocación, con más intimidación, arrinconamiento, desprestigio y exterminio de líderes de todo orden, negociando al final seguridad por libertad y en ese escenario, aplazamiento de elecciones, mientras se miden nuevas correlaciones de fuerzas.
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