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Cuando Egipto y Siria fueron un solo país: el fugaz sueño de la República Árabe Unida

Fuente: BBC Mundo – Por: Mar Pichel | marzo, 2021

Duró solo tres años y así como fue una de las máximas expresiones que alcanzó el panarabismo, su fugaz historia también supuso un duro fracaso para esta ideología que promueve la unidad política y cultural del mundo árabe.

Se llamó República Árabe Unida y fue la unión entre Egipto y Siria entre 1958 y 1961. Dicha unión, en plena Guerra Fría, no se puede entender sin una figura fundamental: Gamal Abdel Nasser, el carismático presidente egipcio y el líder árabe más importante del momento.

Según lo recuerda en su libro «El naufragio de las civilizaciones» el autor franco-libanés Amin Maalouf, en 1951 los egipcios le pidieron de manera unilateral a Reino Unido que retirara las tropas que se habian quedado estacionadas en el país después de la independencia de 1936.

Canal de Suez. Imagen tomada de muyhistoria.es

Winston Churchill -quien había sido reelegido como primer ministro británico a los 77 años, no sólo se negó sino que reforzó la presencia de tropas en el Canal de Suez. Empezó una serie de boicots y ataques contra instalaciones inglesas en Egipto que culminaron con un asalto de los ingleses a una base policial y los posteriores disturbios de la población egipcia contra intereses británicos y occidentales, consigna Maalouf en su libro.

El presidente Nahhas Pachas debió renunciar y de la lucha polítia posterior surgió la figura del coronel Gamal Abdel Nasser, quien inició una serie de medidas de nacionalización que culminaron en 1956 con la nacionalización del canal de Suez, que estaba bajo control de Reino Unido y Francia.

En un momento en que los países de la región se habían liberado recientemente -o aún lo estaban haciendo- del dominio colonial, Nasser difundía el mensaje no solo del panarabismo, sino también de una región que debía recuperar el autoestima e identificarse más con el bloque no alineado que con Occidente.

«Cuando Nasser llega al poder en 1952, empieza a hablar de la idea de que el mundo árabe había sido partido de forma artificial por el colonialismo y que hay que volver a la unidad árabe», le dice a BBC Mundo Ignacio Gutiérrez de Terán, director del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales de la Universidad Autónoma de Madrid.

«Entonces, para Nasser, la República Árabe Unida supone la concreción del gran plan de la unidad árabe».

Pero ¿cómo se gestó esta unión y por qué fracasó tan pronto?

En el marco de la Guerra Fría

En primer lugar, el nuevo Estado de la República Árabe Unida hay que entenderlo en la lucha de bloques que imperaba en la lógica de la Guerra Fría.

Bajo una perspectiva occidental, Irak, Turquía, Irán, Pakistán y Reino Unido firmaron en 1955 el Pacto de Bagdad, una alianza militar para la defensa regional y para prevenir la infiltración de la Unión Soviética en Medio Oriente. Aunque EE.UU. no participó directamente, sí prometió ayuda económica y militar.

El Egipto del antiimperialista Nasser, uno de los fundadores del movimiento de los países no alineados, y la Siria entonces gobernada por Shukri El-Kuwatly -seguidor de las ideas de Nasser-, no solo no formaron parte del mismo, sino que su alianza fue «una respuesta a los planes estadounidenses establecidos en el Pacto de Bagdad», explica el experto de la Universidad Autónoma de Madrid.

Sin embargo, aunque Egipto y Siria compartían la visión panarabista y neutral ante ambos bloques, los dos países llegaron a esta unión desde distintas posiciones y lo que propició la creación del nuevo Estado fue también lo que la llevó a su rápida disolución.

En Siria, el gobierno de El-Kuwatly estaba acorralado dentro y fuera de sus fronteras. Vivía un período de crisis política interna, y los movimientos de izquierda (incluido el Partido Comunista sirio) ganaban cada vez más protagonismo.

«En Siria había una gran crisis política, había un enfrentamiento entre partidos como el Baaz o el Partido Comunista, o los Hermanos Musulmanes», dice Gutiérrez de Terán.

Fuera, el gobierno sirio recibía las presiones de sus países vecinos -apoyados por EE.UU.-, que temían que Siria cayese en el comunismo.

Para Siria solo había una salida: buscar la unión con su aliado Nasser.

«Para Nasser la creación de la República Árabe Unida tiene una gran importancia geoestratégica e ideológica, suponía la concreción de la unidad árabe. Pero sobre todo era una especie de contrapartida a esa propuesta estadounidense en la que estaban involucrados también países árabes del peso específico de Arabia Saudita, Irak y Jordania», agrega Gutiérrez de Terán.

Imagen tomada de bbc.com

Pero «para Siria era una especie de salto hacia adelante para evitar los enfrentamientos y confrontaciones entre todos los actores».

Las conversaciones para la unión de ambos países comienzan en 1957.

Aunque en un primer momento Nasser se mostró reacio a la unión, finalmente accedió.

Así es como, el 1 de febrero de 1958 se proclamó la República Árabe Unida, que fue ratificada en plebiscito ese mismo mes.

En su libro, Amin Maalouf recuerda que este hecho fue recibido con arrebato por la población árabe «de Irak a Yemen, de Sudán a Marruecos. En Beirut, como en muchas otras ciudades libanesas se organizaron manifestaciones masivas para exigir que el país se uniera sin tardanza a la RAU».

Según Maalouf, quien evitó que eso se hiciera realidad fue el flamante presidente libanés, general Fouad Chéahb, quien en un encuentro cara a cara con Nasser para un «compromiso histórico».

«Chéhab se comprometió a que su país no serviría jamas de base para los enemigos de Nasser y él, a su vez, prometió a cambio que de jamás hablar de una incorporación de Líbano a la República Árabe Unida».

Una unión asimétrica

Pero más que buscar una unión igualitaria, las condiciones que impuso Nasser a Siria para la unión provocaron que en realidad Siria quedara supeditada a la estructura política y administrativa de Egipto, señalan expertos.

«Nasser, antes que un líder panarabista era un patriota egipcio y su interés principal al crear una entidad supranacional árabe era que fuera bajo el liderazgo de Egipto y de su propia persona», explica Haizam Amirah Fernández, investigador del think tank Real Instituto Elcano.

El-Kuwatly renunció y Nasser se convirtió en el presidente de la nueva República y emprendió una ofensiva contra los comunistas sirios y los opositores de la unión.

«Nasser era un dirigente autócrata, él pensaba en su liderazgo único y es lo que intenta imponer en Siria», agrega Gutiérrez de Terán.

A Nasser, al igual que a los países occidentales, también le preocupaba la creciente influencia del Partido Comunista sirio.

Así, una de las condiciones que impuso para la unión fue su prohibición.

«Nasser estaba involucrado en una reivindicación nacional árabe, la idea es demostrar que ellos tienen una ideología particular que no tiene nada que ver con el comunismo».

Algunos miembros del panarabista Partido Baaz sirio -promotor de la unión entre ambos países, ocuparon ciertos puestos en el nuevo Estado, pero el poder real era para los egipcios.

Los sirios, decepcionados, acabaron renunciando a sus cargos.

«Era una unión asimétrica completamente, porque Nasser lo que quiere es seguir conservando el protagonismo y sobre todo la capacidad de decidir el destino la República Árabe Unida. De hecho, tengamos en cuenta que se crean dos regiones, la sur, Egipto, y la norte, Siria, y la sur, se reserva el derecho de dirigir de forma directa lo que es el devenir inmediato del país», dice Gutiérrez de Terán.

Así, en 1961, Nasser implementó políticas económicas que fueron muy impopulares en Siria. El mandatario nacionalizó las instituciones financieras y empresas privadas e introdujo límites a la tenencia de tierra.

«Ese afán hegemónico por parte de Egipto no fue bien visto en Siria y llevó a un cambio de gobierno por parte de los militares sirios», explica Amirah Fernández.

Los militares sirias dieron un golpe de Estado el 28 de septiembre de 1961 y se separaron de Egipto.

A pesar de la disolución de la unión con Siria, Egipto mantuvo el nombre de República Árabe Unida hasta el 2 de septiembre de 1971, después de la muerte de Nasser.

Un «desastre» para el panarabismo

Una de las consecuencias inmediatas del fracaso de la República Árabe Unida fue el declive del panarabismo.

«Fue la demostración de que este proyecto ideológico en su primer intento de crear una unidad política entre dos territorios y poblaciones árabes fracasó al poco de ponerse en marcha por la ausencia de un reparto de poder entre las distintas partes que componían esa unidad, por el afán hegemónico de Egipto, que se consideraba como el país que debía asumir ese liderazgo de los árabes», considera Amirah Fernández.

«La forma en que se hizo llevó a un fracaso del proyecto y nunca los gobiernos o partidos que abogaban por la unidad entre los árabes han sido capaces de crear una unión política o una mayor integración entre sus países pueblos o economías», agrega el experto, citando el ejemplo concreto del Partido Baaz, cuyas ramas en Siria y en Irak, países vecinos, tuvieron una relación «sumamente hostil».

En los 60 hubo propuestas de uniones similares en otras partes del mundo árabe, y también posteriormente, desde la Libia de Muamar Gadafi, pero el fracaso de la República Árabe Unida dejó la impresión de que «es imposible conseguirlo pues no hay líderes capaces de entenderse y llegar a acuerdos para ello», dice por su parte Gutiérrez de Terán.

«Fue un desastre porque lo que da a entender es que (el panarabismo) no deja de ser un gran lema ideológico pero que a la hora de llevarlo a cabo no hay forma de encontrar una fórmula para que todas las partes se sientan igualmente representadas».

Pese al fracaso de la unión con Siria, y la posterior derrota de Egipto frente a Israel en la Guerra de los Seis Días en 1967, Nasser continuó gozando de mucha popularidad y dominó la política árabe hasta su muerte, en 1970.

Imagen tomada de rtve.es

En Siria, tras la disolución de su unión con Egipto se formó la República Árabe de Siria y un nuevo golpe de Estado en 1963 llevó al poder al Partido Baaz, que se mantiene hasta la actualidad. El país está, desde 2011, inmerso en una guerra civil.

Y mientras las divisiones permanecen en el mundo árabe, particularmente entre chiitas y sunitas, el panarabismo, hoy en día, es fundamentalmente una «ilusión ideológica».