Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Fotografía cortesía de Cesar Giraldo de Viajes Che

El ascenso a Pico de Loro, en el patio de Cali

Como ya he mencionado en los demás artículos que he podido escribir, el turismo de naturaleza es sin duda una fortaleza inmensa del departamento del Valle del Cauca. La biodiversidad que existe en esta tierra es abrumadora, tiene todo el sentido esa frase del himno que habla de “la llanura, la sierra y el mar”, aquí se pasa desde el pacífico, hasta montañas que pueden llegar a rozar los 4.000 metros sobre el nivel del mar. Sin duda habrá tema de naturaleza para escribir durante mucho tiempo, ya que cada vez que se indaga, aparecen nuevos destinos por descubrir.

Hoy quiero contarles mi experiencia con un lugar que muchos vemos a diario, y que para los que nos gusta la montaña, se convierte en un espacio alucinante y donde la magia de la naturaleza nos envuelve.

Pico de Loro es una de las tantas cumbres que se encuentran en ese Patio increíble que tiene Cali, como es el Parque Natural los Farallones. Se puede reconocer por su forma particular y hace algún tiempo, un muy buen amigo, amante de estos temas turísticos y que ha hecho del turismo de naturaleza su trabajo y su pasión, me invitó a subir a esta famosa montaña, que para mí siempre había generado atracción y curiosidad.

Así fue como un domingo me levanté muy temprano para unirme al grupo que Cesar había formado para la subida a la montaña, para la travesía nos encontramos en una panadería de Ciudad Jardín un grupo de 8 personas. Era un día que nos recibía con lluvia y frío, para cuando llegamos al lugar, en donde iniciaríamos la jornada, alrededor de las 6 de la mañana.

Pasadas  las 7 am, llegamos a la entrada del parque, donde los funcionarios de Parques Nacionales nos tomaron los datos y conocimos a nuestro guía, que hace parte de un grupo de muchachos de la comunidad local, que se han preparado para hacer esta labor y que sin duda disfrutan la posibilidad de llevar a visitantes en este camino que hace parte de su arraigo territorial.

Y arrancamos; la primera parte del camino tiene una dificultad media, no es muy empinada, permite llevar un buen ritmo y la montaña te recibe con generosidad. La sensación de iniciar la subida, por lo menos para mí, es muy reconfortante, sentir el aire puro, la lluvia caer, la sensación de estar en sintonía con la tierra es maravillosa. La primera parada la hicimos en lo que queda de una estructura que se conoce como La Casa de los Quesos y es que efectivamente allí funcionaba, hace años, una fábrica de quesos. De hecho, esta primera zona que se encuentra, hasta hace algún tiempo, era parte de fincas ganaderas, tierras que por fortuna se han recuperado e incorporado al área del parque los Farallones, por lo que mucha de la vegetación que se encuentra en este momento es relativamente nueva y está ganando su terreno en el lugar.

Más adelante nos encontramos con el árbol que algunos llaman del arrepentimiento, es un árbol cuyo diámetro y altura son abrumadores y donde se nos invitó a abrazarlo y a sentirlo y sí, es verdad, abrazar a los árboles genera sin duda una sensación de paz y tranquilidad. Un poco más adelante llegamos al Bosque de los Robles, o como algunos lo llaman, el Bosque de las Hadas y este último nombre lo tiene muy bien ganado, sin duda al llegar allí uno podría esperar que en cualquier momento salieran duendes y hadas detrás de cualquier árbol que uno va pasando a la medida que va continuando la subida.

Luego de pasar el bosque, se inicia la segunda parte de la subida, que sin duda es la más exigente, pero donde la vegetación se vuelve exuberante, pude ver un pájaro carpintero trabajar con su pico sobre un árbol y donde el agua cae en muchos lugares de manera natural como arroyos y en caídas de aguas de diferentes tamaños. El agua es vida y nosotros la tenemos tanta, que a veces no la sabemos apreciar.

A medida que se avanza, la pendiente se vuelve más pronunciada y nos internamos en medio de la vegetación, pero al tiempo, como si fuera una obra hecha por la naturaleza y a medida que la pendiente toma una inclinación imposible para continuar, aparecen las raíces de los árboles, que nos sirven como apoyo para continuar con el camino y poder seguir escalando la montaña. De alguna manera y a pesar del cansancio que ya se empezaba a sentir después de más de dos horas de camino, era increíble sentir la ayuda de los árboles para seguir subiendo y sentirnos un equipo con la naturaleza.

En la última parte del camino, ya la vegetación se vuelve menos densa, se sigue caminando en pendientes que tienen exigencia, pero ya no hay que colgarse de las raíces como lo veníamos haciendo hasta cierto punto y al final se llega a la meta, se llega a la punta de la montaña. La recompensa al llegar a la cima es la de una vista increíble desde este lugar, sin duda se está más cerca del cielo y se siente que en este sitio Dios podría sentarse a contemplar lo majestuoso de su obra, la verdad, valen la pena las aproximadamente tres horas que se toma para llegar este lugar, donde por una media hora, nos quedamos simplemente disfrutando el paisaje y recuperando fuerzas para iniciar el descenso.

Este descenso se toma las mismas tres horas que tomó el ascenso y esto es porque hay que tomarlo con cuidado, sin afanes, de nuevo la lluvia nos acompañaba y era fantástico ver como las mismas raíces que nos permitieron subir en los sitios más empinados, ahora nos ayudaban a bajar con precaución, es como si tuviéramos agarraderas naturales, de nuevo la naturaleza colaborando. Pudimos ver más pájaros, flores hermosas de muchos colores, insectos, en fin, el inventario es numeroso.

Al llegar de nuevo al punto de partida, confieso que no me quería mover, estaba agotado, es una travesía exigente físicamente, pero la montaña recompensa cada paso dado. Al final después de algo más de seis horas de camino, fuimos a terminar la jornada con un espectacular sancocho en Pueblo Pance para después retornar a la ciudad y cuando iba en el carro observaba de nuevo a Pico de Loro y me sentía muy afortunado de saber que había llegado hasta esa cima y sobre todo muy agradecido con la naturaleza porque ahora sé que tengo esta maravilla en el patio de la ciudad que hoy es mi hogar, Cali.