Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

El día que Bill Clinton visitó Cartagena

La primera vez que me reuní con Joaquín fue en un café de la ciudad antigua donde él decía escapar de los turistas. Aún conservaba los pómulos hundidos, la nariz trajinada y la delgadez de quién ha sido atrapado del todo por el poder cautivador de la cocaína.

Yo aún fumaba cigarrillo y noté que le incomodaba cualquier cosa que le recordara aquellas fiestas alucinantes y destructivas. Busqué reunirme con Joaquín para que me cuente a detalle aquella vez cuando toda la cocaína de Cartagena desapareció por completo, dejando en graves apuros a los consumidores adictos. La historia me la había contado unos meses atrás cuando lo conocí grabando unos videos turísticos.

– Esos gringos vinieron y acabaron con todas las drogas de la ciudad, yo tuve que viajar hasta Barranquilla y nada, se la habían metido esos degenerados. En Santa Marta unos israelitas nos vendieron eso carísimo, se habían acabado con toda la cocaína de la costa caribe –

Joaquín se refiere a los días y semanas anteriores al miércoles 30 de agosto del año 2000, cuando Colombia celebró con tambores y gaitas la visita del presidente de los Estados Unidos: el demócrata Bill Clinton.

Joaquín me pregunta por qué tanto interés en su historia. Le digo que soy de los que piensa que ese día que vino Clinton, en vez de mejorar, empeoramos. Joaquín me mira sin entender. Le explico que quiero escribir un artículo sobre la doble moral de la guerra contra las drogas y en ese momento sonríe y me pone el puño para chocarlo con el mío.

Hoy, más de 20 años después, en general, la sociedad colombiana piensa que aquella visita fue positiva para el país y para Cartagena. En aquellos tiempos el noticiero de la noche era la principal guía informativa nacional, no había redes o más posibilidades de contrastar.  Los medios masivos, revista, prensa, radio, tv, aplaudían la visita sin ningún sentido crítico. Si Estados Unidos nos va a regalar billete por pelear con los narcos, pues hay que aprovechar.

Dos semanas antes de la llegada de Clinton, inició la operación limpieza. Una brigada de pintores y barrenderos se encargó de poner impecables las fachadas de las calles por donde recorrería el presidente, ni un metro más, ni un metro menos. La brigada no tuvo descanso, ya que un grupo de “vándalos y terroristas” salía en las noches a pintar mensajes en contra de la visita. Joaquín se ríe cuando le pregunto por este episodio y me cuenta.

– Todas las noches le ponían su graffiti (risas), y tenían que volver a pintar al otro día (más risas). El último día, cuando el gringo pasó por ahí, esa pintura estaba fresca (risas y risas) –

“Bill, lo tuyo es Mónica. Lárgate de aquí» fue uno de los mensajes que tanto humor le causó a Joaquín.

La otra parte de la operación limpieza se realizó en las madrugadas. En camiones, la policía recogió a patadas a hombres, mujeres y niños de calle que vivían y recorrían el centro histórico. Los camiones fueron llevados a ciudades del centro del país, donde descargaron a las personas como basura y los dejaron tirados.

La operación limpieza era dirigida por militares y policías colombianos, pero supervisada por personal de los Estados Unidos. Un mes antes de la llegada de Clinton, desembarcó el primer contingente de agentes del servicio secreto con helicópteros, aviones, camionetas, hummers, botes, submarino, y hasta portaaviones hubo en aguas costeras colombianas, y dicen las buenas lenguas caribes, que el submarino nunca se fue y que se le ve a veces rondando la bahía de Cartagena, yo lo atribuyo más al mito caribe, pero nada de raro tiene que así sea. Seis mil soldados y policías colombianos fueron traídos de otras ciudades. La ciudad se convirtió en un fortín militar.

– Había requisas, había retenes, había calles cerradas, para nosotros era un caos, pero como a uno le decían que esto era bueno para la ciudad — me cuenta Joaquín.

Fue con la llegada de los agentes estadounidenses que las drogas empezaron a escasear, el consumidor local no conseguía el producto y el precio se había multiplicado diez veces de su valor habitual.

– Éramos un poco de drogos, de aquí para allá, por toda la ciudad, ansiosos, buscando el mejor precio, sudando, hasta que la cosa se puso peligrosa. Uno de esos turcos del laguito, enloquece de la abstinencia y le saca pistola a un jíbaro y el otro saca otra pistola y tocó calmar la joda, estábamos desesperados. Yo sudaba frío, yo soy un comerciante, normal, vivo mi vida, no le hago daño a nadie, pero siempre tengo eso en mi bolsillo, es mi red bull si me entiende –

En un reportaje sobre la visita de Clinton, el periodista Germán Castro Caycedo entrevistó a algunos de los jíbaros cartageneros. “Esos gringos que trajo Juancho Clinton, le ganan en vicio a los italianos, a los ingleses y en deprave a los franceses”. “Ofrecían hasta cuatrocientos dólares por niño, y doscientos por hembra de 18 años «.

El aterrizaje de Clinton en Colombia aseguraba miles de millones de dólares en recursos y todos creímos ciegamente en esta verdad. Con el tiempo he ido descubriendo de qué se trataba esta jugada maestra, este negocio redondo. Las cifras dicen que Colombia recibió 2800 millones de dólares por concepto del Plan Colombia, y unos 4600 millones por ayudas del departamento de Estado, eso no es tan cierto.

Estados Unidos toma el dinero presupuestado para Colombia, y con esto le paga a una empresa de armas en Michigan, la empresa envía un cierto número de helicópteros blackhawk a Colombia, pero en el país no existe ni la mecánica, ni los pilotos, ni los repuestos, ni las municiones, entonces que procede: el gobierno de Colombia, es decir, el dinero de nuestros impuestos, va directo a las arcas de las empresas de armas del país del norte. Es por eso que estas empresas mueven un potente lobby en el congreso de Estados Unidos para que se aprueben estos paquetes de ayuda a países en conflicto. El círculo perfecto del negocio de la guerra.

A la misma hora en que Clinton recorría las calles de una ciudad que lo recibe como héroe, un par de adictos a la cocaína es encerrado por la policía cuando uno de ellos le reclama, ebrio de licor, por venir a su ciudad a consumirse toda la coca, “vos lo que sos es un vicioso, vení a cuentiar” le increpaba. El adicto, un buen amigo de Joaquín, fue presentado por la policía a la prensa local del caribe como un activista rebelde que quiso gritarle groserías a los elegantes y juiciosos agentes del servicio secreto.

– Nosotros queríamos que nos guardaran, nuestro plan era conseguir alguito en la cárcel, y allí, sentados en la celda, escuchábamos un televisor de un tombo con la transmisión del suceso, y cuando pusieron el himno de los gringos nos metimos una rayita, y respiramos de nuevo –

Por: Juan Lorza