Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

El Eterno Triunfo del Establecimiento

La Llegada de Gustavo Petro al poder en Colombia.

Sentado, sintiendo el murmullo de la victoria, asimilando que los números le entregaban la presidencia, el teléfono no dejaba de bailar de júbilo. La primera llamada fue la de Andrés Manuel López Obrador, el presidente de México, quién al otro día de felicitar a Petro decidió amenizar su aburridísima conferencia mañanera, con La Pollera Colorada, una reconocida cumbia colombiana.

“Señor Presidente” le dijo Cristhina Kirchner, “hace diez años me decían esto y no lo creía”. Gustavo soltó una sonrisa pausada y le respondió, “ahora a construir la paz”. Diez años atrás, como recuerda la vicepresidenta argentina, Petro era destituido de la alcaldía de Bogotá por el famoso escándalo de las basuras. Parecía, en ese entonces, el final de su carrera política.

Gustavo Petro llega al poder enarbolando la bandera del cambio para un sector del país; y para otros representa el fantasma socialista que la élite nacional ha dibujado con esmero desde hace años. La guerra del establecimiento contra Petro fue declarada en el 2007 cuando realizó el debate sobre las relaciones del Congreso, el gobierno Uribe y los paramilitares. Ese debate desnudó a una élite que utilizó las armas ilegales para obtener el poder, imponer la muerte y apoderarse de los recursos de sus regiones.

Desde ese momento, todo lo que oliera a Petro fue amenazado. Su familia tuvo que salir del país y el político empezó a ser cuidado por un ejército de escoltas y de abogados que le hicieron frente a los ataques jurídicos que buscaban destruir su carrera política. Nunca encontraron nada sólido. De ser así, Petro no estaría alistando maletas para vivir en la Casa de Nariño.

Luego, junto al periodismo y otros movimientos políticos, Petro puso en evidencia la alianza entre el entonces alcalde de Bogotá, Samuel Moreno, un político de izquierda cercano a Petro, quien aliado con ilustres empresarios se hicieron multimillonarios desfalcando los recursos del Estado. Esa denuncia hizo a Petro aún más reconocido y terminó por darle el empuje para ser alcalde de Bogotá.

Petro llega al poder en la capital y detiene enormes proyectos de construcción de vivienda en los alrededores de la ciudad. Con esta decisión evitó la destrucción de los humedales que hidratan las tierras de la sabana de Cundinamarca. Millones de dólares en pérdidas para las constructoras, y millonarios contratos de pauta se frenan de inmediato.

En su alcaldía, Petro logró poner la brújula de su gobierno en defensa de las clases populares, el sur de Bogotá, y al mismo tiempo sostuvo enormes tensiones con sectores de poder que controlaban los recursos de la ciudad. Los medios aprovecharon esta tensión para atacarlo de todas las formas, y la elite construyó un complot con el tema de las basuras que luego le dio la razón jurídica a Petro, y los mismo implicados confesaron ser parte de una trama para destruir al político de izquierda. A pesar de que su gestión fue presentada como un fracaso, la ciudadanía bogotana, mas de 2 millones de votantes, salieron a respaldarlo.


En 2018, en su segunda campaña presidencial, Petro se presentó como el político revolucionario que gritaba las verdades de una élite incómoda con su presencia. Para 2022, el discurso de clases se evapora, y vemos a otro Petro. Había entendido que en este país, y en la política, se necesitan maquinarias incómodas pero que era importante que esas maquinarias fueran cercanas a su principal bandera: la defensa del Acuerdo de paz.

Una gran parte de los sectores del poder, preocupados por la estabilidad de sus fortunas, mueven todas las fichas para apoyar a un candidato sin sustancia, Federico Gutierrez, Alias Fico. Un político poco experimentado que se disfraza de centro independiente, pero al que le es imposible negar su fuerte influencia de Alvaro Uribe, el expresidente colombiano que en la agonía de su final político, lucha por seguir teniendo poder.

Fico encarnó un candidato libreteado, cuya única estrategia fue atacar a Petro con las mismas desgastadas narrativas de la derecha: guerrillero, comunista, castro chavista, expropiador. Esto desinfló a Fico y despertó el interés por el ingeniero Rodolfo Hernandez, un empresario que traía como bandera la lucha anticorrupción, y que crecía en las encuestas vendiendo la idea de una aparente lejanía de los dos polos en contienda: Uribe (Fico) vs Petro.

Fue así como de la noche a la mañana, cuentan los campesinos del departamento de Boyacá, que se acostaron con las pancartas de Fico en cada esquina y al otro día todas se habían convertido en pancartas de Rodolfo. Esto fue exactamente 10 días antes de elecciones de segunda. Alguien había dado la orden, la estrategia para atajar a Petro ahora era él ingeniero. Sin pudor celebraron su paso a la segunda vuelta.

Ahora todos los reflectores de los medios iluminan a Rodolfo. En pocos días el candidato se desdibuja. Su controversial vida sale a la luz pública, sus negocios son escrutados, se hace evidente una demanda vigente por corrupción, se riega en las redes un audio amenazando de darle un balazo a una persona, en otro audio presiona a una empleada para hacer una jugada ilegal en un negocio, y la cachetada que le pega a un opositor se convierte hasta en sticker. Por mas que Rodolfo intentara negarlo, todas las señales demostraban el apoyo del uribismo a su presidencia. Sin mucho esfuerzo, el propio Rodolfo remueve las conciencias de un Establecimiento que se niega a Gustavo Petro.

Tres días antes de la segunda vuelta, y luego de una reflexión profunda, una gran parte del Establecimiento decide girar la brújula y darle el apoyo a Gustavo Petro. Tan mala elección era el ingeniero Rodolfo Hernandez que figuras de la vieja clase liberal como Rudolph Hommes, precursor de la cuestionada apertura económica, llegaría a trinar, “Ganamos”. Mientras tanto en las radios, televisores y celulares se escuchaba a Gustavo Petro decir en su discurso: “vamos a desarrollar el capitalismo, aunque no nos encante”. Una parte del Establecimiento había ganado una vez más, una vez más estaban celebrando.

Y es que Gustavo no es el cambio en sí mismo, es una molécula más de ese gran cambio que se viene gestando desde 1991, cuando varios grupos guerrilleros se desmovilizaron en un acuerdo nacional que permitió transformar una constitución premoderna, escrita en 1886, donde los presidentes aún elegían a dedo a los alcaldes y gobernadores, donde los indígenas estaban excluidos, donde la tutela no existía como herramienta de defensa ciudadana, donde los derechos aún eran excluyentes; gracias a ese momento, se escribió la constitución de 1991, una constitución de fundamentos democráticos, una constitución escrita para el respeto a la diferencia.

Por eso que un ex guerrillero que hizo la paz, que cumplió con la promesa de no regresar a las armas, sea presidente de Colombia, no es un triunfo de un sector del país, es un triunfo de todos, un triunfo de la política sobre la guerra, así muchos no compartan sus ideas, o le tengan miedo. Después del 19 de junio de 2022, nadie podrá tener argumentos legítimos en Colombia para tomar un arma y proclamarse guerrillero.

Finalmente, lo más sabroso de esta victoria se llama Francia Márquez. Petro quizá habría ganado la presidencia sin Francia, pero junto a ella se legitiman las luchas del movimiento social (tremenda responsabilidad para una tremenda mujer). Esos movimientos sociales, los campesinos, los afros, los indígenas, las mujeres, los obreros, los artistas, los sectores populares salieron a votar por ríos, mares, trochas y carreteras. Y sí después de Petro y Francia esa Colombia marginal no encuentra espacios para desarrollarse, oportunidades de educarse, formas de conectar con el mercado, habremos fracasado como sociedad y el Establecimiento habrá ganado de nuevo.

Por: Juan Lorza