Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Colección personal de Jorge Gómez

El Pacífico, la manifestación plena de naturaleza

En mis épocas de universidad en Bogotá, tuve la fortuna de tener un buen número de amigos que venían de Cali y con los que compartí espacios de estudio, de deporte y por supuesto de rumba. Hoy pienso que, desde esa época, esas relaciones me estaban preparando para llegar a vivir en esta maravillosa ciudad. En esos años de juventud, siempre hubo algo que me llamó la atención de las historias que contaban, y es que, en la mayoría de las ocasiones, cuando el tema de conversación se relacionaba con irse a la playa y al mar, el 90% de las ocasiones el destino de los caleños era San Andrés. Yo no conocía bien Cali en esa época, si había venido un par de veces, era todo y por supuesto mucho menos había llegado al Pacífico, pero si miraba el mapa y me preguntaba, ¿y por qué no van al pacífico?, ¿no les queda como más cerca?

Ya viviendo en Cali, el comportamiento era el mismo, no había cambiado, todo el mundo habla en Cali de San Andrés como si fuera la playa de la ciudad y pues claro, nadie puede negar la belleza de las islas, es un destino paradisiaco, quien no quisiera estar allá cada vez que pudiera. Luego por cuestiones de trabajo empecé a ir a Buenaventura y para ser sincero, no era la mejor experiencia, para esos años la vía seguía en construcción y el tiempo en carretera era incierto, al mismo tiempo que lo que me tocaba hacer en el puerto no fue gratificante. Pero de nuevo, nadie me hablaba nunca de algo diferente a los problemas que siempre se habla de Buenaventura.

Curiosamente un día, en una conferencia, escuché a Esteban Piedrahita decir, que los caleños y los vallunos se deberían empezar a sentir costeños, sí, costeños del pacífico y que en la medida que lo hicieran empezarían a apreciar la costa pacífica en el verdadero significado de lo que tiene. Yo, que tuve la fortuna de vivir en la costa caribe me decía, y si, tiene razón, en el caribe hay pueblos que quedan a tres o cuatro horas de la costa y son costeños, mucha de su fortaleza como región es sentirse como tal de una sola zona geográfica, teniendo claro que no es lo mismo un vallenato, que un guajiro, o un cartagenero y un barranquillero, pero que los une el caribe, los une. A los pocos días le comenté a una amiga caleña, lo que Esteban había dicho y me dijo, ese señor está loco, como nos va a comparar a nosotros con la gente de Buenaventura. Pues bien, ahí empecé a profundizar en esa relación de espalda que ha tenido Cali y el país entero con la Costa Pacífica.

Pero me voy a concentrar en mi experiencia desde lo turístico. Como en este país no ha existido una cultura de turismo hacia el pacífico, mi experiencia con el mar, con mi familia, en mis vacaciones no se diferenciaba en realidad mucho de la de mis amigos caleños. Cuando se pensaba en mar y playa, se imaginaba uno siempre el caribe azul, el sol radiante, las playas blancas, las palmeras, las ciudades con infraestructura, etc. Ese es el imaginario de la gran mayoría de personas en Colombia, de este tipo de turismo.

Hace unos dos años y medio, tuve la oportunidad, de nuevo por trabajo, de visitar Juanchaco y Ladrilleros. Fue una visita de un día, realmente rápida y confieso que mi primera impresión no fue la más afortunada. Era un día lluvioso, las playas son negras, el muelle de Juanchaco no estaba en su mejor momento, nos movilizamos en un tractor, y yo pensaba, ¿este es el destino turístico del pacífico?, con razón no vienen, ¡ya entendí!

Sin embargo, el Pacífico me tenía reservado que aprendiera de él y de allí en adelante no hizo sino mostrarme maravillas cada vez que he tenido la oportunidad estar allá. De nuevo por temas laborales, tuve que continuar mis visitas a la zona, y empecé a adentrarme en Bahía Málaga y en el Parque Natural Uramba y así, poco a poco, empecé a descubrir varias cosas que quiero compartir con ustedes.

Lo primero, si uno quiere mar como el del caribe, pues hay que ir al caribe. Pero el mar es variado y rico en muchas cosas que hay que aprender a disfrutar, por lo que hay que cambiar el chip y estar dispuesto a aprender que el mar no es solo azul, cristalino y de sol pleno. El mar también es naturaleza, animales, aves, especies de todo tipo, plantas, arena negra, mar esmeralda, lluvia, etc. Hay que ponerse los zapatos de aventurero y conquistador hasta cierto punto.

Ya cuando uno cambia el chip y no está esperando ver lo que no va a ver, porque en el pacífico no hay, empieza a apreciar y a ver en realidad lo que hay y en cantidades maravillosas, como visitar las cascadas de la Sierpe, una caída de agua hermosa, donde claramente uno se siente en un lugar como de película, las Tres Marías y sus piscinas naturales, la Playa Blanca de Juan de Dios (increíble sí hay una de arena blanca), los esteros y manglares que se pueden recorrer en canoa, la llegada de un número incontable de aves en el atardecer a las islas al frente de Juanchaco, parece como una invasión de muchas especies, que se repite todos los días, y que decir de la comida, realmente, para mi humilde opinión, la comida del pacífico es muchísimo más apetitosa y variada que la del mar caribe y lo mejor, la despensa está al frente, en el mar y la frescura es inigualable.

Capítulo aparte merece la experiencia de avistamiento de ballenas, tuve la fortuna el año pasado de salir con unos biólogos marinos que llevaban con ellos un aparato que permitía oír el canto de las ballenas debajo del mar. Cuando me puse los audífonos, la sensación fue maravillosa, en realidad conversan entre machos y hembras, fue hermoso. Y pues si eso fue emocionante, ni que decir, cuando tuve la fortuna de verlas saltar, realmente es una sensación indescriptible, es la naturaleza en su máxima expresión, sin duda una de las sensaciones más emocionantes de mi vida. De hecho, ese día que vi a esas ballenas saltar, fue el día que decidí que quería dedicarme a los temas relacionados con el turismo y que realmente no había que ver el vaso medio vacío, sino medio lleno y que realmente somos unos afortunados por las cosas que tenemos en este departamento y en este país y hay que hacérselo conocer a todo el mundo.

Claro, hacen falta cosas para que Bahía Málaga sea un destino de clase mundial, pero lo cierto es que es un lugar único, privilegiado, hermoso y a tres horas de Cali.  Esperemos que los mismos caleños y vallecaucanos aprecien cada vez más con el tiempo, la joya que tienen tan cerca, pero que por tanto tiempo la han tenido tan lejos.

Jorge Alberto Gómez

@jorgealbertogo9