Revista Digital CECAN E3

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El paro y la conmoción social: dos caras de una realidad

Fuente: El Espectador – Por: Cecilia López Montaño | junio, 2021

En esta Colombia tan desigual nos une la tristeza y la preocupación. Tristeza por muertes y desapariciones que no han debido ser. Por una pandemia que nos pasa una inmensa cuenta de cobro. Por una violencia que no evitamos ni frenamos. Por una inseguridad desbordada y por una falta de democracia, de canales reales para que se expresen justificadas insatisfacciones frente a un Estado que no responde. Preocupación porque, más que salidas, hay incertidumbre sobre el futuro de esta pandemia y de la recuperación de la economía. Porque esa gran insatisfacción del 72 % de pobres y vulnerables no ve reformas de fondo ni solidaridad de todos.

Ante estos retos inmensos, lo mínimo es ponernos de acuerdo sobre el diagnóstico de lo que nos pasa y es en este punto donde se manifiesta esa profunda brecha entre distintos sectores del país. Las razones de estas grandes diferencias en la interpretación de lo que vivimos se encuentran en la mirada incompleta de los hechos. El punto de partida debería ser reconocer que lo sucedido tiene dos caras: un paro nacional y una convulsión social, la más grande que hemos enfrentado. Desconocer una de estas dos facetas impide entender lo que hoy se vive y llevaría a no tomar las decisiones que se requieren.

Para muchos es el paro el foco de su crítica hasta llegar a la conclusión de que “no tuvo efecto positivo para nadie”, como afirmó Carlos Caballero en su columna de El Tiempo, mientras Lucy Nieto de Samper califica la convocatoria al paro como “costosa, peligrosa y descomunal estupidez”. Obviamente los inmensos costos, $11,9 billones, las muertes, los desaparecidos y establecimientos comerciales afectados son razones para justificar estas posiciones. Pero esta mirada no toma en cuenta que el paro nacional abrió la posibilidad de la convulsión social que sacó a la luz las profundas injusticias de este país y que despertó a la juventud al mundo de la política. Y por la falta de canales democráticos, por el desinterés del Estado, por el poco apoyo recibido durante la pandemia, amplios sectores nacionales solo encontraron en la calle la forma de pedir lo obvio: una sociedad que responda a una juventud en profunda crisis no solo de ella sino de sus familias, realidad ignorada por décadas.

Es muy desafortunado que se hayan sumado fuerzas oscuras que pueden ser el resultado del freno al posconflicto que hizo este Gobierno, lo que causó muchos de los males que se han manifestado en esta movilización. Es una tragedia que jóvenes, la mayoría manifestantes pero también policías, hayan tenido que pagar con sus vidas este despertar de una sociedad sumisa que aceptó por décadas la concentración de los beneficios del desarrollo, la insolidaridad de quienes más tienen. Lo peor es que hasta ahora no hay soluciones reales a sus demandas, sino que por el contrario lo que sale como prioridad de muchos es lo que perdió la economía, que es mucho sin duda.

Ni el paro ni menos las manifestaciones pararán, por la falta de respuesta del Gobierno y de sectores de este país que no reconocen el quiebre que esta sociedad ha vivido. Por ello es fundamental que entendamos las dos caras de lo sucedido. La polarización del diagnóstico parcializará las medidas de fondo. Esto será fatal porque no parará un proceso que ya empezó y que sí obtuvo éxitos con unos costos inmensos en vidas, en sacrifico y también en términos económicos.