Diario De Una Curiosa | mayo, 2021
En un país en donde, no por su raza sino por su condición social, el colombiano es discriminado, violentado y deshumanizado (como se ve durante el paro), no se sabe qué hacer en cuanto a los ataques de la policía, del ESMAD, del ejército, de los paras y de la “gente de bien”. Y aunque no estoy de acuerdo con transponer problemas y no somos Estados Unidos y su racismo estructural, sí existe en Colombia, de parte de una cierta clase, un desprecio total hacia el ciudadano pobre.
Llámese indio, estudiante o jóven marginal, o cualquier persona que moleste al sistema colombiano cuya vida este desprecia, el sistema toma casi naturalmente la estrategia de atentar contra esta vida que de todas maneras tanto le estorba y que no necesita porque no le sirve.
En otras palabras, el problema de Colombia fue el guerrillero, hoy es el izquierdoso, el que bloquea y resiste a pesar de sus justas reivindicaciones. Ayer la campaña de Uribe fue Seguridad Democrática (contra la guerrilla), mañana será Seguridad por la Democracia, contra los “vándalos del paro”. Y venderá votos.
Son populares estas ideas en una clase media que siente que la única razón por la que no progresa es el otro que le estorba, el que es más pobre que él. Para el de clase alta, el oligarca, siempre ha sido una necesidad despreciar y oprimir al más empobrecido porque siente, sabe, que como lo tiene todo, como lo posee todo, a la menor libertad, a la menor mejora de su calidad de vida, el pobre se volverá contra él. Lo cual es falso. Un pequeño alivio al hambre no genera ante el pobre más que agradecimiento hacia su gobierno y su patrón, tristemente. Pero el rico no quiere compartir.
No se compara, sin embargo, estas ideas prejuiciosas y superficiales con la formación y la manera de actuar perversa y sistémica de las fuerzas militares colombianas. Mientras los muchachos de la policía son un grupo de “guignols” (marioneta o payaso en francés) que codeados son capaces de “matar la mamá”, por bobos; las Fuerzas militares de pecho hinchado y “de la mano de Dios” manejan en su discurso y en su actuar ideas fascistas que no esperan más que a ser aplicadas, en un gobierno ideal que sí les diera el lugar que se merecen, como lo hizo el general Pinochet. Porque “ellos sí saben cómo arreglar el país”. Es decir, a punta de bala y más bala, y jugando jueguitos de escondite con los cuerpos de los que “no debieran de existir”.
Se viene para América Latina o una nueva era de dictaduras de extrema derecha o una era de liberaciones sin precedentes, las cuales no serán logradas sin sangre. Colombia, víctima de su orden forzado para ser ejemplo de América Latina frente a los Estados Unidos, clama libertad. Clama el digno ejercicio de su vida política.
Demasiados años han pasado, demasiada sangre se ha derramado.
Los colombianos saben, son conscientes, de que si no ganan, nueva sangre será derramada. Esta, esta es la verdadera razón de su encarnizamiento por seguir de pie en el paro, de su indignación impoluta, de su temple frente a las balas y a pesar del miedo que se instala cada noche. Sin embargo, la sangre que será derramada esta noche pagará, tal vez, por los cambios que vendrán.
Porque si no vienen los cambios, se pagará la vida con los lutos de los días.
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