En el pasado día del padre, estuve muy triste recordando a mi padre que se fue ya hace casi dos años, es duro saber que no puedo contarle mis alegrías, o consultarle mis inquietudes y más triste aún porque no conoció a mi nieto. Sí, fue un día del padre nostálgico, pero en medio de la nostalgia estaba muy emocionada por felicitar a mi hijo en su primer día del padre, título que se ganó hace tan solo tres meses; y me dio mucha más alegría leer las palabras de mi nuera, pues le escribió que mi nieto “se ganó la lotería” con el papá que ella escogido para él.
Y eso de ganarse una lotería sí que es algo difícil, y más en el sentido en el que ella, mi nuera, lo escribió. Porque muchas no pensamos en todos los detalles que implica ser papá, cuando de escoger se trata.
Pero esa expresión GANARSE LA LOTERIA me llevó directamente a una situación que viví un diciembre de esos en los que todavía podía salir sin riesgos de contagios y sin tapabocas.
Nunca compro loterías, porque soy muy consciente de lo casi imposible que es ganárselas, sé que la probabilidad es generalmente del 0,001%; pero hay un número que me persigue al derecho y al revés y esperando a que llegara la hora de una cita, entre a un centro comercial a comprar pastillas para la garganta y paso obligado estaba la venta de loterías; vi el número que me persigue y vi que rifaba, así como a la carrera 18 millones y dije “hombre no caen mal” me pareció carísimo el billete por 25 mil, pero me dio pena no comprarlo habiéndolo pedido.
Ya con él en mi mano caí en cuenta que era el famoso sorteo extraordinario de Navidad y no eran diez y ocho millones, sino diez y ocho mil millones- hasta susto me dio.
Muy emocionada, claro, comencé a hacer la distribución; tanto para Julano para que haga sus proyectos, tanto para Sultano, tanto para Mengano, tanto para Menganito, etc, etc., y aun así alcanzaba para muchos, muchos más. No deja de ser una ilusión, poder hacer una larga lista en la que entraban por supuesto, mis hermanos, mi hijo, mi madre, hasta mis tíos y hasta a mis primos.
Esa noche jugaba esa lotería, intenté quedarme despierta para sentir la ilusión del sorteo, pero convaleciente como estaba de un virus me dormí sin saber si todos pasaríamos a mejor vida. Era tal la emoción que me produjo encontrar el número que me perseguía, que no solo compré ese billete de lotería, sino que en mis sueños siguió la película de cómo distribuiría tanto dinero, tanto que repartía y repartía y me seguía sobrando aún hasta para algunos no tan amigos pero que consideraba les caería bien esa ayuda económica.
Al despertar la mañana siguiente a mi compra, lo primero que hice fue esperar los resultados en los noticieros, al no escucharlos busqué en el que todo lo sabe, antes de bañarme ya estaba con el portátil prendido y consultando en Google los resultados del sorteo extraordinario de Navidad, que por cierto son muchos y paso a paso verifiqué números, con serie, sin serie, invertido, etc, etc., y total, llegué a la más dura realidad, esa noche perdí $18.Mil Millones de pesos más $25.000 que me costó el billete.
¡Creo que eso que viví 24 horas, es lo que viven los viciosos del juego, motivo por el cual me animé a consultar sobre el particular!
Nunca me imaginé que existieran tantas personas, con la urgencia psicológicamente incontrolable a jugar y a apostar de forma persistente y progresiva, y menos que estas personas llegaran a afectar de forma negativa su vida personal, familiar y vocacional sin importarles, y sobre todo sin saber, que es un trastorno de los impulsos, una adicción y mucho menos que existía un término para denominar este trastorno, la ludopatía.
“La ludopatía se caracteriza por la dificultad para controlar los impulsos. Tiende a manifestarse en la práctica compulsiva de uno o más juegos de azar. Puede afectar la vida diaria del adicto, de tal forma que la familia, el sexo o incluso la alimentación pasa a ser algo secundario. Por ello, no se le debe de confundir con un vicio, ya que la ludopatía es una grave enfermedad crónica, una adicción.”
Muchos estamos confundidos y si lo reconozco, yo siempre he tenido mi recelo pensando en el juego como un vicio y descubrí que es una enfermedad.
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