Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

¿La estupidez gana?

“Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy realmente seguro de lo segundo”: Albert Einstein ya avizoraba que la estupidez podría ganar cada vez más espacio entre la humanidad.

Hace dos años la Universidad Externado de Colombia organizó un seminario titulado: “La estupidez, una reflexión urgente”. Se hablaba de la estupidez como la inacción, quedar paralizado o aturdido. Se la definía como la ausencia de solidaridad con el otro, o actuar de manera déspota.

Se resaltaba que la estupidez es más dañina que la misma ignorancia; que es preferible la ignorancia inconsciente a la estupidez informada, que las guerras son estúpidas pues privilegian la violencia sobre la inteligencia. “Es una locura hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”, lo dijo Einstein.

Hay que tratar urgentemente la pandemia de la estupidez, pues se subestima el número de estúpidos que circulan por el mundo. Su rebrote es producto de un pueblo ignorante pero eximido de culpa por su condición.

No ocurre lo mismo con los profesionales que, o son culpables, o al menos responsables intelectualmente; al creer que su única responsabilidad es con el conocimiento y la investigación en su profesión.

Vivimos un mundo inconsciente y sin rumbo político que siempre ha tratado lo urgente y ha aplazado lo importante. Y si lo importante es no dejar de hacerse preguntas; ¿no será que llegamos tarde a reflexionar sobre la estupidez?

¿Hay que aceptar que el pensamiento único e impuesto por el sistema, ese conjunto de fuerzas que habitan en la cúspide de la pirámide del poder, triunfó? ¿Hay que aceptar que el pensamiento único se transformó en ideología que cobija los intereses de todos? ¿Es ese el pensamiento que se erige hoy como el único aceptable? Pocas personas son capaces de expresar con ecuanimidad opiniones que difieren de los prejuicios de su entorno social, es más, la mayoría es incapaz de formarse opiniones.

Lo más grave es que el pensamiento lógico y lineal no permite comprender muchas cosas. ¿Está bien entonces imponer una única forma de entender el mundo?, ¿es ético?, Las personas víctimas de esta epidemia no están conscientes de hallarse bajo un estado de esclavitud mental. No es coincidencia que sea ese el pensamiento de quienes creen que moralmente están por encima de los demás. Uno de los mayores problemas de la humanidad es que los estúpidos viven seguros de todo, mientras que quienes reflexionan dudan. ¿Hasta dónde se multiplica la estupidez cuando la asumen las masas?

La magia, la fantasía y la imaginación fueron poco a poco castradas, sin dolor y sin consciencia desde la educación primaria. Ayer y hoy la educación no ha tenido en cuenta que la imaginación es tan importante como el conocimiento. Esa imaginación que permite dudar y buscar nuevos caminos. El pensamiento único: “es una especie de doctrina viscosa que, insensiblemente, envuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y acaba por ahogarlo”.

Esta tendencia, asociada a un régimen político, social e ideológico; el neoliberalismo, implantado después del fin de la guerra fría por personas conscientes de que había llegado la hora de hacer un cambio en todo el mundo, un giro que otorgaría más poder a los poderosos gracias a la explotación de otros, del consenso de la opinión pública del norte y la sumisa aceptación del sur. La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa. El estúpido es más peligroso que el malvado, y las personas no estúpidas subestiman el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan que en cualquier momento y lugar, en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente en un costosísimo error.

¿Es tal vez el momento de aceptar la derrota del pensamiento crítico? Aquel que se propone analizar, entender o evaluar la manera en la que se organizan los conocimientos, en particular las opiniones o afirmaciones que en la vida cotidiana se aceptan como verdaderas. Hoy la información manipulada está dando muerte al conocimiento. Estamos viendo que las convicciones son enemigos más peligrosos de la verdad que las mismas mentiras.

Ya no hay tiempo de tener tiempo, no hay tiempo de leer, no hay tiempo de tertulia. Allá los académicos y románticos de las ciencias humanas que (en la catarsis de sus soliloquios) creen aún en la existencia del pensamiento ilustrado. No hay forma de resistir la colonización de las mentes. La manipulación de ellas es hoy en día tarea fácil, como bien lo sostiene Noam Chomsky en sus ‘Diez estrategias de manipulación a través de los medios de comunicación’. Las mentes han sido domesticadas de tal manera que se han olvidado de someter a reflexión permanente todo aquello que dicen o todo aquello que hacen, llegando al extremo de creer por racional aquello que simplemente es irracional. Se ignora que la alegría de ver y entender es el más perfecto don de la inteligencia y la naturaleza.

No es posible huir al pensamiento único y a las conductas únicas como religión suprema sin ser señalado como persona incómoda. Hoy predomina el hombre unidimensional. Aquel pensador que monopoliza foros, conferencias o seminarios académicos, intelectuales y políticos. No se logra entender que la mente es como un paracaídas… solo funciona si la tenemos abierta.

Si nuestro país, docto pero ignorante, se hizo loco y estúpido bebiendo información -no conocimiento- de fuentes contaminadas, ¿debemos todos beber de ellas y así hablar el mismo idioma para no ser declarados locos e incómodos?

Mientras la humanidad permanezca dentro del agujero negro de la estupidez es mejor esperar a que la materia racional le vuelva a ganar a la antimateria irracional. Claro, hay que estar observando el horizonte cósmico en búsqueda de un nuevo big bang, un renacimiento del universo que con su expansión nos traiga nueva materia, nuevos tiempos, nuevos espacios… y renovados pensamientos.

¡Triste época la nuestra!

Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.