Revista Digital CECAN E3

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La naturaleza está viva: ¿Qué es el organicismo?

Carlos Eduardo Maldonado | Desde Abajo

La crisis ambiental tiene muchas formas: incendios, deforestación, riadas, tifones, huracanes, derretimiento de los polos, subida del nivel del mar, por ejemplo; los ritmos de la crisis son crecientes y cada vez más universales. La naturaleza nos habla: debemos poder escucharla. Mejor aún, la naturaleza está viva: emerge, con vitalidad, el organicismo, una experiencia de la vida y la naturaleza que encuentra sus raíces en lo mejor de la humanidad.

Recientemente se han presentado acontecimientos sorprendentes: son numerosos. Las temperaturas en Canada alcanzan grados hasta la fecha no padecidas y varios cientos de personas han fallecido. Sucede igual en Estados Unidos, en el llamado Valle de la Muerte donde el fallecimiento de decenas de personas da cuenta de la crudeza del fenómeno. En este mismo país, en el estado de Nevada, hay un reconocimiento tardío pero fáctico: son un desierto: el agua dulce escasea, y todos deberán acostumbrarse a la escasez del agua potable. Por su parte, en California los bosques se incendian y el fenómeno es incontrolable.

En Alemania, en el estado de Renania-Palatinado, se han presentado inundaciones y desbordamiento de ríos que han ocasionado la muerte de cerca de doscientas personas. En Bélgica, el pueblo de Pepinster, en el sur del país, fue totalmente arrasado por riadas, y la población carece de luz y energía, pero son varios los poblados anegados por inundaciones y desbordamientos de ríos.

Estas noticias han atravesado al mundo entero, sencillamente por dos razones: porque se trata de países ricos, y porque jamás se habían presentado en esas regiones del mundo, fenómenos que son relativamente usuales en América Latina, Asia y algunas zonas de África.
Esta clase de noticias se hacen cada vez más frecuentes alrededor del mundo. Todo mientras la pandemia del covid-19 no cesa. La naturaleza nos habla. Nos habla en virus, en inundaciones, en tifones como en el sureste asiático, en huracanes como en el Atlántico, en sequías y en fuegos incontrolables. La naturaleza habla numerosos lenguajes, mientras que los seres humanos sólo hablan uno, en cada caso, y ocasionalmente emergen y se extienden linguas francas.

Una realidad que nos lleva a recordar los cuatro niveles de los fenómenos climáticos y ambientales: cambio climático, calentamiento global, crisis climática y catástrofe climática. Se trata de niveles de complejidad, y por tanto, de niveles en los que nos acercamos a puntos o estados de irreversibilidad. La expresión más crasa y puntual de esta irreversibilidad se denomina: los límites planetarios, identificados por el Instituto Stockohlm en 2008. Los cuatro niveles de crisis tienen una razón clara y contundente: se trata de crisis de origen antropogénico. Esto es, debido a esa pandemia para la biosfera que son los seres humanos. Tal cual.

Origen de una idea y una experiencia

El planeta está vivo; esto es, no hay vida en el planeta. De hecho, el origen de la vida en el planeta fue al mismo tiempo el origen del planeta como un organismo vivo. Quizás, en tiempos recientes, la expresión más puntual de la idea de que la Tierra es un organismo vivo se encuentra en la obra del geólogo suizo Eduard Suess (1831-1914). Posteriormente, es Vladimir Vernadsky, combinando geología, cristalografía, y geoquímica, quien formula en 1926 la idea de la biosfera, esto es, el planeta como un sistema vivo.

Hay ideas, teorías, descubrimientos que, a veces, nacen en el lugar y el momento inapropiados, y deben esperar, como el letargo de las plantas, condiciones mejores para prosperar. Vernadsky desarrolla su obra dos años después de la muerte de Lenin, mientras Stalin sube al poder y empiezan los actos violentos que van a conducir a la imposición del stalinismo en la Unión Soviética. Vernadsky será redescubierto, en la propia Unión Soviética y en Occidente apenas en los años 1960-1970.

En cualquier caso, una cosa queda clara: más vale no hablar de Tierra y de planeta, que son conceptos físicos o fisicalistas, sino, mejor de biosfera, que alude a un organismo vivo. Pues bien, en los años 1960, James Lovelock formula, conjuntamente con la bióloga Lynn Margulis la hipótesis de Gaia, que se desarrolla en los años 1970 como la teoría de Gaia, y finalmente en los años 1980 se afirma como la ciencia de Gaia. El mundo jamás volvería a ser el mismo. Se consolidaba, así, una visión organicista del planeta.

La historia del organicismo aún está por ser escrita. Sin embargo, es evidente que encuentra sus mejores expresiones en la obra de alemanes como Alexander von Humboldt y Johann Goethe, los cuales, sin embargo, están acompañados por otras figuras menos conocidas, como Buffon, Blumenbach, Von Haller, los dos hermanos Humboldt, Purkynje, Hering y Land.

El organicismo se contrapone a la concepción mecanicista y reduccionista de Newton –la cual terminará por ser la vencedora en la modernidad–. Según el organicismo, no existe ninguna división o separación alguna entre los seres humanos y la naturaleza, y ésta debe ser vista como un proceso de trans-formaciones de la forma, en una historia que pone en evidencia que la naturaleza no tiene una forma determinada, y ciertamente no una forma a priori y definida de una vez y para siempre. La naturaleza es una unidad vida en constante despliegue. Spinoza ya había anticipado una idea semejante, ese filósofo judío odiado por católicos, judíos, calvinistas y luteranos por igual, debido justamente a sus ideas de orden panteísta. Todas las cosas son una expresión de una voluntad de vida y de una pulsión de vida, que Spinoza denomina conatus.

En verdad, el antecedente más inmediato del organicismo es el panteísmo, que ulteriormente remite a lo mejor de la tradición pagana y de los pueblos bárbaros, que incluye al hilozoísmo y al panpsiquismo; diversas aproximaciones a un solo y mismo fenómeno: la naturaleza, que incluye entonces no únicamente a la biosfera, es un sistema vivo, o bien que exhibe vida, o bien que exhibe inteligencia.

Todo lo contrario a la idea de un dios único creador tanto como a una tradición mecanicista, determinista y reduccionista.

Pues bien, el organicismo hace su entrada en escena, inicialmente como un actor de reparto y posteriormente como un actor estelar, gracias a autores como von Foerster, von Bertalanffy y G. Bateson; esto es, con el pensamiento sistémico.
Hoy por hoy, la mejor expresión del organicismo lo constituyen las ciencias de la complejidad. Sería un tema largo justificar, señalar los autores y los argumentos en esta dirección.

El organicismo no es ni animismo ni vitalismo

Análisis finos se imponen, aquí. El tema de base es la crisis ambiental de escala global y sistemática de origen antropogénico. Esta crisis ha sido condensada con un diagnóstico serio: asistimos, actualmente, a la sexta extinción masiva. Sin embargo, grave como es la situación, no es determinista y ciertamente no fatalista.

El organicismo encuentra los mejores antecedentes en tres líneas distintas, pero coincidentes: el panpsiquismo, el hilozoísmo y el panteísmo. Las raíces de estas tres experiencias de la naturaleza y la vida conducen directamente al Paleolítico, que constituye el 97 por ciento de la existencia de la especie humana; sin embargo, paradójicamente, es ampliamente desconocido. Por su parte, la historia humana que sí es más conocida constituye apenas en 3 por ciento de esta experiencia, que cubre desde el neolítico hasta el día de hoy, aproximadamente 7000 años. Ignorar el 97 por ciento de algo o alguien es prácticamente desconocerlo todo. En el paleolítico no había un conocimiento de la vida como lo tenemos hoy, pero sí había una experiencia de la vida. Una distinción sutil.

La historia del animismo –esto es, que todas las cosas están animadas– llega, en ciencia, hasta los trabajos de L. Pasteur, quien da al traste con la idea de origen aristotélico de la generación espontánea como explicación sobre el origen de la vida. Sería, a comienzos del siglo XX, específicamente gracias a los trabajos de G. Canguilhem cuando, por su parte, el vitalismo desaparece en el espectro de la ciencia.

El animismo y el vitalismo fueron las últimas expresiones de mala ciencia o de pseudociencia, cuya expresión más reciente fue el holismo; esto es, la idea de que todo está conectado con todo.

El organicismo es la tesis que afirma que la naturaleza es un sistema vivo; de manera puntual, que la biosfera no es, en absoluto un fenómeno físico en el que la vida sobrevenga. Pensar en términos organicistas no es diferente a desarrollar una estructura mental ecológica. Así, un organicismo implica, concomitante y necesariamente, una comprensión en términos de nichos ecológicos, biomas, biología del paisaje, ecosistemas y demás. Así, la biosfera no existe al margen de ni por fuera del ecosistema más inmediato que es el sistema solar.
La historia de los fundamentos científicos del organicismo es exactamente la historia de comprensiones inter, trans o multidisciplinarias, según se prefiera.

Una observación puntual se impone en este punto: el descubrimiento de la vida es un fenómeno muy tardío en la historia de la humanidad, o bien, lo que es equivalente, perfectamente reciente. No sin antecedentes en algunos momentos recientes de la historia, la vida como un problema de investigación aparece apenas a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI.

Economía ecológica y ecología política

Que la crisis ambiental tenga un origen antropogénico comporta aspectos eminentemente políticos. La política tiene que ver con todos los asuntos de la polis, y la polis es un caso particular del oikos. Así las cosas, la ecología se transforma en ecología política y la economía –esto es, el cruce de los temas y problemas entre la polis y el oikos– se transforma, a su vez, igualmente, en economía ecológica. En otras palabras, la crisis climática implica reflexiones y consideraciones que ponen inmediatamente sobre la mesa, a plena luz del día, a las implicaciones y consecuencias de una crítica de la economía política tanto como lectura política de los temas ambientales.

En otras palabras, la política y la economía significan hoy en día una tematización de las formas de vida, los retos para la vida, y el manejo y las relacione con la naturaleza. El Estado, que fue el referente primario y clásico de la política aparece ahora como un instrumento cuya finalidad es el cuidado de la vida en todas sus formas, expresiones y escalas.

Atender a la crisis climática sin tocar nuclearmente la función de producción resulta inocuo e ignorante. De un lado, cualquier pelea que establezca el ser humano con la naturaleza, la lleva perdida. Y, de otra parte, al mismo tiempo, cualquier política, en cualquier sentido, que pretenda superar la crisis ambiental sin modificar la función de producción está condenada al fracaso.

La función de producción es la expresión puntual de una ecuación errónea y que es el fundamento de la humanidad occidental, a saber: el ser humano es una estancia superior y externa a la naturaleza y ésta sólo existe para sus fines y necesidades. Es lo que se expresa, equivocadamente, como recursos naturales. En este sentido, planes, programas y estrategias como los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) tanto como la Carta de la Tierra, están condenadas al fracaso. Se trata de buenas intenciones sin contenido alguno.

Existe una confluencia cada vez mayor entre la economía ecológica y la ecología política. Aunque no sea explícita, la base para su puesta en diálogo recíproco es el organicismo.

Sintomáticamente, el organicismo coincide con el saber de los pueblos tradicionales. En América Latina, por ejemplo, con la sabiduría del pueblo mapuche, el de los pueblos andinos, con el quechua y el aymara, en Colombia con la sabiduría que se decanta en el idioma muisca, en centroamérica con el quiché y la sabiduría maya, por ejemplo. El organicismo sí fue conocido por otros pueblos y culturas y pervive en la mejor tradición de los sabedores, los taitas, los chamanes. Algo que escandaliza a quienes sólo saben de políticas públicas, de Estado y gobernabilidad. Y también algo que escandaliza a la ciencia normal.

Existe un negacionismo doble: tanto el negacionismo a la sabiduría de los pueblos originarios, como el negacionismo de la sabiduría de la naturaleza. Que es cuando se observa una amplia ignorancia con respecto a la antropología, la historia, una parte de la filosofía y, manifiestamente, de lo mejor de la biología y la ecología hoy en día.

Este negacionismo ve los incendios, las inundaciones y las crisis ambientales como fenómenos puntuales, episódicos, y sin significado alguno. No entienden que la naturaleza nos está hablando; y que está empleando diferentes lenguajes, al mismo tiempo, para ver si logramos entenderla. El mensaje, sin embargo, no parece ser demasiado complicado: los seres humanos se olvidaron de vivir bien, de saber vivir y de llevar una vida plena (suma qamaña, sumak kawsay y utz’ kaslemal –en quechua, aymara, y quiché, correspondientemente). Esto es, en otras palabras, se olvidaron de vivir con y del lado de la naturaleza.

Pues bien, la expresión más crasa de esta ignorancia es el neoliberalismo y todo el sistema de libre mercado incluyendo sus aristas éticas, axiológicas, religiosas y culturales.

El futuro inmediato de la crisis climática

La crisis climática seguirá produciéndose sin la menor duda. Ya es un hecho establecido que los polos se están derritiendo, que el calentamiento global es un fenómeno mundial, que los huracanes, tifones, inundaciones, incendios, sequías, lluvias, riadas y demás seguirán teniendo lugar. Las ciudades costeras desaparecerán en el futuro inmediato, en el espacio de veinte a veinticinco años. A partir de la fecha.

El agua tiene memoria, tanto como los bosques y las selvas. La bibliografía al respecto va siendo cada vez más amplia y consolidada, aunque poco estudiada del lado de la ciencia normal. Mientras que la memoria humana es de corto alcance, la memoria de la naturaleza abarca siglos y milenios, por decir lo menos.

La deforestación del Amazonas es terrible. La construcción de presas hidroeléctricas es un crimen contra los ríos y los paisajes. La quema, espontánea o provocada, de bosques y selvas es un auténtico crimen de lesa humanidad. La obsolescencia programada es la perversión máxima de un sistema productivista enfermizo.

El mayor número de crímenes y asesinatos hoy por hoy alrededor del mundo es fundamentalmente contra ecologistas y ambientalistas. Una mirada al mapa de crímenes, sistemáticamente organizados y ejecutados es dramático (cfr. https://ejatlas.org/). La defensa del medioambiente se ha convertido en un asunto agónico. Y es porque la vida ha sido descubierta como un tema inaplazable, en cualquier sentido o acepción de la palabra.

Los temas, sensibles, de equidad, pobreza, impunidad, corrupción, violencia en todas sus expresiones, y la defensa de los derechos humanos son una sola y misma cosa con una comprensión de que la Tierra es un organismo vivo, y que el sistema de libre mercado es crimen sistemático y estratégico contra la naturaleza; y entonces, también contra pueblos, naciones, sociedades y culturas.

Estamos viviendo una profunda crisis climática. Se trata, en otras palabras, de una crisis civilizatoria. Pero mientras que hay una civilización que se hunde inexorablemente, hay otra que emerge, con optimismo, con decisión, con mucha voluntad de vida, en fin, de cara a la naturaleza y viviendo conforme a ella.

En una palabra, el organicismo es la expresión puntual de una experiencia de la vida, que no comienza ni termina en el ser humano. Pero que sabe que vivimos en el mejor de los mundos posibles.