¿Cómo llegó Cali a ser la ciudad capital que más vidas cobra por cada 100.000 habitantes en Colombia? ¿Cómo soporta una comunidad territorial la muerte de más de 300 conciudadanos en siniestros viales y más de 1.000 por homicidio? ¿Por qué son los jóvenes hombres entre 21-25 años los que más mueren en las vías[1]? ¿Existe alguna causa estructural que coincida con tan bajo valor de la vida? Estas no son más que algunas preguntas que circularon de manera constante entre cafés, videollamadas y chats previos al cierre del año.
Respecto a la multiplicidad de aproximaciones y ante la insuficiencia para la comprensión, siempre sale el común “La cultura”, pero al profundizar en los aspectos de la cultura, se abre otra discusión ¿Qué es cultura? Y las respuestas vuelven a generar una explosión de interpretaciones. Pero en práctica, existe una característica general del comportamiento del caleño que es utilizado de manera favorable para vender una imagen positiva del sujeto, este es, la espontaneidad o el ser “salsita”.
El ser “Salsita” el de la foto, el video, la chicanería como lo sintetiza la Orquesta Calibre, en su pegajoso coro, trae consigo en la vida cotidiana una estética de la adrenalina y la velocidad en sentido de la aceleración o la espontaneidad; de la oportunidad de adelantar otro vehículo por el huequito que dejan o elsemáforo en rosado como el famoso Vivo Bobo; e inclusive podría explicar quela mayoría de las 25.000 llamadas a la línea 123 estuviera relacionada a violencias asociadas a la convivencia.
Afirmó el escritor Huxley, que la velocidad, es el único placer inventado por la modernidad en el siglo XX; es decir, no es sólo culpa de la cultura del narcotráfico la cantidad de muertos en las vías, la promesa de la modernidad trae consigo una responsabilidad especial en las demás muertes de la ciudad.
Y es que cada Siglo trajó consigo una revolución tecnológica que implicaron cambios sociales; recordemos lo que implicó socialmente en el siglo XVIII la máquina a vapor, en el Siglo XIX la electricidad. Estas transformaciones tecnológicas, cada vez más cercanas a la cotidianidad, se convirtieron entonces en las conquistas del hombre moderno, y que en su nombre, ofrecen obstáculos culturales a lo que podrían ser los avances del siglo XXI.
En lo urbano, que es donde tenemos centrada la mirada, el proyecto del nuevo Siglo tiene unos compromisos éticos con la vida y con la madrecita tierra para la reducción de las desigualdades y la generación de equidad entre personas, especies y ecosistemas. Esta visión trae consigo retos contra la ficción de la modernidad, como por ejemplo, el de la aceleración que se manifiesta en programas como la reducción de velocidades urbanas, la ampliación de los espacios para la movilidad activa; ambos compitiendo contra el marketing de las ensambladoras de vehículos y su famoso indicador “De 0 a 100 en x Segundos”
Esta visión es una invitación a conocer otros modos de entender el progreso, quizá a una velocidad justa[2], en sintonía con los procesos del movimiento Slow que sugiere abordar los problemas concretos de la crisis ambiental, social y cultural que se están dando. Pero existen caminos que obstruyen la solución, que van desde la negación del problema, la indiferencia, la resignación cómoda o la desconfianza cultural para que nuestra sociedad pueda solucionar sus problemas.
Respecto a las cuestiones iniciales, no tenemos certeza de herramientas concretas para reducir las víctimas de homicidio, la verdad no creemos que la respuesta del civismo sea suficiente; sin embargo, sabemos que en movilidad reduciendo el impacto de la velocidad en el evento de tránsito se pueden reducir entre el 20% y 40% de las víctimas mortales y amplias reducciones en lesiones personales.
Lo cierto es que no podemos esperar que el gobierno sea los que planteen las soluciones, pues si usted y yo no hacemos un compromiso con la vida, no lograremos grandes victorias por la vida de nuestros conciudadanos. Bien decía Marcela Hernandez (@LLimonh), que el principal obstáculo para la garantía de los derechos humanos en Cali, eran sus propios habitantes.
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[1] Según los rangos de edad del informe estadístico de seguridad vial 2019 de la Secretaría de Movilidad. Disponible en: https://www.cali.gov.co/movilidad/publicaciones/154290/boletin-emergencia-sanitaria/
[2] Decía María Cano Márquez (1887-1967) la líder obrera del Siglo XIX Y XX “Ocho horas para trabajar, ocho horas para dormir y ocho horas para lo que se nos dé la gana” actualmente ese nos dé la gana es tiempo de transporte. pero lo dialogamos después
John Fredy Bustos López
MSc. Ciudad y Urbanismo
Integrados.
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