Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Los medios y la democracia

Agradezco al sistema de Medios de CECAN la invitación a ser parte de su grupo de columnistas, o escritores, como lo llaman ellos. Este ejercicio es fundamental para construir una democracia sana, una ciudadanía libre y una opinión pública con criterio. Espero estar a la altura de tan noble, valiente y decidida invitación. El objetivo de esta primera columna es resaltar la importancia que los medios de comunicación libres, independientes y autónomos tienen para consolidar un sistema democrático robusto. 

La democracia no es solamente votar cada cierto tiempo en elecciones periódicas, libres y competitivas; esta involucra mucho más. La libertad de asociación, de expresión, de opinión y de información son otros de los pilares fundamentales de la democracia, y a veces no se les presta mucha atención. Las sociedades nacionales que se precian de ser “modernas y civilizadas” han abrazado la democracia liberal y el libre mercado, y a veces, esas dos formas de organizar la vida social se contraponen. Por ejemplo, se asume que todo debe estar dentro de los linderos del mercado, incluso la comunicación. 

Desde que se volvieron importantes a finales del siglo XIX con la consolidación de la vida urbana, los grandes medios de comunicación, en el mundo entero, son empresas o parte de grandísimos conglomerados empresariales. Eso afecta la independencia y la labor periodística. En esta misma línea, las élites políticas han usado los medios de comunicación para legitimarse, aún más. 

En Colombia, los dos grandes canales de televisión privados pertenecen a robustas redes empresariales. RCN es propiedad del Grupo Ardilla Lulle, que a su vez es dueño de varios ingenios azucareros, empresas de gaseosas, entre otros. Caracol, ha sido parte del grupo empresarial dirigido por la familia Santo Domingo, que también es dueña de Cine Colombia, Linio, Gases del Caribe, Stock Models, Ditransa y Koba International Group (empresa dueña de los almacenes D1), entre otras. 

Así como los grandes canales, los medios impresos, que han incursionado en la comunicación televisiva, también son propiedad de grandes emporios. El grupo editorial El Tiempo, con su canal City Tv, pertenecen al “pulpo” de Luis Carlos Sarmiento Angulo, magnate del sector financiero y bancario que controla el Grupo Aval y Corficolombiana, contratista importantísimo para el Estado colombiano en asuntos de infraestructura. Y Publicaciones Semana, que perteneció a las familias de la élite liberal de los López y los Santos, hoy es de los Gilinski, quienes también son dueños del Banco GNB Sudameris, Bancolombia, Servibanca, Rimax, entre otras.     

Cabe al menos la sospecha sobre la calidad de información que estos medios generan y publican. ¿Responden a los intereses de sus dueños o del deber profesional de informar desde todos los puntos de vista? No quiero usar el término “objetividad”, pues no es más que un espejismo en las ciencias de la comunicación. Comunicar es un acto esencial para construirnos como seres humanos, y partiendo de ese principio no es objetivo, pasa por toda nuestra subjetividad. Sin embargo, cuando se tiene la responsabilidad de comunicar a millones de personas, es un acto de respeto a la inteligencia de los demás hacerlo presentando todas las aristas posibles. No se busca la “objetividad”, pero sí la intersubjetividad, que debería ser la labor periodística por excelencia. 

Cuando se procura al mayor número de voces, se practica una apuesta democrática superlativa, y el espectador podrá formarse su propia opinión de los hechos y de los acontecimientos, porque él debería tener herramientas para agenciar su propia visión. No obstante, el mayor énfasis que hacen todos los grandes medios es en publicitar la versión oficial, la del establecimiento, la del poder, la de la élite, la de los intereses de sus dueños. Esto deja de lado uno de los principios fundamentales de la comunicación social, y por ende de la democracia.

Lo anterior afecta a la democracia en la medida que la opinión pública que se forma es la réplica de la opinión y los intereses publicados, y camuflados, de los grandes medios de comunicación. Los ciudadanos toman decisiones dentro del sistema político- sea de partidos o electoral- con base en las opiniones construidas. Y si las fuentes en las que se forman esas opiniones que darán lugar a las decisiones están influenciadas, y hasta manipuladas, por los intereses de los grandes emporios, no son libres, autónomas, ni democráticas. 

Esto hace que no se consolide una opinión pública, sino una opinión publicada, y que los niveles de agencia de las personas que consumen esos medios estén limitados. La magia de estos medios es la sutileza, está en los tiempos, en las palabras, en las presentaciones, en las entonaciones y en mostrarse, supuestamente, “objetivos e imparciales”. No hay espacio para el error ni para el desliz. Las personas que se creen informadas por ver noticieros de los grandes medios son diezmadas por su propia ingenuidad. Hay que tener cuidado y siempre estar alerta al acercarse a esos medios porque su magia está en hacernos creer, actuar y sentir cómo ellos quieren.  

Sin embargo, hay medios alternativos, independientes, que no le deben nada a nadie, que buscan todas las versiones y aristas, que se le plantan duro al poder desde su modesta posición y que necesitamos tanto como ellos nos necesitan. Estos medios son, tal vez, el último bastión de la democracia informativa y hay que protegerlos, apoyarlos, ayudarlos y patrocinarlos. Hoy son muy importantes porque son testigos de la historia, ejercen labores de veedurías, fiscalizaciones y denuncias, documentan y graban los hechos en los lugares que se presentan. Han tomado como línea editorial ser la resistencia al poder. Han asumido su rol en la sociedad como el verdadero “cuarto poder” y no estar amangualados en cócteles, contubernios, ruedas de prensa oficiales, entrevistas prepago, ni negocios con el establecimiento, la élite y el poder político y económico.    

Es por ello que ejercicios de “contra-información” como los que hace José Alberto Tejada Echeverri y Jhonatan Buitrago son valiosísimos para salvar algo de democracia informativa que queda en este país, en este momento de crisis social, inédito en nuestra historia. El Canal 2 de Cali se ha constituido, en este estallido social, como referente de un periodismo de calle, de barriada, de barricada, y, lamentablemente, de guerra. Le han puesto la cara a los gases y el pecho a las balas. Gracias a ellos, muchos podemos ver, en vivo, en directo y sin edición, la brutalidad policial y la represión de las fuerzas del establecimiento hacia los jóvenes en resistencia. 

El Canal 2 de Cali, José Alberto y Jhonatan se la han jugado por mostrar lo que no muestran los grandes medios, y son solo la punta de lanza. Hay otra cantidad de medios alternativos que con las uñas, con mil dificultades financieras, con amenazas, con intimidaciones han hecho una labor impresionante para lograr una democracia menos enferma, menos maltrecha, menos lisiada y menos arrodillada al poder.