Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Marca Eterna

Por: Valentina González González

Por las calles de Cali y bajo la atenta mirada de los caleños, camina Ricardo Ramírez, un hombre con sus ojos completamente negros a causa de un tatuaje que se hizo en ellos, cuando sonríe, sus ojos desaparecen, pero deja ver sus afilados colmillos, que son producto de una modificación que se hizo en su dentadura. Para muchas personas Ricardo Ramírez puede ser la viva representación del diablo.

Foto por: Ricardo Ramírez.

Todo comenzó hace 25 años, cuando a sus 12 años se hizo su primer tatuaje, “el primer tatuaje real que me hice fue una calavera en mi pierna derecha, y digo real porque antes me intenté tatuar con agujas, carbón, metales calientes y con lo que sea que pudiera”, comentó Ramírez, esas marcas de tatuajes fallidos aún prevalecen en su cuerpo, la mayoría de ellas en sus manos, y hasta ahora no se los ha cubierto porque los cree significativas.

El tatuaje en sus ojos ha
sido el más doloroso de
todos los que Ramírez se
ha hecho.

Hace 20 años se dedica a tatuar y menciona que lo hizo porque le tocó, “antes cuando salía de trabajar todo cansado, me iban a buscar a la salida unos amigos para que los tatuara, ya con el paso del tiempo me di cuenta que esto era algo a tiempo completo, ya tocó ser tatuador”, expresó Ramírez.

Considera que ahora no se siente juzgado como antes, y que en el tatuaje todo ha crecido exponencialmente, afirmó que: “Hace 15 años uno tatuaba si podía, las máquinas sólo se conseguían si tenías un amigo o familiar gringo, también los diseños de tatuajes eran pocos, ahora la gente se hace lo que quiera y nadie lo ve mal, puedo parchar con mis amigos en un parque y nadie me mira feo”.

“La verdad yo no me veía con hijos, pero ahora que los tengo no me imaginaría una vida sin ellos, la mejor parte
es cuando los recojo del colegio y los amigos les dicen: Wow, ¿él es tu papá?”.

Se describe como todo un loco, pero un loco que puede hacer lo que quiera y vivir de eso, haciendo lo que le gusta y encaminando a la gente por ese mismo camino de locura, “hace ocho años un amigo que está peor de maniático que yo, porque hasta se mochó la nariz, me hizo el tatuaje en los ojos, que es quizás el más simple porque no hay diseño, no hay dibujos, pero es el que más llama la atención de las personas”, contó Ramírez.

Además de tatuador es padre de tres niños: Brian, Dylan y Camilo, dijo que ni el mismo sabe cómo llegó a ser padre, pero que es algo que disfruta enormemente, “la verdad yo no me veía con hijos, pero ahora que los tengo no me imaginaría una vida sin ellos, la mejor parte es cuando los recojo del colegio y los amigos les dicen: Wow, ¿él es tu papá?”

Ricardo Ramírez desea seguir dedicándose a tatuar durante muchos años más, y le alegra que en su ciudad cada vez haya más lugares dedicados al tatuaje, incluso instituciones educativas para aprender a hacerlo, como la academia Luis H & Tatto School, para él esto demuestra que su oficio se está profesionalizando.