Fuente: https://www.facebook.com/joseanibal.morales.1
Me obliga la pandemia
Murió Hernán, mi amigo cantor, cuya simple evocación me lleva a las praderas de la adolescencia colegial, que él se encargó de musicalizar con sus canciones y su hermosa voz. Me dejo llevar por el recuerdo hacia los confines donde se deslindaron infancia y adolescencia, siempre atadas al inolvidable trasegar por los espacios de mi amado colegio.
Antes de escuchar a Hernán, escuchaba canciones que medio mundo muy seguramente ha tarareado: “Azul, amor azul, Tu amor se fue y me faltas tú. Gris, gris, mi vida es gris/Qué soledad has dejado en mí/ Siempre yo lloraré por este amor/Que nunca olvidaré/ Por ti enfermo está mi corazón/De tanto llorar/ Fui feliz cuando hallé tu amor/ Pero fue una vana ilusión/ Negra desilusión/ Estoy sin ti qué triste dolor/ Adiós, adiós mi amor, mi amor azul, todo terminó”.
Era la versión de Vicentico Valdés. Mucho tiempo después me enteraría de su original cantante, Vicky Leandros, en Eurovisión de 1967. Canciones como esta fueron demarcando el camino que habríamos de recorrer en nuestra ya larga existencia. Pero Hernán, el hippie, de luenga cabellera y sonrisa permanente nos ayudó a acercarnos al amor, cantando cosas como estas:
“No sonríes como antes, has cambiado de pensar/ Unos ríen y otros lloran, es el juego del amor/ Y qué haré yo sin ti, sin tener una ilusión/ Sin sentir el calor de tus besos moriré/ Sin querer estoy llorando, tú me miras con frialdad/ Sin hablarme estás diciendo, que lo nuestro terminó/ Y me iré, sin saber el motivo por el cualMe has dejado ya de amar, te cansaste ya de mi/ Ha pasado mucho tiempo; y hoy por fin te vuelvo a ver/ Has pasado sin mirarme, no te acuerdas del ayer/ Y qué haré yo sin ti, sin tener una ilusión/ Sin sentir el calor de tus besos moriré/ La la la, la la la, la la la la, la la la/”.
También hizo imborrables para nuestras efímeras existencias los versos cantados por José Feliciano, el ciego maravilloso de Borinquen, en “Qué será”, aquel poema exaltado en San Remo 71:
“Pueblo mío que estás en la colina /tendido como un viejo que se muere/ la pena, el abandono son tu triste compañía/ pueblo mío te dejo sin alegría/ Qué será, qué será, qué será de mi vida qué será/ si sé mucho o no sé nada ya mañana ser verá/ y será, será lo que será/ Ya mis amigos se fueron casi todos/ Y los otros partirán después que yo/ Lo siento porque amaba su agradable compañía/ Más es mi vida, tengo que marchar/ Qué será, qué será, qué será de mi vida qué será/ En la noche dulcemente mi guitarra sonará/ Y una niña de mi pueblo llorará/ Amor mío me llevo tu sonrisa/ Que fuera fuente de mi amor primero/ Amor te lo prometo, cómo y cuándo no lo sé/ Más sé tan solo que regresaré/ Qué será, qué será, qué será de mi vida, qué será…”.
Pero con el cantor, evocador de tantos y tan bellos recuerdos, se han ido también, en la misma semana, mi amiga Aída, maestra incomparable, sensible y luchadora; mi amigo Jaime, educador insigne de la ciudad industrial de Colombia; mi amigo Guillermo, soñador impenitente de grandes proezas en favor de los maestros del Valle, que se va cuando había logrado histórico hito en esta lucha casi quijotesca. Y, antes, mis amigos mentores José Miguel Larrañaga y Jesús Maiza, los vascos universales, y…tantos otros.
Todos se fueron así, de pronto, sin mucho aviso previo, a algunos se los llevó directamente el m…virus (mi madre me exigiría decir siempre, “bendito”), a otros no se los llevó tan directamente pero viene a mi imaginación la idea de que si no estuviésemos viviendo la tragedia humanitaria que hoy padecemos, sus vidas podrían aún seguir alegrando las de sus seres más queridos.
Y ¿A dónde se fueron? ¿A encontrarse acaso con el can Cerbero en el reino de Hades, viajando en la barca de Caronte, por el Aqueronte? O, ¿se fueron al paraíso de Milton, o simplemente a los campos elíseos, al celestial mundo a la diestra de Dios padre? No lo sé, pero imagino que deben ir al mundo donde solo van los seres buenos, los que han servido a la humanidad, algunos sin titánicas hazañas pero sí con sus diarios actos de amor por sus próximos.
¿A dónde iría el ministro Carlos Holmes?, me pregunté, a propósito. Seguramente un hombre bueno también con sus seres queridos, sin duda. Los jueces del final, tendrán en cuenta todo eso, aunque también habrán de preguntar por lo que pudo y debió haber hecho él para proteger las vidas de los tantos colombianos que las perdieron a manos de los violentos que dijeron actuar en defensa del orden jurídico establecido. Deseo que tenga un juicio justo, como lo deseo para mis amigos.
Lo cierto es que se van las vidas de muchos seres queridos y, dadas las circunstancias, es muy posible que muchos más vayan a engrosar el listado. ¿Podría estar yo ahí? Sí, claro que sí. No basta estar saludable hoy, no es indispensable la previa afectación por alguna enfermedad, no. A cualquiera que el virus infecte, podría llegarle la hora final. Pero bien sabemos que por otras múltiples razones podría también llegar fatalidad definitiva. ¿No es un verdadero acto de fe, conducir en algunas carreteras del país? ¿No es verdad que ni los niños están seguros en la sociedad violenta que es Colombia? ¿Podríamos ser alcanzados por las ráfagas genocidas de los tantos violentos que hoy campean por nuestra geografía sin que el Estado pueda (o quiera) hacer nada? ¿O ser víctimas de la violencia de agentes al servicio del mismo Estado?
Debo estar listo entonces, todos debemos estarlo. Estar en paz conmigo mismo, estar en paz con los demás, estar en paz con la naturaleza, y estar en paz con dios, sin importar la idea que de la divinidad tenga cada uno. Mientras aún palpite nuestro corazón y nos acompañe la lucidez (así sea tan poca que no nos haya permitido transformar el muladar en el que se convirtió nuestra sociedad), organicemos los asuntos personales; pagar mis deudas, dejar claro al menos cómo y a quiénes se puede intentar el pago. Clarificar las cosas relacionadas con lo que tenemos y lo que no tenemos. ¿Qué harán los que vivieron a nuestro lado, si la parca llegara por nosotros? Este es también un asunto procedimental. Prepararnos para morir, viviendo, con la requerida anticipación, no ha merecido, al parecer, muchos cursos o diplomados orientadores. Y, claro, mientras tanto, mientras la hora final llega, emplearé toda la energía vital (la erótica) para procurar que sea la cultura de la vida la que llene todos los rincones de mi patria (al menos) y no la cultura de la muerte (tanática) que a tantos y tantas ha destruido.
Mientras tanto, que circule la vida en la familia, entre los amigos; que circule la vida en la resistencia contra la opresión, en las luchas por la dignidad, por la equidad y la justicia, que no nos quedemos ateridos por el miedo o el terror; que circule la vida, reconociendo el valor de las pequeñas o grandes cosas que los próximos (prójimos) hagan o creen; que circule la vida en la solidaridad y la cooperación con los marginados y los más afectados por la gran crisis humanitaria. Seguramente todos tengamos algo que perdonar a alguien y mucho por lo cual pedir perdón a otros. Es tiempo de hacerlo. Acercarse no aislarse (a pesar del virus), aún el distanciamiento.
Y cerramos con la música que suele resumir los variopintas avatares de nuestras duras existencias: “Y en la esquina de la vida estoy varado/ Repasándome el capítulo final/ De este drama en un mundo de escenario/ Donde a veces fui villano y otras veces fui galán! Compartiendo los honores estelares con actores similares/ Que forjó la humanidad!/ Pero todo se reducirá cuando caiga el telon/ Al final de la comedia!/ 7 x 4 x 3 de ancho, las medidas de la fosa,/ Puertas de la eternidad!/ En la tumba solo queda el esqueleto, Que no habla pero dice: «Toda, toda la verdad/».
El “Resumen” de la vida, en la canción de Johnny Ventura.
Cuando un amigo se va, cuando tantos amigos y amigas se van “queda un espacio vacío/ que no lo puede llenar la llegada de otro amigo/ Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río/ Cuando un amigo se va, una estrella se ha perdido/ la que ilumina el lugar donde hay un niño dormido/…”, siguiendo al poeta cantor Alberto Cortés.
¡Adiós amigos y amigas!
¡Para la vida y la paz, todo. Para la guerra, la violencia y la muerte, ..nada!
En Cali, a los 6 días del mes de febrero de 2021, cuando en el planeta han muerto 2.306.800 personas y se han contagiado 106 millones, mientras que en Colombia van ya 2.140.000 personas y han muerto 55.403, por el covid 19. Y cuando van ya 12 masacres en las que se han ido las vidas de niños, niñas, jóvenes, campesinos, trabajadores, indígenas, afrodescendientes, líderes, ambientalistas, mujeres y hombres, en muchos casos solo por el delito de estar vivos o de luchar por una vida digna.
José Aníbal Morales Castro
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