Por: John Fredy Bustos y Jorge Rojas Valencia
La Encíclica Laudato Sí; sobre el cuidado de la casa común marca como norte la construcción de un proyecto común, que reconozca la experticia de los movimientos sociales para transformar el futuro de nuestras ciudades ante una inminente crisis climática:
“El movimiento ecológico mundial ha hecho ya un largo recorrido, enriquecido por el esfuerzo de muchas organizaciones de la sociedad civil. No sería posible aquí mencionarlas a todas ni recorrer la historia de sus aportes. Pero, gracias a tanta entrega, las cuestiones ambientales han estado cada vez más presentes en la agenda pública y se han convertido en una invitación constante a pensar a largo plazo”.
El cuidado de la casa común es norte político para el Plan de Desarrollo “Cali Unida Por La Vida”´, recientemente premiado por parte del Departamento Nacional de Planeación como un “referente en sostenibilidad urbana”; nada más y nada menos que modelo.
El reto entonces que tiene quien gobierne es alto, pues está comprometido con una causa global, nacional y con el proceso de sostenibilidad que, al menos en Cali y su entorno metropolitano, ha sido respaldado por grupos ciudadanos desde 1970 con el movimiento ecologista y desde 1997 con el movimiento ciclista. Esta ciudadanía organizada pugna por medidas efectivas para la protección de quien va en la bicicleta como medio de transporte cotidiano; y por más de 20 años Cali ha tenido protagonismo en la movilidad sostenible a través de esta ciudadanía que sigue rodando e incentivando la participación ciudadana con este propósito de la casa común: por el #bienestarenmovilidad
Sin embargo, al ver la materialización del compromiso ¿Qué estamos haciendo hoy para transformar el mañana? Del lado ciudadano se ha intentado utilizar diferentes repertorios de acción: (I) Incidencia ciudadana, (II) Co-creación de políticas, (III) Movilización, (IV) instrumentos de participación y (V) veeduría ciudadana en defensa de los acuerdos que la ciudad ha hecho institucionalmente con la movilidad sostenible, a través de los POT de 2000 y 2014 y todos los Planes de Desarrollo desde 1994 al 2023.
Del lado del gobierno, la estructura administrativa desde 2016 permitió cambiar las funciones de tránsito (Control de vehículos motorizados para hacer sus viajes eficientes) a la movilidad (Entiende que el transportarse es una necesidad humana cotidiana y deben incluirse más factores y actores viales) donde la función es «garantizar mejores condiciones en la movilidad de personas y bienes en el área urbana y rural, dando prioridad a la movilidad no motorizada (peatón y bicicleta) y al transporte público optimizado sobre el transporte privado«. Prioridad que cumple formalmente con la Ley 1083 de 2006, “por medio de la cual se establecen algunas normas sobre planeación urbana sostenible y se dictan otras disposiciones”.
En Laudato Sí, el Papa Francisco ya advierte: “Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas”
El gobierno actual ha optado por un gobierno solitario, de espaldas a ciclistas con la justificación que no es el momento para trabajar el tema y que las crisis de la Pandemia y el Paro Nacional hicieron cambiar las prioridades. Pero, ¿Cómo cambiar las prioridades frente a un modo de transporte que es misionalmente su obligación priorizar -si se pretende- la movilidad sostenible? ¿Con qué justificación se da la espalda a los acuerdos de ciudad con grupos cívicos y fracturan procesos de transformación que favorecen la ciudad? ¿Cómo esperan transformar el futuro sin reconocer el pasado?
Dice Mia Cuoto, “las palabras parecen dibujos, pero dentro de las letras están las voces”; voces que siguen desconcertadas por la incapacidad para adoptar una posición de gobierno que proteja la vida, no solo de quienes ponemos nuestra alma en circulación con la agresividad de la calle, sino también la del resto de conductores, que con el incremento del parque automotor, en cerca de 200.000 vehículos nuevos antes del 31 de diciembre, se verán cada vez más afectados por los trancones; impacto para los demás seres vivientes que debemos ser resilientes ante el incremento de factores contaminantes en el aire.
La excusa frecuente señala a la voluntad política, que no se dispone en el gobierno. La solución la pone en el área de la cultura ciudadana, el Secretario de Movilidad William Vallejo.. Entonces vamos allá, a la cultura.
Aún desde la perspectiva “cultural” el compromiso sigue, la protección que hacen ciclistas a los ciclocarriles requiere de lo mínimo de la acción gubernamental que es el respaldo mediante su capacidad comunicativa al conjunto de la población y a los medios masivos y redes sociales, de castigar socialmente a infractores y fomentar el buen comportamiento. La sanción social es lo mínimo, una cultura ciudadana sustentable debe definir lo que es deseable y promoverlo para convivir sin víctimas de tránsito y a esa definición de lo deseable aporta la Academia, la Institución, los movimientos sociales y la opinión pública de cara a los resultados de las interacciones de la movilidad. Es decir, palabras sin acciones son excusas pues desde la perspectiva de la cultura ciudadana gubernamental actual, la acción de transformación es nula. Siguen solos.
Cuando la «cultura ciudadana» pareciera significar «comportamientos adecuados» se les debe recordar que «cultura ciudadana» no es algo positivo de por sí; si queremos reconocer la cultura ciudadana esa no es la de los anuncios ni la de los objetivos, esa es la de los comportamientos actuales, eso que hoy vivimos está haciendo lo que somos. Hoy la Autoridad de Tránsito Municipal es el juicio de cada ciudadano, y ese juicio es EGOísta, sin una pizca de compasión cuando ocupan la calle imponiendo su máquina; en ese panorama la impotencia de no encontrar cómo parar este Tsunami Postparo que borró todos los acuerdos (la banda bici nunca ha llegado a ser acuerdo, en cambio el carril MIO sí) volvió a la «cultura ciudadana» el lugar común de decir nada y como estamos sin estadísticas confiables ¿cómo hacer un patrón?, Ni siquiera cuál es ese patrón de siniestralidad y cómo opera… entonces no queda sino la vaguedad de decir cultura ciudadana, como si se dijera algo.
Y por otra parte, ¿cómo afrontar el desafío si el burgomaestre es tan sensible al qué dirán de las redes sociales, en particular TW?
Cómo lograr en la casa común una movilidad sustentable, sin respetar acuerdos (Planeación), sin respetar la democracia (Participación Ciudadana), sin voluntad para hacer las ciclorrutas (Infraestructura), sin comprensión de la cultura (Sanciones sociales) y sin producir datos específicos de siniestralidad. En un panorama así la ciudadanía activa sigue en la disposición de ver las obras, que son amores. En el gobierno del Puro Corazón la palabra no tiene voces, son sólo dibujos. La Alcaldía en movilidad está sola, sentada, buscando soluciones que están a la vuelta de la esquina. En bicicleta.
No basta con pensar el futuro de nuestras ciudades bajo preceptos exclusivamente ingenieriles, las acciones de gobernanza y gobernabilidad son las que sostendrán las transformaciones que a 2021 tienen a Cali con 130 km de ciclorrutas construidas.
Para ello se requiere un cambio de rumbo, corregir esta manera de gobernar que sigue cobrando la vida de más de un centenar de personas anualmente en la ciudad. Sumar con miras al 2022-2030, reconociendo la experticia del movimiento social ciclista que desde 1992 surfea entre voluntades políticas que no atienden la complejidad cultural y social de la gestión.
CODA
Las gestiones del movimiento social por Constitución y el medio ambiente en los noventas, humanitarias en la era Uribe, de Paz con la naturaleza y hoy de Movilidad, SIEMPRE han sido incómodas y han tenido que vencer ese primera giba de la curva que puede ser como subir el alto de letras. Esa «opinión pública» esclava de las tendencias y las visualizaciones va a necesitar una PRIMERA LÍNEA que represente el bien común y el bienestar colectivo.
Ni qué decir de la olvidada, la no gestionada Ley 1503 de 2011, que aspira a una cultura vial en la que el valor de la vida y la integridad de nuestros semejantes en la vía sea muy importante. Si hablamos de la importancia del valor en la cultura el valor máximo lo tiene el tabú. El sentido común tiene el tabú como lo prohibido, cuando en realidad es lo vital, lo que debemos cuidar para sobrevivir.
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