“Llegó policía, ejército, motos, de todo. Me sacaron del municipio en medio de camionetas y más policías”. El camino, relata, fue de poco más de 9 horas y en cada cruce fronterizo se hacía una especia de acta de entrega en el que se informaba que ella iba sana, salva y, sobre todo, con vida.
Maydany Salcedo tiene 46 años, es nacida en Río Blanco, Tolima y su herencia se divide entre los Llanos Orientales, de donde es oriundo su padre y del Tolima, departamento en el que nació su madre. Fue criada por su abuela, el destino y sus caprichos así lo designaron. Comenta que su familia tuvo que salir de Río Blanco y asentarse en Río Negro, Huila. Afirma, “ahí comienzan mis recuerdos”.
Es campesina, lideresa social, defensora de derechos humanos, técnica gestora comunitaria. Madre, hija, abuela, esposa y una mujer que lucha con fuerza y convicción por la paz y por la vida de aquellas comunidades en las que el Estado, muchas veces, no ha puesto ni un pie.
Maydany recuerda los constantes desplazamientos de su familia por causa de la violencia, amén de la militancia de estos en la UP (Unión Patriótica) “siempre han sido personas que se oponen a la injusticia”, dice. Su abuela tuvo que trasladarse a San José del Guaviare. En este municipio, ubicado a unos 400 kilómetros al sur de Bogotá, Salcedo vivió su niñez e hizo parte de sus estudios. Tuvo que huir de este lugar luego del asesinato del esposo de su tía, en medio de esta violencia, según cuenta, se trasladaron a El Pato, en la zona rural de San Vicente del Caguán.
En el año 2000, cuando los fallidos diálogos de paz entre las FARC y el gobierno de Pastrana, y con poco más de 20 años, Maydany, en una de las zonas de despeje, hacía trabajo con un grupo de niños. “Ahí trabajábamos la historia de Simón Bolívar, de Policarpa Salavarrieta porque en ese tiempo los colegios no daban a conocer la historia.
El trabajo con los niños fue la génesis del constante trabajo social de esta lideresa, el cual se vio interrumpido con la suspensión de los diálogos de paz. Luego de esto y ya con dos hijas, tuvo que salir de la zona y trasladarse hasta Neiva, en el Huila, “llegué en una condición económica muy crítica, desplazada de San Vicente”.
En esta situación tan difícil, y con su hija menor al borde de la muerte, conoció, gracias al hospital en el que la atendieron, a la fundación Nueva Esperanza. “Fui y me afilié, era una fundación para los desplazados. Estando ahí y tal vez por hablar tanto me pidieron que formara parte de ella.” La propuesta representaba ser más que una afiliada, no obstante, Maydany la rechazó porque, según comenta, no se sentía en las capacidades.
Luego de un año de estar en el Huila, junto con otros compañeros que también habían sido desplazados, formaron una organización para personas que al igual que ellos hubiesen pasado por este flagelo. “Empecé a trabajar el tema de las leyes que amparaban a los desplazados, iniciamos trabajando en varias partes del Huila, sin embargo, la persecución seguía y decidimos no hacer más el trabajo”.

En el año 2008, viajó a Caquetá por invitación de un compañero, “en Solano se constituye la asociación Asinteoc -Asociación Interveredal entre el Río Orteguaza y Caquetá-, en esta me designan como presidenta e inicia mi trabajo como defensora en el sector agropecuario”. El trabajo fue bastante difícil. Fueron perseguidos y hasta fumigados, sin embargo, comenta Salcedo, se constituyó una de las asociaciones más fuertes del Caquetá.
Su trabajo con Asinteoc la llevó en 2012 a Piamonte, Cauca, visitó las 63 veredas que tiene este municipio e inició su labor siendo perseguida y llamada “guerrillera”. Allí estableció su ayuda en la construcción de organizaciones sociales en defensa del territorio y los Derechos Humanos.
En medio de este trabajo se constituye una nueva organización social de la cual ahora es parte esta líder campesina, Asintracampic. Infortunadamente, comenta, “la organización nació y no la dejaron ni caminar” pues la estigmatización, además del paro agrario de este año y otros tantos obstáculos, dificultaron el desarrollo idóneo de la entidad. Pese a esto, se denunciaba lo que no estaba bien y la corrupción, además, hacían escuelas de formación en derechos humanos y equidad de género, niñez y juventud.
Con los diálogos de paz entre el gobierno Santos y las FARC, nace una nueva esperanza no solo para Maydany sino también para la organización y, en general, para gran parte de la comunidad campesina. En medio de esto, Asintracampic ayudó a hacer pedagogía sobre los acuerdos pues, tal como reza la lideresa, “todos queremos paz”.
Durante el periodo de diálogos de paz, Asintracampic crea una zona de reserva campesina y en el año 2017 se firma el acuerdo regional Putumayo, Piamonte, Cauca y Sucumbíos, Nariño de sustitución voluntaria. Maydany comenta que este proceso no fue nada fácil. Del municipio de Piamonte ingresaron 943 familias, a algunas les cumplieron a medias, relata, a otros no les cumplieron y el número de beneficiarios del acuerdo fue disminuyendo.
A lo largo del trabajo de sustitución, el gobierno giró $1’800.000 de seguro alimenticio, según cuenta Maydany, a 732 familias de las 943. La disparidad de las cifras radica en el incumplimiento pues a varios recolectores les pagaron a medias, a otros les quedaron debiendo y a mucho simplemente los sacaron del programa.
Maydani recuerda que durante esta época, su labor como lidera se centraba en su finca, en su esposo y su familia. “Hacía mi trabajo tranquila, fuera de las amenazas, la persecución que consideraba normal por lo que hacía, no lo veía con tanta complicación”. Sin embargo, luego de unos supuestos estudios, según relata, le fue asignado un nombre de protección por causa de un posible plan para atentar contra su vida.
“Llegó policía, ejército, motos, de todo. Me sacaron del municipio en medio de camionetas y más policías”. El camino, relata, fue de poco más de 9 horas y en cada cruce fronterizo se hacía una especia de acta de entrega en el que se informaba que ella iba sana, salva y, sobre todo, con vida.
Luego de todo esto a Maydany le prohibieron volver al Cauca, comenta que la presión fue tal que estuvo días sin salir de casa y que aún hoy día es un golpe del cual no se ha podido recuperar. Sumado a esto, cuenta, pensaba en su familia y en lo que le podía pasar si a ella la hubieran asesinado.
Tiempo después, relata esta lideresa, su ayudante y mano derecha fue golpeado y posteriormente secuestrado por una organización denominada “La Constru”, lo hicieron para enviar un mensaje, no querían que ellos volviesen a su municipio en el Cauca. Ahora, Maydany y su gente era objetivo de importancia para este y otros grupos paramilitares que asechan en el Putumayo y el Cauca.
Las amenazas no pararon; hace dos años, en diciembre, comenta la mujer, “me mandan un mensaje diciendo que tenía 24 horas para sacar a mi mamá, si no quería que quedara igual a los de Remansos”. En esta misma zona, hubo una masacre en la que, de hecho, fueron asesinados algunos miembros de la organización de Maydany.
El alcalde de Piamonte en ese entonces, Jose Joaquín Ramos, fue quien prestó, según Salcedo, el vehículo para transportar a su madre. “La sacaron hasta el cruce, ahí la recogí con el coronel Tair de la policía de Caquetá, él me ayudó a sacar a mi mamá, a mis sobrinos y a mi hermano”.
El periodo de paz duró poco, pese a la “celebración”, si así se le puede llamar, de las fiestas decembrinas y de los primeros meses del año nuevo en relativa calma, en abril inician las amenazas que pretendía hacer que Maydany no regresara a su municipio. El proceso fue el mismo que cuando tuvo que salir, solo que ahora ella volvía a su comunidad, porque, tal como cuenta, “no puedo dejar las comunidades solas”.
Parece un mal golpe de suerte del destino, pero no, es el día a día de muchos de los campesinos del país, las amenazas, las represalias y hasta la estigmatización por parte del gobierno son un paisaje más de la vida campesina en Colombia, paisaje que también ha padecido Maydany.
“Luego de todo esto, me llaman la comunidades y me dicen que la “Carolina Ramírez” me declara objetivo militar, entonces ya no era defensora de derechos humanos sino objetivo de todo”. La Carolina Ramírez, cabe destacar, es una de las disidencias de las FARC.
La zona en la que habita Maydany es, según describe, un cúmulo de grupos armados ilegales, los cuales se disputan, junto con la Policía y el Ejército, el control de la zona y un producto: la coca. Infortunadamente, en medio de toda esta guerra queda el campesino, a veces discriminado, a veces muerto, a veces desplazado.
Pese a todo, tal como dice Maydany, la lucha sigue. La asociación que representa esta mujer sigue su trabajo, contra viento y marea; sigue su apuesta por la paz con programas como las escuelas de juventud, de niñez, de mujeres y equidad de género y de derechos humanos. “Contamos con el apoyo del colegio de Piamonte para nuestras actividades, infortunadamente, las amenazas no cesan, cuando no son contra uno son contra otros compañeros de la organización”.
La organización ha sufrido, tal como sus afiliados, varias amenazas, comenta Maydany que “en marzo del año pasado se dio un ultimátum: debía sacar la organización con todos sus afiliados, proyectos e infraestructuras de Piamonte porque no éramos bienvenidos”.
Piamonte, tal como otros tantos territorios de Colombia, tiene un gran potencial agrícola, el mismo que las manos inescrupulosas y corruptas de varios gobiernos y de un Estado ausente no han dejado florecer, a pesar de esto, campesinas y campesinos como Maydany se arman de valor para defender ese potencial, exprimirlo y hacer frente a la violencia de siglos concentrada en sus tierras.

Imagen tomada de Wikipedia
Hoy, el sueño de Maydany y de Asintracampic es exportar productos como la piña y otros amazónicos. Elementos que a nivel regional ayudan a cientos de familias campesinas, quienes junto a otras organizaciones como PNUD sacan lo mejor del campo colombiano.
Maydany, hace un llamado férreo a respetar los Acuerdos de Paz pues, “no son para beneficio de la guerrilla, el acuerdo de paz se firma para el beneficio del campesinado, de las víctimas de los que pedimos una reforma rural integral”.
Para esta líder campesina la coca no es un cultivo ilícito pues la produce la madre tierra y se opone, igual que muchas otras personas, a la aspersión aérea con glifosato por las graves consecuencias para la salud que esto trae, y destaca “el único que puede acabar con la coca es el campesino, nadie más”.
La sustitución de cultivos se inició con los Acuerdos de Paz en el gobierno Santos, infortunadamente, comenta Maydany, al empezar el gobierno Duque, “los celos politiqueros “ frenaron el proceso, y resalta, “el único responsable de que los cultivos de coca hayan incrementado y que la guerra haya incrementado es este gobierno”.

Lo que dice Maydany se fundamenta en la no aplicación de los acuerdos y en el no cumplimiento de las responsabilidades asumidas por parte del gobierno en la sustitución de cultivos. Sumado a esto, Salcedo habla también de la persecución por parte de algunos políticos y funcionarios del gobierno contra los campesinos, muchas veces dejándolos por fuera del proceso de sustitución con excusas leguleyas.
Para cerrar, invita a más mujeres a seguir protegiendo sus territorios, y comenta, con determinación “si nos matan que nos maten en nuestros territorios y en defensa de estos”. Esta mujer pide a los gobiernos respeto hacia los ciudadanos, pues, destaca “nosotros somos sus jefes”.
Le hace un llamado a Joe Biden “usted mejor que nadie sabe que la aspersión con glifosato mata niños, mujeres, mata las fuentes hídricas y a la Amazonia, ¿Por qué apoyar esto en lugar de defender la sustitución voluntaria?”. Pide también al mandatario norteamericano apoyar el desarrollo del país en lugar de dar más dinero para la guerra.
Por último, le pide al país dejar de creer que el campesino es narcotraficante, por el contrario resalta el papel fundamental de estos en el desarrollo del país, la importancia que tienen para la cadena de suministros y la alimentación y, sobre todo, insta a respetar también la labor del cocalero, a no juzgar y a centrarse, más bien, en quienes convierten la hoja de coca en algo dañino.
Concluye, entra algunas lágrimas, diciéndole a su familia “soy una mujer orgullosa defensora de derechos humanos, defensora del medio ambiente y el territorio. Amo a mis hijas, a mis nietos, a mi esposo pero nunca voy a dejar de ser y de defender al pueblo que me necesita. A mi familia los amo pero también amo al territorio y si tengo que dar la vida por él, la daré”.
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