Una de las profesiones que más fuerza ha tomado en el convulsionado y enfermo mundo de hoy es la Psicología. Tanto, que universidad que se respete abre su plan con el fin de actualizar sus ofertas educativas para atraer clientela. Imposible vivir sin Facultad de Psicología, a tono con las exigencias del mundo actual, en el que va tomando fuerza la teoría de que “no se puede vivir” sin psicólogo a bordo.
No se puede pretender educar hijos e hijas sin leerse por lo menos un libro de Psicología. No se puede esperar vivir en pareja “armoniosamente” sin consultar por lo menos con el psicólogo para trabajar las diferencias. No se puede manejar un colegio de “prestigio” si en su nómina no existe por lo menos una psicóloga de planta.
En una empresa debe existir oficina de relaciones industriales con psicóloga montada para manejar “políticas” empresariales. Aún en el campo de la publicidad existe una silla para la psicología para que, “hábilmente”, el psicólogo detecte el comportamiento humano y poder manipular el producto y aumentar las ventas.
Y ni qué decir de la sexualidad: el psicólogo o la psicóloga lo ayudan a “graduarse” como buen amante siempre y cuando cumpla con determinados requisitos mentales que lo faculten para ser maravilloso o maravillosa en la cama y fuera de ella. En todas las áreas la necesidad del psicólogo es evidente y cada vez son los que mas “necesitan” psicología como la llave para tranquilizar sus mundos.
¿Qué tan efectiva puede ser?
Pero si la Psicología “invadió” el mundo moderno es obvio que ella también como ciencia y profesión enfrente una crisis. El mundo de la razón ha necesitado equilibrar fuerzas con el mundo de las emociones y hoy por hoy la naciente Psicología Transpersonal parece destronar a las invencibles escuelas de Conductismo, Psicoanálisis y Cognición. No las descalifica, simplemente las supera. Estos enfoques “tradicionales” con los cuales se “educó” la mentalidad de muchísimos hombres y mujeres modernos, se han quedado “cortos” ante la necesidad de trascendencia de los seres humanos.
De allí que lo transpersonal –más allá de los personal- unifique y reúna conceptos de oriente y occidente y hable de “conciencia” como la palabra clave que manejará el porvenir de la Humanidad. Los límites tan “claros” que siempre habían tenido las enfermedades mentales merecen un revolcón puesto que una “experiencia cumbre” perfectamente puede confundirse con un momento psicótico cuando en el fondo lo que vive este individuo puede ser una “conexión” con la energía del Universo.
Conceptos difíciles de entender para las racionales mentalidades que necesitan “ubicar” las dificultades en algún lugar físico del cuerpo humano y no pueden aceptar la necesidad de trascendencia del ser humano. El mundo cambió, los seres humanos también y claro, la psicología también.
Hoy un psicólogo puede hablarle por igual de meditación, de Dios, de pareja, de respeto por los niños y niñas, de violaciones y abusos sexuales, de droga y anorexia, de depresión y bulimia, de ansiedad y angustia, de igualdad de géneros y de despertar de la conciencia.
No es un “todero”, no. El psicólogo es aquella persona, que después de haberse trabajado a si mismo, cuestionando sus creencias, sus vivencias y su historia, desde la humildad que da la sabiduría –y no el conocimiento- puede ayudar a despejar inquietudes para clarificar el camino. ¿Hacia dónde? ¡Sólo hacia donde cada individuo decida!
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