Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Pensamientos en la primera semana del paro

Lo que necesitamos en realidad es un estado más pequeño para defender nuestra libertad, vida y bienes.

Llevamos ocho días de paro nacional. Un paro que inició con la disculpa de protestar contra una reforma tributaria disfrazada de solidaridad hacia los compatriotas, pero que en esta semana que ha transcurrido ha demostrado que el descontento es más grande, más generalizado e incomprendido de lo que nadie pensaba.

El descontento ya se podía sentir desde las marchas del 21 de noviembre de 2019. Sin embargo, el gobierno se olvidó de esas protestas y pensó que amparado en la crisis del coronavirus podía pasar de agache y no buscar soluciones al descontento popular. Claro, es que la solución no es fácil, ni es popular, ni es rápida.

Lo primero es que las cosas que tienen descontenta a la gente son variadas, complejas y a menudo la manera de corregirlas no es evidente, ni fácil de explicar. Lo segundo es que hay tanta desinformación que al ciudadano no le es fácil acceder a información confiable y veraz para formar un mejor criterio.

Lo peor es que ni tenemos el tiempo ni la voluntad de ponernos a contrastar información y encontrar soluciones a los problemas. Por eso elegimos a cualquiera que nos parezca que tiene la razón y nos convertimos en sus seguidores, defensores y multiplicadores. Esa no es sino la receta para perpetuar la polarización y el caudillismo de los que nos quejamos.

Eso no permitirá que encontremos soluciones verdaderas ni sustentables en el tiempo.

Nuestros jóvenes no ven posibilidad de progreso para su generación. No sienten que tengan mucho que perder. El estudio, que tradicionalmente se les ha mostrado como el camino para progresar, no les parece ni accesible ni que les abra muchas puertas tampoco. Y si además tenemos en cuenta la corrupción en el manejo de los recursos públicos y la falta de justicia oportuna, su visión es muy pesimista. Sienten que no pueden esperar más por un cambio.

Casi la mitad de la población está en la pobreza y llevamos todo este siglo intentando solucionar ese problema vía subsidios, programas asistencialistas y fallos judiciales que vía tutela obligan a mayor gasto del estado. Los resultados no son los mejores para mostrar. Sin embargo, el gobierno de turno siguiendo siempre esa estrategia, pues ni los votantes ni la constitución de 1991 le permiten cambiarla, se ve obligado a exprimir más y más a los contribuyentes y a aumentar el tamaño del estado para atender los planes sociales.

Lo paradójico, es que los supuestos gobiernos de derecha de los últimos cinco periodos han tenido políticas económicas de izquierda y populistas que nos han llevado en parte a donde estamos, y que el electorado probablemente cambie hacia otros gobiernos de izquierda que no traerán los cambios esperados.

Porque el problema es que todos creen equivocadamente, que incrementando el gasto público se logra el crecimiento económico general, pero eso solo lleva a la concentración de la riqueza y el crecimiento económico de unos pocos porque se distorsiona la relación entre el mercado de bienes y el mercado monetario.

Lo que necesitamos en realidad es un estado más pequeño para defender nuestra libertad, vida y bienes, justicia más oportuna, combatir la corrupción, pagar los impuestos justos y tiempo para que las familias puedan construir sus ahorros sin los cuales la sociedad no puede salir de la pobreza.