Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

¿Qué es eso de la violencia política a las mujeres?

Por: Mayra Alejandra Acuña López

Feminista Interseccional, Integrante de La Manada Colectiva Feminista de Derechos Humanos.

Sentires, vivencias e implicaciones.

Cada vez los movimientos de mujeres y feministas hemos ido tomando más el espacio público. La escuela, el trabajo, la calle y las instancias institucionales son algunos de estos espacios.

Lo anterior mencionado es el resultado de que en cada espacio se está hablando de violencias hacia las mujeres y los feminismos. Ya sea para satirizar, llamándonos “feminizasis”, “exageradas”, o por otros aspectos como que las mujeres, desde sus múltiples lugares, al escuchar hablar de las opresiones que nos atraviesan, reconocen sus propias historias de violencia.

Es así como se ha ido reconociendo, que la violencia hacia las mujeres ya no es solamente esa que se visibiliza fácilmente como la física, sino también la simbólica o psicológica, económica, sexual (tan profundamente invisibilizada y camuflada) aún más que, de la que queremos charlar hoy, la violencia política.

En esa búsqueda de nosotras por ocupar espacios públicos de encuentro y discusión; de hacer y transformación, hemos llegado a ocupar lugares en espacios políticos como organizaciones sociales, fundaciones, movimientos y partidos políticos.

A pesar de estar en el 2020, en la mayoría de lugares, las labores marginadas que realizamos son oficios de relatoras, cocineras y encargadas operativas. Nos relegan a toda la organización que implica estar detrás del telón, pero muy pocas como voceras y representantes. En el peor de los casos, hay vocerías solo por cuota de género, donde replicamos lo que “compañeros” exigen que digamos. Por lo tanto, muchas de las que participan en estos espacios no lo hacen con enfoque de género ni perspectiva desde agendas políticas de mujeres, sino que continúan con la agenda impuesta.

Además, en estos liderazgos se les exige, a quienes aspiren a llegar a espacios de vocería, que solo por medio de actitudes típicas de los roles patriarcales, con características como el hablar fuerte, enojo, seriedad, pueden lograr ser escuchadas y ganarse un lugar en estos espacios regidos por estas prácticas.

Pero lo más importante de esto, es que dentro de estos espacios se siguen reproduciendo las violencias. Así como lo narramos anteriormente; nos violentan simbólicamente al reducir nuestro trabajo a unas áreas del cuidado y apoyo logístico, lo que hace que nuestras voces sean silenciadas. Además de estas violencias simbólicas, aún peor, somos acosadas y/o abusadas sexualmente, agredidas psicológicamente y violentadas de manera física.

Esas son las razones por las cuales terminamos dejando atrás estos espacios, por dolor y temor de seguir soportando estas violencias. Estos dolores son acrecentados por la violencia estructural que han padecido y, siguen padeciendo, las muchas lideresas sociales. Lideresas que son obligadas, por la máxima expresión de violencia, como lo es el asesinato, a desaparecer de sus lugares de liderazgo.

A causa de lo mencionado, una vez más las mujeres continuamos sufriendo la segregación de los espacios de decisión, debido a que llegamos a la resignación de aceptar continuar con estas condiciones de violencia al interior de las organizaciones o apartarnos de estas, dejando así sin representatividad nuestras agendas políticas. Cualquiera de esas dos decisiones continúan siendo el reflejo de la exclusión y limitación de nuestras apuestas.

Invitémonos todas a ponernos las gafas violetas, para que hagamos política con agendas políticas que beneficien realmente a las mujeres cis y trans, y por ende a las feministas, buscando siempre la representatividad de las mujeres para las mujeres.