Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

¿Qué esperaban? es una pregunta para la estrecha élite que ha gobernado a este país durante los últimos 60 años y más atrás, ¿Qué otra cosa esperaban? es una pregunta que también le hago a las personas, que desde la comodidad de sus sillones, lanzan frases como:

«Queremos paz, no más violencia.

«Esos vándalos desadaptados que rompen todo, no dejan trabajar al que quiere producir y generar riqueza»; «Está bien que protesten, ¿pero por qué tienen que bloquear calles? ¿Por qué afectan los derechos de quienes no queremos marchar? ¿Por qué le niegan el derecho al trabajo a tantas personas que no quieren protestar?; «Por qué tienen que afectar a los empresarios de bien, los bloqueos y el paro, generan despidos y por ende más desempleo».

¿Qué otra cosa esperaban? Si la delincuencia, las mafias y el narcotráfico se apoderaron de la juventud; ¿Qué creían que iba a pasar? Si gran parte del sector productivo del país ofrece condiciones laborales paupérrimas; ¿Qué esperaban? Si millones de jóvenes, hombres y mujeres, fueron conminados a vivir la vida del «sálvese quién pueda», cuando otrora, en sus terruños campesinos, en los majestuosos ríos, humedales, mares y ciénagas y en la exuberancia de las sabanas y montañas, tenían lo suficiente o, hubieran podido tenerlo, para gozar de una vida digna.

Soñaban con gente doblegada cuando en Colombia, a punta de sangre y fuego, millones de familias campesinas fueron despojadas de sus fincas y bienes y así mismo, lanzadas a vivir en medio de la miseria y la indignidad.

¿Qué querían? Si al año se importan 13 millones de toneladas de alimentos que como el maíz, el arroz y el trigo podrían ser cultivados por las familias campesinas de Colombia; Pero, dicen... «al campesino hay que cambiarle la mentalidad de pobre, quieren todo regalado»; «hay que dejar el campo en manos de los que saben producir, los que generan riqueza y empleo, hay que sacar a Colombia del atraso, el campesino no entiende de esas cosas «; «Ahh hermano, este país es un paraíso, tenemos todos los climas, todos los pisos térmicos y hay mucha variedad de comida, este país no sufre por eso».

¿Qué otra cosa se imaginaban que iba a pasar? Ante el histórico despojo de tierras, el clasismo y la violencia ejercida contra los pueblos indígenas; querían a los indígenas doblegados y subyugados cuando son el ejemplo vivo de dignidad y resistencia; ¿Qué otra cosa creían que iba pasar? si en Colombia el racismo vive y rebosa a gran parte de la sociedad. Y susurran…

«Los indígenas y los negros no aportan al desarrollo del país, esa gente se quedó en el atraso, hay que modernizarlos». «Los más racistas son los mismos negros, viven siempre llenos de odio contra el blanco». «Los indígenas tienen mucha tierra, miren todos esos resguardos, deberían quedarse allá tranquilos, en su hábitat natural y no molestar tanto».

¿Qué querían? Si los techos y paredes de las escuelas rurales, colegios y universidades se desploman; ¿Qué esperaban de la juventud? Si en la ruralidad hay escuelas con baños tapados, sin energía eléctrica, con tableros rotos y lo peor, sin estudiantes ni maestros; ¿Qué otra cosa esperaban que sucediera en Colombia? Si la educación pública superior quedó al vaivén del mercado y a la deriva de los negocios y de los negociantes; estaban muy tranquilos creyendo que el ímpetu de los estudiantes había sido apaciguado.

¿Qué esperaban? si los espacios de expresión cultural de las juventudes como el teatro, la música, el arte callejero, la danza, la literatura y las artes plásticas son reprimidas. Y murmullan… «Esos tipos, disque estudiantes, son una manada de vagos que quieren todo regalado, todo en este mundo tiene un precio y lo que hay que hacer es trabajar duro para conseguir el éxito». «Las universidades públicas son cuna de guerrilleros y de vándalos, allá no estudian solamente les enseñan a tirar piedra, los adoctrinan con ideas comunistas». «La filosofía no sire para nada, mijo, eso mejor estudie una ingeniería que eso si da plata».

¿Qué más esperaban? Si asesinaron a por lo menos 6.400 personas para ganarse un permiso de fin de semana, una medalla o un asenso; qué otra cosa podría haber sucedido si en una protesta social son masacradas decenas de personas. Esperaban el silencio de la gente mientras la Madres de Soacha son amenazadas por defender la memoria de sus hijos asesinados.

¿Qué otra cosa creían que iba a pasar? Si el Acuerdo de Paz agoniza y se quiere borrar u ocultar con ello la memoria de las víctimas, la memoria de la guerra. Esperaban calles apacibles cuando en Colombia se bombardean niños y niñas. Mientras siguen susurrando… «Esos muchachos de los falsos positivos, no creo que fueran santas palomas, por algo terminaron donde terminaron»; «mano dura contra los antisociales»; «plomo es lo que hay, plomo es lo que viene»; «le doy en la cara marica»; «los niños también pueden ser armas de guerra, el que es guerrillero es guerrillero, eso sí».

¿Qué creían que iba a pasar? Si Colombia es el cuarto o quinto país más desigual del mundo. Esperaban el silencio de los jóvenes cuando prácticamente la mitad de la población colombiana vive en condiciones de pobreza y miseria. Y pregonan… «El que es pobre es porque quiere, en este país hay muchas oportunidades, solamente se necesita disciplina y trabajo fuerte para salir adelante, Colombia es un paraíso»; ¿Qué esperaban? Si es normal que un hombre reciba improperios y miradas amenazantes cuando toma de la mano a su novio en la calle, en el transporte público o en un parque.

¿Qué expectativa tenían? Si las mujeres en Colombia no pueden caminar solas en la noche ni durante el día sin ser asediadas por unos cuantos muchos machos, machones. Vociferan… «Esta sociedad está muy corrompida, la juventud se descarriló, los jóvenes de hoy en día no conocen la moral ni las buenas costumbres». «Que pesar con esa muchacha lo que le hicieron, pero eso sí, quién la mandó a caminar sola y tan tarde, quién la mandó a meterse en medio del vandalismo».

¿Qué más podía pasar? Si los ríos mueren, se interrumpen sus flujos dadores de vida para priorizar los negociados. #SOSRíoCauca. ¿Qué cosa querían que pasara? Si el extractivismo – economías de la muerte- se impone de manera violenta sobre los territorios. Querían personas muy tranquilas en sus casas cuando se prefiere al carbón y al oro por encima del agua y los páramos. Y dicen… «Colombia es un país rico por sus recursos naturales y deben ser explotados para el beneficio de todos. La naturaleza debe ponerse al servicio del desarrollo, eso sí, garantizando su sostenibilidad para que nuestros hijos puedan disfrutarla».

¿Qué querían? Si los corruptos se roban la plata, construyen puentes que se caen, inauguran carreteras y túneles con derrumbes, se lucran con la salud de niños y niñas, hacen refinerías con sobrecostos abismales y desfalcan hospitales públicos. ¿Qué esperaban? Si diplomáticos colombianos tienen laboratorios de cocaína en sus fincas. Y se oye en el pasillo… «Está bien que roben, pero que hagan algo».

Para el pesar de unos cuantos, y para la grata sorpresa de otro tanto, la dignidad en Colombia no había sido derrotada, solamente estaba adormilada.

Las juventudes están en movimiento. Están pintando paredes, resignificando símbolos y monumentos. Están en las calles, en la «Primera Línea» y no lo hacen por deporte o por hobby; no arriesgan su salud o su vida por placer; están en las calles por desespero, porque comprendieron que no es normal vivir en medio de la pobreza, del hambre, de la violencia, del asesinato, de la muerte. Comprenden que no es normal que asesinen a 300 o más líderes sociales por año, que no es normal estar al pendiente del atraco y de la puñalada.

Ojalá la juventud no vuelva a la inercia, ojalá se mantenga en movimiento, ojalá la protesta continúe, pero también ojalá que transcienda hacia otras dimensiones y otros modos: esto es un asunto que va más allá de lo político-estatal, es una lucha cultural, es una lucha por la supervivencia de la democracia en su sentido más amplio y profundo; es una batalla cultural por la re-apropiación y apropiación de los territorios, de las comunas, de los barrios, de las veredas, de los campos.

¡Que sigan las ollas comunitarias, que sigan las asambleas populares y las barricadas, que sigan los discursos políticos, que sigan los grafitis, que siga la música, la batucada, el baile y las marchas! Que nunca paren; que la juventud arrastre al resto de la sociedad a dejar la inercia atrás. Que la democracia palpite cada vez más fuerte, que las artes, los mercados campesinos y la deliberación sean sus expresiones máximas, que las ollas comunitarias estén rodeadas de la palabra, de las ideas y de los argumentos; que las calles jamás sean silenciadas, por el contrario, que vibren a todo dar. No importa qué suceda, no importa quienes gobiernen, esto ya no puede ni debe parar.

Escucho gente decir…

«Ojalá todo vuelva a la normalidad rápido y se acabe la polarización, todos queremos paz, los buenos somos más»