Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

¿Quien cuida a quien?

Salud emocional

Cuidar es una palabra que encierra múltiples significados. Puede entenderse como el arte de atender, custodiar, conservar, defender, administrar, asistir, cultivar, guardar, mantener, preservar, proteger, velar, curar, mirar, vigilar. Tantas acepciones implican a la vez una mayor dificultad para encontrar el término que precise su verdadero alcance. El inconveniente aumenta cuando hay que aplicar el significado a las relaciones entre personas, en especial entre padres e hijos. ¿Qué es cuidar? ¿Quién cuida a quien? Porque pasados los años de crianza de la infancia y la adolescencia, se presenta otra etapa de la vida donde los padres “se hacen viejos” y entonces surge el compromiso, la responsabilidad y casi la obligación de que sean los hijos los que cuiden y protejan a sus progenitores.

¿Qué tan fácil es? ¿Qué tan preparado está usted, como hijo, para asumirlo?
Encontrar el equilibrio entre las necesidades de nuestros padres ancianos o con limitaciones físicas o mentales y la propia vida del hijo que recibió toda su ayuda, no es un asunto fácil. Es un aprendizaje para el que no se nos prepara y sólo el momento de toparnos con la realidad nos abre los ojos y nos presiona para tomar decisiones. Cada vez mas, grupos de familias nucleares se ven abocados a responsabilizarse de la vida de un papá o una mamá, quienes nunca creyeron que envejecerían o que su salud se deterioraría. Nuestros padres, abrumados por el diario vivir, cuidando y levantado 5, 8 hijos, difícilmente pensaron que llegaría un futuro y que estarían desamparados para ese momento. ¿Quién queda? Solo los hijos para que den la mano y quién lo creyera, es uno de los momentos mas complejos de la existencia. La decisión entre “que tanto me corresponde”, “cuál hermano o hermana tiene mas compromiso, tiempo o dinero”, “a quien privilegio a mis hijos o a mis padres” no son preguntas fáciles y mucho menos sus respuestas. Porque las dependencias emocionales que se dan no siempre pueden considerarse discapacidades. Son costumbres o modos de vida que se han acolitado durante mucho tiempo. Mamá se siente “chiquita” cuando queda viuda o papá no logra soportar la soledad si la compañera ha muerto primero. Y ni hablar de limitaciones físicas, enfermedades, olvidos o situaciones económicas que obligan a revisar los propios esquemas. Formas de vida que “obligan” a que los hijos reemplacen esos vacíos o falencias. ¿Hasta qué punto?

“Primero conociste máma que esposa”, es una expresión que la vieja cultura repite como manifestación exagerada de amor y reconocimiento a los padres. Pero es una frase injusta porque desequilibra el linaje. Y aun cuando se lea “muy cruel” la “nueva” familia debe primar sobre la anterior. “Dejarás a padre y madre” dice la Biblia y es necesario buscar el equilibrio entre los que me amaron y educaron y los que amo y educo hoy. No es una decisión fácil y mas vale empezarla a planificar para que no nos tome por sorpresa. ¿Se puede preveer? En especial buscar que nuestros padres tengan un “mundo propio”, amigos, conocidos, que no construyan la época del “nido vacío” sólo a nuestro alrededor ni “utilizarlos” como sostén de apoyo a sus nietos, son formas reales de empezar a construir un futuro con equilibrio. Si logramos que tengan su propio espacio, si se planea un seguro de salud, si construímos un ahorro programado de “todos” los hijos, preparamos ese futuro que cuando menos pensemos es presente. En cuanto al amor, el cariño o el respeto, “nace” de lo que hayamos vivido a su lado. No se improvisa, por el contrario, se cosecha…La familia guarda una jerarquía: papá y mamá siempre irán primero, en edad, dignidad y gobierno (como decían los mayores). Pero también tenemos derecho a nuestra propia vida porque el mejor homenaje, en su nombre, es comprobar que nos formaron para ser felices y lo estamos logrando.

Gloria Hurtado – Psicóloga