Por: Gloria H.
¿Por qué no escuchar a los niños?
No es fácil hablar con un niño o una niña porque para muchos todavía son seres “irracionales”, algo así como animalitos, o bultos de carne que no se dan cuenta de lo que hacen o dicen. De allí la inmensa dificultad para creer en su versión de la vida o de los hechos, o para creerle a sus explicaciones. Empezando porque igualamos nuestros significados adultos con los de ellos y creemos que las palabras significan lo mismo. ¡Cuando no es así!
El lenguaje infantil merece traducción, en especial despojarse de los significados adultos para escuchar el sentir infantil. Que un niño exprese “no te quiero” por ejemplo “merece” traducción. Algo pasó y lo dijo de esta forma. Hay que oírlo, de acuerdo a la circunstancia, pero no puede tomarse literal: No puedo reclamarle por su desamor o por sus palabras; es su expresión y debo escucharla, respetarla y acercarme a su interpretación de acuerdo con lo vivido.
No hablan como nosotros, pero utilizan las mismas expresiones que necesitan “traducción” si quiero generar una comunicación con ellos. Escuchar a un niño es casi un arte donde debo despojarme de mis prevenciones para escuchar su sentir. En momentos como estos; su dolor, su miedo, su aburrimiento y jamás, jamás denigrar de su sentimientos. Mucho menos ridiculizarlos o invalidarlos por exagerados o “no vale la pena llorar por esa bobada”.
En otras circunstancias son absolutamente literales y su espontaneidad les hace decir los hechos sin filtros. Por eso; no es fácil encontrarse con su franqueza que pueden dejar al adulto sin respuestas. Callarlos o ignorarlos es una forma de controlarlos, de desconocerlos pero en especial, demostrar nuestra incapacidad para tenerlos en cuenta. ¿Por qué los gobiernos no dialogan con ellos? ¿Les tienen miedo? ¿No tienen gente preparada para conversar con los niños? ¿Cómo no producen dinero no importan?
Por eso escuchar a un niño es fundamental. Son lo que viene y nuestra sociedad no les da ni lugar, ni espacio. Los problemas que están acumulando ante lo que se vive son infinitos y marcarán sus vidas. La responsabilidad no es de ellos, es de nosotros. ¿Nos cruzamos de brazos o intentamos al menos modificar nuestra actitud?
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