Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (161)

¿Dios es misógino?

Sí, el Dios de las religiones sí es misógino porque las religiones fueron creadas por los hombres (varones) en su afán de explicarse el mundo. Y para ellos solo existía una sola manera de mirar la vida, la patriarcal, la de ellos. Entonces, las religiones se fueron cimentando sobre la valoración excesiva del hombre, en detrimento de la mujer. Y basta hacer un recorrido por algunas de las más “emblemáticas” para encontrarse con esa agresiva y fatal discriminación. No es coincidencia que tanto el Papa como el Dalái Lama, los maestros Zen sean todos hombres y nunca han estado rodeados ni han vivido con mujeres. Para los hombres es aterrador encontrarse con el poder de la mujer, acumulado en su intuición y en su fuego interior. “Los hombres y en especial los sacerdotes –de Oriente y Occidente- tienen mucho miedo de la energía femenina porque en realidad representa un tipo de fuego, una especie de vivacidad, un tipo de caos y los hombres básicamente quieren mantener el control. La energía masculina quiere el control y la femenina supone una amenaza para ello. Por eso hay que mantener a las mujeres a distancia”. Palabras sabias escritas por un escritor inglés. Los hombres no saben manejar la audacia o astucia femeninas, les aterroriza “ese” poder mágico, de allí la persecución contra ella cuando no logra dominarla.

En el Levítico hay textos aterradores: “toda la barbarie contra las mujeres de los arcaicos y fanáticos musulmanes de hoy, ahí está prescrita como mandatos claros y precisos, complementados con el llamado principio del Levirato, si un hombre muere sin haber procreado la viuda está obligada a hacerse embarazar por el cuñado y el cuñado obligado a hacerlo o ser vilipendiado. Jesús inició la gran revolución ética, fue el protofeminista, condenó los mil rituales que condicionaban todo y sometían la mujer totalmente a la voluntad masculina, abolió el matrimonio como negocio de los padres y por primera vez en la historia de la humanidad declaró que el amor era el único motivo válido para que una mujer y un hombre unieran sus vidas. Cuando Constantino declaró al cristianismo como religión oficial del Imperio, pasó a entonces a ser soporte espiritual del poder. Recuperaron el Antiguo Testamento, contra el que se rebeló Jesús, y por supuesto el Levítico y todas las condenas contra la mujer, como el derecho del hombre a repudiarla si no le daba un hijo hombre, a quemarla viva, a aceptar los golpes que debe darle el marido por la menor falta. En los 3 siglos que duró activa la Inquisición se calcula que quemaron 6 millones de mujeres en Europa, por brujería que muchas veces era simplemente ejercicio de la sexualidad”.

El doctor Óscar Espinosa, psicoanalista, aporta estos excelentes datos que refuerzan la idea contundente de la misoginia de las religiones. Pero el Dios de la espiritualidad no es misógino. El Dios que no tiene (ni necesita) religión, el Dios de los casados, de los separados, de los fieles, de los infieles, de los homosexuales, de las lesbianas, de las mujeres y de los hombres, de los buenos y de los “malos”, ese Dios no es misógino. Ni excomulga, ni castiga, ni condena. Ese es un Dios de amor, el Dios de la espiritualidad, no el de las religiones. Y para llegar a él no se necesitan “ayudantes”, ni iglesias, ni templos. Ese Dios de amor está en el interior de cada quién: hay que aprender a escucharlo, desde el silencio y desde la elemental pero contundente filosofía “no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti”. ¡Eso es todo!