Psicología y espiritualidad.
La Psicología tradicional ha tratado las situaciones traumáticas del ser humano en el campo material. Cómo está su inconsciente, cómo son sus relaciones interpersonales, su vida familiar, su nivel de neurosis, su manejo de conflictos, las situaciones de su entorno, su autoestima, la angustia, crisis de identidad, problemas de aprendizaje, drogas, alcoholismo, en fin, cualquier cantidad de situaciones a la que la Psicología tradicional ha querido darles una solución. Siempre en un terreno muy concreto y práctico. La parte espiritual; por así decirlo, no ha sido su “asunto”. ¿Por qué iba a serlo? La Psicología necesitaba «con urgencia» afianzarse como Ciencia y jugó a lo que la Ciencia le exigía: pruebas, mediciones, razonamientos. La Ciencia necesitaba con urgencia afianzar sus dominios en el campo de lo racional y lo espiritual no podía medirse ni probarse en laboratorio, por lo tanto fue desechado y considerado fuera del terreno de la Ciencia y por ende de la Psicología.
Pero los tiempos cambian. No tan rápido como se desearía, pero existen vientos de renovación. A través de la Psicología Transpersonal, lo espiritual ha ingresado al consultorio psicológico. Dios, el sentido de la vida, la muerte, el más allá, vidas pasadas, experiencias «cumbres», lo místico, «quien soy yo», el universo, el tiempo, el bien y el mal, en fin; cualquier cantidad de conceptos que siempre han existido pero que se consideraban «fuera» de lo psicológico, hoy forman parte de lo que se trabaja en Psicología. Por lo tanto, Dios ocupa un lugar primordial para tratar en el consultorio pero no desde el lugar del miedo, o del castigo, o de la culpa, sino por el contrario, desde el lugar del amor, del perdón y de la reconciliación. Desde el lugar del equilibrio, de la armonía, de la salud mental. La Psicología es, al pie de la letra, la Ciencia del Alma y hoy por hoy parece dispuesta a recuperar el sentido de su razón de existir dentro del contexto de la sabiduría, que no solo del conocimiento.
Porque definitivamente lo que más ha enfermado psicológicamente al ser humano son la represión, la culpa, el pecado, el infierno, el sentido de un Dios castigador, que «apunta» y cobra faltas. Ese Dios vengador del Antiguo Testamento criterio, que durante tanto tiempo se difundió como una manera de «asustar» al individuo para que «marchara» por el buen camino. Pero con una visión más universal y espiritual, filosofías de Oriente y Occidente, antiguas y modernas, coinciden y encuentran que Dios no persigue, no cobra, no excomulga, no coloca zancadillas, no nos desea el mal. La vida es un continuo aprendizaje y Dios está allí, siempre, para apoyarnos, para ayudar a encontrar el sentido de lo que estamos viviendo aquí y ahora.
Dios es Amor. Por lo tanto, un Dios de amor no puede ser un Dios del mal ni siquiera un Dios que persigue o que se goza reprimiendo, asustando. Un Dios de Amor no castiga, no maltrata, no expulsa. Un Dios de amor al que se llega a través de la meditación, del contacto con otras personas, de la aceptación de uno mismo, del respeto por la naturaleza. Y la necesidad de lo espiritual, de encontrar un sentido de trascendencia, es una de las angustias más marcadas de los seres humanos. A veces, este sin sentido de vida se puede confundir con ciertas patologías a las que desafortunadamente muchos profesionales, en especial Psiquiatras, manejan con fármacos para «normalizar» al paciente. Cuando la necesidad es en el terreno espiritual, encontrar un sentido integral, intentar descubrir para qué estamos aquí y qué es lo que debemos aprender. Entonces la Psicología Transpersonal le devolvió el lugar a Dios, y hoy por hoy es el Dios de Amor el que también se trabaja en el área psicológica.
Por: Gloria H.
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