¿Quién quita la soledad?
Uno de los mayores problemas que enfrentan los seres humanos en la actualidad es la soledad. Al menos es uno de los que más asusta. Pero sucede que por tratar de evadirla se llega a perder el sentido de las proporciones, ofreciéndole al altar de la ilusión todo lo que se es.
Pero la soledad no es un problema de compañía. La soledad no es un problema de «montonera», no depende de estar rodeado de una o varias personas. La soledad es un problema interior y por lo tanto no hay nada, ni nadie en el mundo que la quite. El asunto de la soledad, qué paradoja, es un problema totalmente individual, que no puede acompañarse y se debe enfrentar en absoluta soledad.
Para empezar, la soledad en términos simples es miedo. Cuando se habla de soledad siempre está implícita la necesidad de alguien que desde afuera calme el mundo interior. Es algo semejante a que cuando en su casa se le daña la tubería de la cocina, espere que desde el andén exterior se la puedan arreglar. Pues no: el daño de la tubería es interno y así la calle se le llene de voluntarios para remediarle el impase, sólo se puede arreglar en el interior de la vivienda.
Los daños «interiores» de nuestro ser no se remedian desde el afuera. La soledad es un problema de miedo a enfrentarse con uno mismo. El «inquilino» interior es demasiado peligroso y más vale distraerlo para no tenérselo que encontrar.
De allí que el ruido, la bulla, la música estridente, la frenética actividad, son algunas formas de distraer a ese huésped interior, directo responsable de que nos sintamos bien o de que nuestro mundo sea un caos. Cada vez que encuentre que tiene miedo de estar solo significa que tiene miedo de usted mismo. Y por lo tanto le debe tener pánico a la intimidad, a la conciencia, a la espiritualidad y en definitiva a la muerte. Es como si estuviera en una dimensión y tuviera miedo de «subir la escalera» para acceder a otra.
Cuando se acepta al huésped interior, cuando puede encontrarse con usted mismo, desaparecen el miedo y la soledad. Cambia de dimensión y el sentido de lo trascendente empieza a tener significado. Descubre que usted es buena compañía de usted mismo.
Es rico estar con uno mismo porque hay conexión con el universo sin tener necesidad o apego de algo concreto. La vida tiene sentido y no son tan importantes las cosas externas porque usted nunca se aburre con usted. No significa que no se pueda disfrutar de la compañía de otros. Sólo que no es necesaria, es agradable pero no indispensable. Por indispensable se entiende que sin esta compañía no se pueda vivir.
La vida tiene sentido, no tanto en la compañía; como sí en la solidaridad, la gratitud. La soledad es en definitiva un problema de miedo a los fantasmas personales. Por lo tanto, la solución no depende del afuera. Si desde afuera consigue que se la calmen ha construido otro problema (Y no se si será peor): «La dependencia».
La soledad se enfrenta con autonomía, con el encuentro personal, con el viaje hacia adentro. Entonces el primer paso para enfrentarla es el silencio; el contacto con la naturaleza y porqué no la meditación. Soledad es miedo de usted y con ese miedo si es complicado enfrentar la vida.
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