Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (199)

¿Y las monjas qué?

¿Por qué no hay escándalos en el mundo de las religiosas que llegan a vivenciar los mismos obstáculos, tentaciones, deseos o represiones de los sacerdotes? ¿Son más “sanas”, por naturaleza, las mujeres que los hombres? ¿La energía femenina es más respetuosa que la masculina? ¿Las monjas también abusan de niños y niñas? ¿Llegan a acosar sexualmente? ¿Cómo manifiestan su frustración sexual?

En un convento pueden suceder muchas cosas. A puerta cerrada. Como sucede en cualquier casa de familia. O inquilinato. El interior del lugar en que habitamos (o al menos dormimos) puede ser muy diferente a lo que se percibe de la puerta hacia afuera. Un convento de sacerdotes o religiosas puede guardar muchos secretos, silencios, abusos, guerras de poder, injusticias. Además no podemos desconocer que el solo hecho de hablar de convento, despierta un sinnúmero de imaginarios y fantasmas porque su asocia con encierro, puertas cerradas, oscuridad, silencios, celdas y largos corredores. Los sacerdotes están el ojo del huracán por los continuos casos de pederastia, estimulados posiblemente por la represión sexual que conlleva un celibato; pero las religiosas también pueden sentir los mismos deseos que ellos porque también enfrentan el celibato. ¿Existe diferencia?

Aunque las religiosas no tienen pene (que puede ser un “arma” contundente de violencia) poseen otros elementos con los que se podría abusar de niños y niñas. ¿Qué sucede? No existen casos o no se denuncian. ¿O será que la biología femenina, marcada por sus órganos sexuales escondidos, hace que el mundo femenino sea menos agresivo, más morrongo, más reprimido? Muchas inquietudes. Las diferentes maneras de enfrentar la sexualidad en hombres y mujeres puede dar pie a esta diferencia. Que no podría calificar ni positiva ni negativa, solo distinta.
¿Una mujer puede violar? ¿Una mujer puede convertirse en una abusadora sexual? Sin lugar a dudas. Puede que no posea la fuerza de un órgano sexual, pero el acoso y la violencia no necesitan falo para agredir. Miradas, toques, chantajes, cobros, manoseos, autoritarismo, pueden ser herramientas de abuso y agresión sexuales y marcar a niños o niñas con la misma intensidad (o dureza) de las que marcaría un abuso físico.

La violencia sexual tiene muchas caras. Seres humanos cobijados por la represión o la prohibición buscan los caminos más soterrados para descargar esa ansiedad. Y el daño es ineludible en quienes “reciben” la descarga de su tensión. La Iglesia Católica impone el celibato a hombres y mujeres que posiblemente viven los mismos traumas pero la expresión de su problemática puede ser diferente. A los conventos de las religiosas los ronda el fantasma del lesbianismo y las guerras de poder. Puede que se guarden historias fuertes de competencia, rivalidad, envidia o abuso de poder entre las integrantes de la comunidad. Pero ¿qué tanto estas situaciones afectan a las personas “externas” que tienen contacto con ellas? Hombres y mujeres diferentes en expresión, iguales en deseos. El celibato, la represión sexual, no parecen ser elementos que ayuden en la construcción de salud mental.

Por: Gloria H.