Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (205)

Por: Gloria H.

Grises

Estamos educados para vivir en un mundo de dos colores: Blanco o negro. En un mundo donde solo existen dos grupos de personas: Los buenos y los malos. Allí sólo se dan dos categorías estéticas: Lo feo y lo bonito. Nuestra era es un período bicolor: o se está conmigo o se está contra mi. Vivimos en una época poblada de expresiones tan categóricas como «jamás» o «siempre» y no logramos hablar un lenguaje donde quepan los «algunas veces». Se pasa de un extremo a otro con una frescura descarada.

O su jefe no sirve para nada, o es «el berraco de guacas». O su compañero es un guache o es «divino». Su novia o es una santa o una sinvergüenza. O la selección Colombia es la machera o son una partida de ineptos. O el proceso de paz “no sirve para nada” o es la salvación de la patria. El mundo de los extremos.

Hoy vuela de la felicidad y mañana no levanta cabeza de la depresión. Los niños son insoportables o son angelitos. En su infancia todo era positivo y en la de ahora todo es negativo. O está en la olla o está superbién. O usted «todo lo puede» o «no sirve para nada».

O usted no tiene nada que ver con el asunto o toda la responsabilidad es suya. Definitivamente un mundo en blanco y negro. En esa concepción sólo hay vivos y bobos, honestos y ladrones, capaces e incapaces, maduros e inmaduros.

Pero el mundo en dos tonalidades ha hecho muchísimo daño en las relaciones entre las personas porque elimina de un tajo el gris, es decir lo humano de la existencia. Y aun cuando el color gris no tiene tan buena imagen como el blanco o el negro, la única manera de vivir con un mínimo de salud mental es volverse experto en el manejo de la paleta del gris.

Es decir, en la aceptación de los términos medios, en la necesidad de abolir lo radical, lo extremo, en la urgente necesidad de aceptarse como humano, como individuo que falla, se equivoca, e intenta construir día a día su existencia.

En el mundo hay grises y se vuelve prioritario revivirlo en el lenguaje, en la vida, en la cotidianidad. En el mundo no hay mala educación para los niños de hoy y buena educación para los de ayer. Ni hoy todo es censurable, ni ayer todo era perfecto. Los que lo rodean no son tan malos y usted no es tan bueno o viceversa. Toda la culpa no es del vecino y usted no es un «ángel sin alas», “reparta” de aquí y de allá. El gris es un camino intermedio, el espacio de la aceptación, el lugar donde dejamos de ser dioses para aceptar que fallamos, caemos y nos levantamos.

El mundo no va en blanco y negro. Se construye y por lo tanto está sujeto al error. Necesitamos grandes dosis de gris, porque necesitamos atrevernos a construir una sociedad donde la diferencia sea la base de la convivencia. Aun cuando no seamos iguales ni en creencias, color, partidos políticos, religión, equipos de futbol, maneras de amar y concebir parejas, en fin, en lo que quiera…

Necesitamos apostarle a los cambios aun cuando no sean perfectos. Necesitamos arriesgar, de buena fe, y creer que podemos construir un mundo diferente, aun cuando nos equivoquemos. Pero entre repetir lo mismo y atreverse a cambiar hay que tomar la decisión. En el medio está la virtud.