Por: Gloria H.
Amor.
ASÍ SEA CON DOLOR, con una cierta dosis de rabia e impotencia, nos vamos encontrando, paso a paso, que el amor no es lo que nos enseñaron y menos aún lo que esperábamos. Cuando dos personas se comprometen en una relación, deben suponer que nada de lo que han soñado se va a cumplir.
Y no porque la relación sea un desastre, sino porque lo que se soñó y esperó sobre el amor no puede darse. La relación puede ser muy enriquecedora y gratificante, pero no es un sueño. Y como en toda aventura humana, hay que presupuestar e incluir grandes dosis de sufrimiento y dolor. El camino de la construcción de una relación está lleno de dificultades y también de momentos –ojo, que escribí momentos– de felicidad.
¿Hay que hacer curso para aprender a amar? Yo diría que no tanto como un curso, pero sí debemos estar dispuestos a revisar conceptos. Lo puede hacer en grupo –es más entretenido y enriquecedor–, o de manera personal, indagando, poniendo en duda las ideas y los conceptos, sobre todo atreviéndose a cuestionar.
No hay nadie que pueda ofrecerle respuestas, ni le sirven las de los otros. Pero como usted no puede vivir sin ellas, tiene la obligación de buscarlas. Si no lo hace, dará tumbos y vueltas, apagará incendios, y lo que es peor, seguirá repitiendo los mismos errores. Algo es claro: con el concepto de amor tradicional, con aquel que nos educaron, no se puede vivir.
Y no porque el amor se haya modernizado o computarizado, sino por la sencilla razón de que aquel concepto recibido fue equivocado. ¡Así de sencillo y así de tenaz!
Entonces lo primero que rodea al concepto de amor es una mentira. ¡No es lo que nos dijeron que era! No es como nos lo pintaron y mucho menos como lo soñamos. He ahí el primer golpe dado por el amor. Vivimos para él, para conseguirlo, para atraparlo, para poseerlo, y si de alguna manera queremos llegar a sentirlo, debemos comenzar a resistir todos sus embates.
Los boxeadores hablarían de jabs…, de directos. El amor es un experto boxeador que golpea y golpea. Y, expectantes e idiotizados, podemos quedarnos inermes recibiendo sus derechazos, si no aprendemos a manejarlo.
El primer golpe ya nos lo dio: no es ni mitad, ni media naranja, ni invasión. Por lo tanto, no puedo desear que desde afuera alguien me haga feliz, me llene, me satisfaga, le dé sentido a mi existencia. Ese amor no existe, y por ello debo poner los pies en la tierra. Si lográramos encontrar algún ser sobre el mundo capaz de darnos todo lo que esperamos del amor, habríamos protocolizado no una relación perfecta, sino la relación de mayor dependencia de cuantas pudiésemos crear.
¿Quiere continuar con el tema? Jueves 29 a las 7.30 pm en Instagram de Gonzalo Gallo
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