Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Un mundo sin problemas.

¿Es de los que sueña con tener una vida, al menos algunos días, sin dificultades? ¿Es de los que cree que a la vida venimos a “gozárnosla”? ¿Es de los que anhela una sociedad en la que “todo” funcione? Allá, en el fondo, ¿usted siempre ha creído que tenemos derecho a esperar que la familia, la comunidad, el país, se desenvuelvan sin dificultades?

¿La felicidad es un don que me corresponde por ser humano y tengo derecho a reclamarlo, a exigirlo y a molestarme con los que “ obstaculizan”, de cualquier forma, mi anhelo de encontrarlo? ¿Son los otros responsables de que no logre la felicidad soñada?

Para muchos felicidad, entonces, es ausencia de dificultades. Es vivir en el paraíso, o como decía Estanislao Zuleta, “vivir en una sala cuna” o en “un paraíso de mermelada”, todo dulce, todo agradable, todo sonrisas. El problema fue que nunca nos enseñaron que la vida es un aprendizaje, nada es perfecto y por lo tanto a la vida venimos a aprender.

El error y la dificultad que generan frustración, son lo más “valioso” de la condición humana porque a través de ellos aprendemos. En una vida perfecta, sin dificultades, no hay nada que aprender; los errores, las frustraciones, que tallan tanto, son los maestros que nos ayudan a crecer.

Vida sin dificultad no existe, vida perfecta es una utopía. Cada error es una lección ante la cual puedo renegar, protestar, rechazar o aprender a manejar, a enfrentar. Porque ante los errores, sino aprendo de ellos, repito.

¿Hasta cuándo? Hasta que aprenda. Aprender no es someterme, ni callarme, ni doblegarme, no. Es enfrentar el momento y mirar que tengo por asimilar de esta circunstancia. Y cuando acepto que la vida “no me persigue” o no me la tiene “montada” fluyo con más tranquilidad incorporando la frustración y la dificultad como parte de mi crecimiento.

Impacta saber cuánto daño se puede hacer una persona a sí misma, solo siguiendo las creencias que le enseñaron de niño. “La felicidad es un derecho, está allá afuera y el mundo me la debe”. Entonces, siempre hay un culpable, siempre existe un responsable del error externo, pero poco me miro a mí mismo para aceptar que tanto busco un mundo de perfección que no existe. Que tanto yo mismo construyo mi felicidad aceptando la imperfección y la responsabilidad de mi propia vida aprendiendo de cada momento de frustración.

No quiere decir que no pueda “gozarme” la vida: que rico disfrutarla. Pero puedo gozarla con más tranquilidad cuando me centro en la responsabilidad de la construcción de mi felicidad. Depende de mi, nadie me debe y tampoco nadie me hace daño, las frustraciones y fracasos son mis “quices” en mi personal camino por la vida.