Salud emicional
Violar significa atropellar. Violar significa forzar, obligar, someter. Y no es el escenario el que hace el delito: la calle, el lugar solitario, el mangón, no son los únicos lugares para construir una violación. Las Universidades, los colegios, los lugares de trabajo, la casa, la finca familiar, la cama matrimonial, cualquiera puede ser el espacio donde un hombre-cualquiera que él sea- impone su deseo, con el arma que la cultura patriarcal le privilegió. Y probar la violación pareciera que fuera tan dificil como erradicarla!
Un violador no es únicamente el atracador de la noche o de los lugares solitarios. En muchísimos casos los violadores son personas conocidos en el entorno y denunciar a un padrastro, a un tío, a un hermano, no es cosa fácil para ninguna mujer. Qué tal una adolescente de 14 años ante un juez «probándole» que su padrastro abusó de ella y por eso está embarazada? A quién le va a creer el juez: a esta muchachita aterrorizada y sometida por el miedo, la culpa y la vergüenza, o a un «macho» que puede probar con su vozarrón que su hijastra «se lo da» a cualquiera, incluídos todos sus compañeros de clase? A quién le cree el juez?
Pero lo mas delicado del asunto es que un violador puede ser el mismo esposo o compañero de la mujer. Mas de un hombre considera que como «ya tiene mujer» y su unión está bendecida u oficializada, tiene derecho a «usar» a su compañera cuando quiera, como quiera y las veces que quiera. A las buenas o a las malas. Y de esta forma, con esta actitud, se tipifica toda una violación en la misma casa, en la cama conyugal y dentro del mismísimo matrimonio. Porque son allí donde se suceden la mayor cantidad de atropellos: en pareja, a nombre del amor y con la «bendición celestial». Cómo denunciar (si es que es capaz de hacerlo) al propio esposo y cómo lograr que le crean, si para una gran mayoría de hombres, el matrimonio otorga derechos para exigir, reclamar, abusar cuando al hombre se le antoje? Para muchos hombres «esa» es una de las obligaciones conyugales de la esposa: acceder a los requerimentos del marido cuando a él le provoque. Es aquí donde los consultorios de Psicología podrían «alimentar» a la Justicia con multitud de historias sobre la realidad cotidiana. Hechos y circunstancias muy dolorosas donde el hombre abusa y presiona para que se lo complazca. A como dé lugar y sin importar para nada el deseo o el no-deseo de su compañera. Historias de hombres borrachos, hombres que acaban de «concluir faena» con la amante y vienen a rematar con la esposa y ella debe acceder o para evitar el escándalo familiar, para que los hijos e hijas no se enteren, o para que el presupuesto familiar no se disminuya. Historias de compañeros que «prohiben» métodos anticonceptivos a su esposa, para poder seguir amarrándola a la casa con mas hijos. Aceptará la justicia estas historias de violaciones producidas en el mismísimo entorno familiar de las relaciones de pareja bendecidas por el estado o por la Iglesia?
Gloria Hurtado – Psicóloga
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