Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

No sé si estar contenta o ponerme triste

Por: María del Pilar García Arizabaleta

Poco he salido en esta cuarentena, he evitado hacerlo tratando de huirle a un posible contagio, pero por asuntos estrictamente urgentes tuve que salir y cuando lo hice por primera vez, obviamente aproveché para varias de las cosas que se deben hacer presencialmente, ir al banco, y a cobrar un dinero, pero no dejé de lado la oportunidad para ir al supermercado, a la droguería.

Fui muy feliz al desplazarme por las calles vacías de mi linda capital Vallecaucana, sin trancones, sin las docenas de motos a lado y lado, y sin los vándalos que solía uno ver tratando de robar al carro de adelante o al de al lado, feliz de salir a hacer diligencias sin la congestión, sin el estrés que generan los pitos de los carros, sin el ambiente contaminado de gases mal olientes.

Como seria de maravilloso que las ciudades fueran siempre así:

  • Un tráfico ordenado de gente muy civilizada en cada vehículo, y a la distancia más que reglamentaria para no colisionar.
  • Muy pocos peatones, pero eso sí muy aconductados pasando por la cebra, sin imprudencias peligrosas en la vía pública.
  • Motociclistas sin parrillero, en su carril y no como enjambre de abejas cubriendo el territorio.
  • Sin vendedores de semáforo, con el aguacate, el agua, el pandebono, el periódico, los chicles y bananas.
  • Sin grupos de guámbianos en las esquinas. 
  • Sin los vendedores mal llamados ambulantes a lo largo de cada andén, y digo mal llamados, porque realmente son estacionarios. 
  • Sin las carretillas de la Plaza Cayzedo, ni la venta de jugos, chontaduros, agua, piña. 

Hoy que ya han tratado de que la ciudad recupere algo de la economía, para que no todos los comerciantes se quiebren, y que ya muchas personas regresaron a sus oficinas, y eso que solo han permitido que algunos restaurantes abran sus puertas, volvimos al caos de ciudad de antes.

Los semáforos llenos de carros, el trancón, las motos por todo lado, los vendedores ambulantes volvieron a apropiarse de los andenes, impidiendo el paso de los peatones por el espacio público, obligándolos a caminar en el espacio para el vehículo, los vendedores de semáforos con cuanta cosa se les ocurre, los desocupados sentados en las bancas de la Plaza de Cayzedo, las ventas de camisetas tiradas en el andén, los personajes que entregan volantes para créditos sin fiador, la venta de jugo de guanábana, la tajada de piña y de sandía, las arepas y hojaldras calientes en las esquinas, la papa rellena, el salchichón, la presa de pollo apanada, toda esa fritanga en acuario, las monturas baratas, los estuches de celular y los protectores de pantallas de vidrio templado, los espejos, los relojes, las pilas, la venta de utensilios de cocina para rayar y picar las verduras con su respectiva demostración, a lo reality de Master Chef Colombia, la venta de chompas impermeables, zapatos de deporte todas las tallas, y la moda ahora con los tapabocas de colores, el alcohol y el gel anti-bacterial, los indiecitos con niños en sus brazos drogados para que no molesten, y con otros que en su mayoría son alquilados para que generen lástima por estar sucios y tirados en el piso, los personajes anunciando las ventas de los almacenes e invitando al peatón a entrar, y claro no han de faltar los carretilleros rebuscando el posible reciclaje.

Produce mucha tristeza ver que no aprendimos ninguna lección, ya está nuevamente la ciudad llena de todo lo poco deseable y con un ingrediente más que afecta también el espacio público, y son las colas de gente que por su pico y cédula pueden entrar a los bancos, a las empresas y a los locales; que por cuenta del distanciamiento social ahora estos personajes salen a los andenes y casi le dan la vuelta a la manzana del establecimiento al que desean entrar.

Esta ciudad que fue ejemplo de civismo, hoy NO podemos decir que regresó sin pena ni gloria a lo mismo de antes; NO hoy está peor, porque hay muchos más desplazados, más inmigrantes de países vecinos, y por ende más negocios informales en la calle, más violencia, más desespero que se refleja en el espacio público.

No he querido limitarme a expresar, a describir, a manifestar todo aquello que marca mi inconformidad, ni lo que desearía fuera mi ciudad, quiero plantear una posibilidad de darle un giro, es algo en lo que todos poniendo nuestro granito de arena, estoy segura podríamos tener una mejor ciudad.

Definitivamente requerimos de mandatarios y de oficinas de planeación que vengan a ordenar la casa, y para ello como ciudadanos tenemos que pensar en a quiénes vamos a elegir, a quién le damos nuestro voto de confianza; jamás empeñar el voto a ningún precio, porque luego a ese politiquero al que le vendimos el voto, llegará solo a recuperar y a llenar sus bolsillos.