Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (150)

Apego mata el deseo.

El apego, aquel sentimiento de dependencia, de “no puede vivir sin ti”, de necesidad, de amor profundo, pareciera que no encaja con el deseo. Al menos es la teoría que plantea Boris Cyrulnik, psicoanalista, etólogo, de origen francés quién con sus estudios e investigación ha lanzado la tesis de que el apego mata el deseo. Pero el apego no acaba con el amor, ni con el afecto. Lo que no resiste es la erotización. De allí que muchas parejas vivan las infidelidades como una “necesidad” de desfogue del deseo; pero sin que el amor por el cónyuge se acabe. “A veces el hombre ama muy profundamente a una mujer que le es indispensable, pero por la que no tiene deseo erótico alguno; es capaz de hacer el amor con todas las mujeres del mundo, salvo con la suya”. (Cyrulnik, Boris “Bajo el signo del vínculo”). Como quien dice, que la creencia, que la cultura, transmitió respecto a la infidelidad (si tiene otro u otra es porque no me quiere) es absolutamente falsa. Se puede amar a la pareja y tener por fuera a alguien que satisfaga el deseo. Ahora, esta teoría “no se le ocurrió” al investigador “porque sí” o porque se la inventó. Basado en el comportamiento natural (el objetivo de la etología, fundada por Konrad Lorenz), la investigación se basa en hechos reales que definitivamente sorprenden.

El apego es una sensación de pertenencia, de posesión, donde la presencia del otro o de la otra llega a ser tan constante que “desaparece”, como quien dice que de tanto estar tan cerca se vuelve invisible. No se observan sus cambios físicos, ni sus estados de ánimo; porque siempre está allí. Como el sofá de la casa que no hay que reconocerlo a diario para comprobar que está en su lugar. El apego se teje cotidianamente. En el no consciente día a día marca su impronta. Gesto tras gesto tranquiliza hasta el embotamiento y solo emerge a la conciencia el día de su pérdida. “No sabía hasta que punto lo amaba. Lo necesitaba tanto, ni siquiera sentía su presencia que hoy me hace tanta falta”. El apego genera tranquilidad, comodidad y conduce al “apaciguamiento del deseo”. El otro o la otra se convierten en un pedazo de uno mismo, “tan de confianza” que se descuida y no produce ni un mal pensamiento. Porque los “malos pensamientos” quedan para afuera, donde está la sorpresa, lo desconocido, lo que puede terminar en cualquier momento y por lo tanto obliga a estar vigilante.

La sorpresa amorosa se opone al establecimiento del vínculo. De allí que las relaciones “ocasionales” sostengan los matrimonios. Porque lo que hay en casa no se abandona pero lo de afuera es atractivo, estimulante o erotizante. Cyrulnik sigue exponiendo ideas: la necesidad de “oxigenación”, de distancia explica por qué la sexualidad es más viva y más libre en las parejas en que los dos integrantes trabajan, mientras se adormece más pronto en las parejas en que la mujer permanece en casa. Además, dice el autor, muchas mujeres atribuyen a su marido una función maternal. El apaciguamiento del cuerpo a cuerpo está reservado al marido. Solo el amante tendrá derecho a la penetración. “Qué lastima que mi marido tenga un pene, ¡Eso lo arruina todo!” ¿Qué tan ciertas pueden ser estas teorías? Cyrulnik, dice que: “La mejor manera de anquilosar una idea es venerarla”. Lo que se podría interpretar que cuando construimos mitos de creencias estamos “enterrándonos un cuchillo” porque no nos permitimos revisar conceptos. El amor, el sexo, el afecto están aquí, en bandeja, para atrevernos a mirarlos. ¿Aplica para época de confinamiento?

Por: Gloria H.