Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (154)

Por: Gloria H.

Vacío.

Es una sensación inexplicable y por momentos inesperada. Allí está, con su invasiva presencia, como vapor que empaña todo el espacio. Allí sigue, allí está. A ratos se esconde, otras veces “brinca” e invade todo el cuerpo, otras se disfraza de tristeza y hay llanto y angustia. Pero allí está, allí sigue ese fantasma, ese monstruo de insatisfacción que pareciera no lo calma nada.

Allí está, solapado, carcomiendo las entrañas, produciendo esa sensación de desazón, desconcierto, aburrimiento, preguntando por el sentido de la vida. Cuestionando al presente, desconfiando del futuro. Interrogando sobre el por qué de las cosas. No, no hay respuestas…

La sensación de angustia se pega a las entrañas y no existe asiento ni lugar para calmar la desazón. ¿Qué hacer? ¿Para dónde mirar? ¿Qué camino coger? No es depresión porque la vida no se paraliza, ni hay inclinaciones suicidas, ni tampoco hay dificultad para conectarse con los demás. Solo ese vacío, ese hueco en el estómago preguntándose por el sentido de la existencia. ¿Qué hacemos aquí? ¿Para qué nacimos? ¿Cuándo moriremos?

Vacío, hueco, agujero, cavidad, varias expresiones para la misma sensación. Pero allí frente a él, frente al vacío, la única manera de afrontarlo es intentando una conexión con lo trascendente, con lo espiritual.

Qué paradoja pero el vacío es proporcional a la satisfacción material sin asidero en lo espiritual, sin ninguna clase de mirada más allá de lo concreto. La única manera de sosegarlo, de encontrar paz, es mirando para adentro de usted mismo y “conectándose” con ese Dios interior (o como quiera llamarlo) que todos llevamos dentro.

La conexión con el corazón, con ese órgano cuya principal función no es la biológica (como se ha creído) sino la conexión con lo trascendente. Esta es la única manera de zafarse del vacío y encontrar plenitud. En el corazón están las respuestas, no en la mente. A través del silencio y de la respiración, “sale” de la duda (que a propósito se aloja en el plexo solar), de la insatisfacción, pero a través de la respiración (los pulmones) la “expulsa” del cuerpo físico.

Pero es vital mirar para otra dimensión que no sea la material, que no sea la racional, que no sea la concreta. Creo que cualquier ser humano que tenga un poco de conciencia, es decir, que se “haga” preguntas sobre el existir, ha podido experimentar este vacío. Pero como decía Ken Wilber, puede ser un vacío salvador porque lo “saca” de lo concreto y lo enfrenta (le recuerda) el sentido de la vida.