Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (167)

¿Fiel, a quién?

El tema de la infidelidad es uno de los más espinosos de cuantos existen porque el concepto (y la práctica) han dependido de los valores y creencias de una cultura que se creyó inamovible.

Las relaciones de pareja, al igual que la conformación de la familia y el matrimonio (por nombrar algunas) son instituciones en constante cambio. A pesar del deseo de muchos de que permanezcan estáticas en un mundo que evoluciona a pasos vertiginosos. Vana ilusión.

El cambio no se puede detener pero si podemos optar por decidir si caminamos a su ritmo o si escogemos que nos atropelle.

Pues bien, en aras de “conservar” la apariencia de la institución pareja, se pretende que las personas permanezcan unidas “a la fuerza”, obligadas, para no herir los sentimientos del otro u otra. Se sueña con la fidelidad cuando el ser humano es infiel por naturaleza.

Se pretendió con la institución matrimonial “amarrar” a las personas a permanecer unidas, sin aceptar el cambio como si a los 20 años se amara igual que a los 40. ¿Qué pasa con el individuo? No importa: aguántese que es más significativo tener pareja, conservar las apariencias que pensar en usted mismo. ¿Cuál fidelidad es más valiosa (y sana): al otro(a) o a mi mismo? Para la cultura la apariencia va por encima de la autoestima.

En las relaciones de pareja hay crisis incluyendo la infidelidad. No podemos ser tan ilusos de pretender que una persona permanezca a nuestro lado, en un mundo moderno, lleno de oportunidades (y tentaciones) sin haber tenido alguna aventura. Pero una cosa es la infidelidad continua y otra vivir situaciones transitorias donde el hombre o la mujer pueden enredarse eventualmente con otra persona.

Y aunque le quede difícil aceptarlo la infidelidad física no tiene que ver con el amor y se puede ser infiel y seguir amando a la pareja establecida. Pero es tal el miedo a la llamada infidelidad que se buscan métodos que “asusten” a la persona para que sea fiel (sometido) con amenazas, chantajes, cuando la relación está en crisis. Allí, más que atemorizar hay que enfrentar.

Revisión de la relación, separación temporal, cambio de creencias, análisis de sentimientos (ego, orgullo, rabia, dependencia, miedo). Construir la relación de pareja “para toda la vida” es una utopía. Cuando una persona (o una pareja) tiene una crisis, es importante afrontar la situación y no asustar o controlar en exceso para impedir que se viva lo que se tiene que vivir.

Un hombre o una mujer “asustados” o controlados al extremo, por lo que pueda pasar, son posibles candidatos a seguir “tentando al diablo”. El método de las preguntas para asustar me parece infantil… lo valioso es la decisión y no el miedo.

“Tenaz” conservar a alguien a nuestro lado cuando su corazón no esta aquí. Lo que importa es “el bulto humano”, retener a como dé lugar, o ¿lo valioso es que los que estén a nuestro lado, lo estén íntegramente?

Ser fiel a sí mismo por encima de cualquier otra consideración, he allí el meollo del asunto. No es individualismo sino salud mental. Vivir la propia vida “cuidando a otros” es una muestra inequívoca de dependencia y apego, bien distantes de una concepción de amor respetuoso y maduro.

Estar con una persona por pesar, porque es muy bueno (a), por los hijos, se convierte en una bomba de tiempo que tarde que temprano “producirá” resultados. Enfermedad, depresiones, cánceres, angustia. Ser fiel sí, pero a lo que yo creo por encima de cualquier circunstancia. Incluída la pareja.