Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (170)

Claro que no existe en ninguna Universidad o Instituto la profesión “tapete”. No existen cursos, seminarios o talleres que “enseñen” a no tener un mínimo de aprecio por uno mismo. No hay cátedra oficial de “atropello” o desvalorización. Oficialmente no. Pero en forma sutil, disimulada, disfrazada de amor, de apoyo o comprensión (o lástima) la profesión tapete se propaga como peste. En busca de una migaja de amor-reconocimiento, los seres humanos le apuestan a cualquier actitud con tal de creer que desde afuera, son valiosos e importantes para alguien. En especial el caso de las mujeres es dramático. La necesidad de reconocimiento, por la poca autoestima, motiva a creer en forma equivocada que si se entregan incondicionalmente, que si acceden a todo lo que se les pida, merecerán puntos para el afecto y el cariño. Grave error. Para recibir afecto y valoración de otra persona, lo primero que hay que trabajar es el aprecio por uno mismo. De lo contrario, lo que se da es un engaño descomunal.

Lo primero que se necesita para que alguien te quiera, es que te admire. Es decir, que logres sorprenderlo, que lo impactes, que le agrades de tal manera, que cada día pueda voltear a mirarte con la sonrisa de lo inesperado. Que la frase que brote de su corazón sea algo así como “eres increíble”. Entonces sí, si produces esta clase de sensaciones, mereces que te quieran. Sobre esta base de admiración y sorpresa, se puede construir el amor y lógico, el reconocimiento.

Pero los tapetes solo sirven para ser pisados. Para que otros u otras se limpien los zapatos en ellos. Los tapetes se colocan a la entrada para evitar que otros lugares se ensucien. Permiten que el resto del espacio permanezca limpio, impecable, pero claro el tapete se “traga” toda la mugre. El tapete se convierte en el pararrayos de la suciedad. ¿Cómo son las características de la profesión tapete? Hay personas que consideran que la humillación, el sometimiento, el silencio, la disponibilidad incondicional, pueden dar frutos. Consideran que con base en su desconocimiento personal, alguien, desde afuera, entregará lo que no se tiene. Pero los tapetes no se admiran, se necesitan. Y claro se usan. Y en forma semejante muchos seres, en especial mujeres, viven para ser usados. Para que se descargue sobre ellas las frustraciones, las rabias, las impaciencias de los otros u otras.

“Si le aguanto, aprenderá a quererme” es una opinión generalizada pero no real. Porque aguantar es la manera más rápida de dejar de ser importante (si es que alguna vez lo fui) y desvalorizarme yo misma para decirle al otro que “haga conmigo lo que quiera”, incluido el trato de tapete. Luego no me puedo quejar de cómo me tratan porque si yo opto por dejarme humillar, me humillarán. Lo más grave aún es que la incondicionalidad para ser tapete es proporcional al trato que recibes. Entre más incondicional seas, más humillaciones recibes. ¿Acaso no has decidido que tu misión en la vida es aguantar? Efectos de la profesión tapete.

Por: Gloria H.