Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (172)

Regreso a casa

Es sorprendente cómo otras filosofías y otros enfoques coinciden en su manera de interpretar la vida y la muerte. Al no estar contaminados de tanta lógica y racionalismo, están más cerca de un conocimiento integral donde pueden registrar saberes que no se han comprobado en “laboratorio”. Sin que lo anterior signifique que son charlatanerías.

El ser humano tiene muchas maneras de aprender que no deben reducirse tan sólo a lo clasificado como científico o a lo que se pueda probar de acuerdo a los parámetros objetivos (¡). Entonces, en muchas filosofías se escucha lo mismo: venimos a la vida de paso, a aprender lo que hemos decidido aprender. Escogemos lo que debemos vivir, escogemos cómo nacer y cómo morir.

Escogemos el momento de nuestra muerte y la forma en que lo vamos a hacer. Por ello no existe muerte absurda. Por eso, no existen muertes “antes de tiempo”, ni tampoco nos quedaron cosas por hacer. Los hombres y las mujeres somos seres divinos viviendo una experiencia humana y por lo tanto debemos “volver a casa”, debemos regresar a donde vinimos, después de haber crecido con nuestra experiencia humana.

Si no hemos crecido, repetimos. Como no existe conciencia y estamos dormidos, viendo y aceptando tan sólo lo que se puede comprobar, muchas señales se nos pasan sin que las captemos.

El problema no está en que no existan esos mensajes y “pruebas” de que ya sabemos hasta el momento de nuestra muerte. No. Las señales están, sólo que no estamos entrenados para percibirlas. Cuántas veces ha pasado que se “encuentran” pruebas después de que la persona se muere. La carta de despedida, la señal de que desde su mundo muy profundo, ya sabía que se iba a ir.

La llamada inusual para decir adiós, y un sinnúmero detalles que podemos “reconocer” y explicar después de la partida. Antes no, porque estamos dormidos a todas estas señales. Pero allí están para corroborar que sabemos cuando nos vamos a ir.

Venimos a vivir lo que hemos escogido vivir. Debemos aprender y a su vez enseñar. De allí la importancia de la trama comunitaria. Nuestra responsabilidad social es inmensa porque lo que cada quién hace vive y practica, es aprendizaje para otros.

Una hoja de un árbol que se cae en un extremo tiene consecuencias en el otro extremo del mundo porque somos parte de un todo. Sólo que se nos olvida o no queremos reconocerlo. Los que “escogimos” nacer y vivir en Colombia tenemos situaciones muy particulares para aprender y… enseñar.

Con seguridad que los nacidos en Suiza no tienen necesidad de aprender tolerancia. Aquí en Colombia posiblemente sí. De allí que los llamados violentos tienen algo que enseñarnos. Y si seguimos devolviendo más y más violencia, odios, resentimientos como comunidad seguimos sin aprender y claro, seguimos repitiendo. Los aprendizajes son individuales y colectivos.

Los seres humanos todavía no aprendemos como universo los procesos del amor y la comprensión. Entonces hasta la naturaleza se empeña en enseñarnos. Pero no como castigo o “venganza divina” sino como procesos para despertar la conciencia. El aceptar que se tienen muchas vidas no pone en peligro a Dios, porque a él le da lo mismo que el trayecto tenga muchas estaciones o sólo una.

Sin embargo la forma más sana de aceptar la diferencias de vida y los diferentes niveles de conciencia es saber que cada quién está matriculado en un curso diferente en la vida y de allí lo que cada quien escogió aprender y vivir sea diferente. Pero todos vamos hacia el mismo lugar porque todos tenemos las mismas oportunidades en una o muchas vidas. ¡Vamos de regreso a casa!