Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (177)

Truculencias

Sí, la situación es delicada. Para nadie es fácil, y cada cual desde su nivel o desde su rol, ha hecho las adecuaciones que se necesitan. Pero el que estemos viviendo una crisis real, dolorosa (también aleccionadora) no significa dar rienda suelta al “placer” de contar truculencias. Porque se nos olvidó contar historias buenas. Se nos olvidó como en la película italiana que “la vida también puede ser bella”.

Construimos la cultura de la truculencia, de la historia, cuento o chisme más espantoso, más impresionante o más desgarrador. Parece como si disfrutáramos expresando hasta el más íntimo detalle de cómo “le clavaron el puñal” al señor, o como “le entró el tiro a la señora”. Eso no significa que no sucedan hechos reales impresionantes donde la violencia hace de las suyas y a merced de la inseguridad nos vemos abocados a la tragedia diaria. Pero, ¡también existen hechos positivos! Con seguridad que también en nuestras vidas, hay acontecimientos que nos llenarían de alegría, que nos facilitarían el día a día o que contribuirían a tener esperanza aún en medio de las dificultades.

¿Ya oyó, por ejemplo, la historia del señor al que le devolvieron una billetera CON PLATA en un sitio público, donde arriman los ciclistas domingueros a tomar jugos y mecato? o ¿la historia del señor en la cola del supermercado que voluntariamente dio el dinero que la señora necesitaba para completar para el mercado? Usted debe conocer historias así, de las que suceden a diario, pero que parece no quisiéramos oír, para así “regodearnos” con el cuento del último robo del carro, o del secuestro del tipo en la carretera o lo del atraco en plena calle. ¿Sólo “esto”, lo malo, sucede en Cali?

¿Y si hiciéramos el concurso de las historias “buenas”, día tras día? No hay necesidad de mentir, ni más faltaba, pero sí es importante empezar a rescatar lo positivo de la condición humana. Si estuviéramos viviendo en un infierno, no podríamos ni respirar. Impacta la conciencia que se está tomando sobre lo superfluo e intrascendente, para fijarse en el valor de hechos y circunstancias mas profundos.

He escuchado testimonios de personas que cuentan que no volvieron a dar obsequios materiales sino a entregar momentos personales, como manera de hacer presencia en los seres queridos que rodean sus vidas. He oído, también, a más de una mujer expresar cómo ya no le interesan los vestidos costosos o adornos excesivos para decorar la casa, cuando encuentra que se está mejor con lo que se irradia, desde el interior y constata que el ambiente de hogar no lo hacen ni los lujos ni las cosas materiales.

¿Ha probado, por ejemplo, a qué sabe una conversación alrededor de la mesa del comedor, contando las anécdotas del día, cuando no hay prisa, ni carreras sino el valor del ambiente cálido del hogar? No se necesita comer langostinos, el plato del día puede ser agua panela con pan, pero allí también se construye vida…

Sé que no es fácil pero vale la pena intentarlo. Al menos, para no caer en extremos, hagamos el compromiso personal de equilibrar el partido. Por cada historia truculenta que diga u oiga, va el trato de contar u oír otra positiva. ¡Empatemos el partido! Una mala, entonces, una buena. Además, “caer en cuenta” de lo positivo es de por sí, un ejercicio que oxigena.

Porque regodearse tan sólo en aquella truculencia es de un morbo como de telenovela mexicana. Es tener el espíritu interior enfermo, alimentado de dificultades, horrores, dolencias. También existe el otro lado, es decir lo positivo, lo estimulante. Le sorprenderá encontrarse con tantas cosas buenas cuando se tiene el espíritu abierto para verlas.

Es como magia, se lo aseguro. Es como si de pronto, las cosas pudieran ser diferentes. Usted tiene la libertad de escoger, pero si opta por mentalidad de alcantarilla, ¡así será su mundo!

Por: Gloria H.