Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (185)

Automático.

Por: Gloria H.

¿Usted vive “en automático”? Es decir ¿efectúa su rutina diaria como si estuviera programado? Ni siquiera piensa, sino que cada mañana sabe perfectamente cómo se levanta y ¿Qué sigue en su cotidianidad? Me levanto, me baño, me visto, desayuno (siempre lo mismo) me despido, salgo de la casa (en carro o en bus) ¿llego al trabajo para continuar un día completo de programación?

No tiene necesidad de estar consciente de sus actos porque su “orden” y disciplina lo hacen comportarse como un robot. Todos los días lo mismo. Bajo control y con una organización “a prueba de balas” usted se considera una persona estable, segura y controlada. ¿Qué mas se le puede pedir a la vida? Aún más, con esa programación calculada y sistemática, usted cada vez se vuelve mas eficiente.

Cada vez realiza más cosas al mismo tiempo. Sólo es cuestión de programar. Entonces mientras desayuna, lee el periódico y oye noticias. Todo un individuo “súper” que realiza tantas cosas a la vez que se siente muy orgulloso de su actividad. Además, lo “premian” por su eficiencia.

Por su capacidad para realizar tantas actividades a la vez y tan bien hechas. Esto es lo “máximo” de la cultura occidental: control, rapidez, eficiencia. Hasta que de pronto sucede un acontecimiento, una situación inesperada y ¡plof!, como una cachetada, el mundo se detiene. O se desorganiza, se “desconfigura”. La programación se rompe y empiezan las preguntas. “¿Que, qué?” “¿Pero por qué?”, “¿cuándo?”, “¿por qué nunca me dijeron?” “¿qué es esto?”.

El desconcierto es completo. Pero el problema no es por lo que enfrenta ahora, no. El problema radica en su automatismo anterior. En la forma de vida “en automático” con la que ha vivido. Ese “golpe” que le genera preguntas y desconcierto, que le enreda la vida, es posiblemente el camino para empezar a despertar. Porque la vida en automático es un escape. La vida “robotizada” es la forma más elemental de evadirse de uno mismo.

Miedo de tener eco interior, de tener conciencia. Nunca nos educan para mirar para adentro sino para hacer cosas, ser eficiente y producir resultados. En un mundo externo no hay tiempo para pensar y mucho menos para tener silencios, Hay muchas cosas por hacer y ojalá al mismo tiempo: esto, diría la cultura, es inteligencia, eficiencia, resultados.

Usted es una “máquina de trabajo” y se prueba a usted mismo que es muy “valioso” porque al finalizar el día su balance de actividades es apoteósico. Pero, su fragilidad interior descomunal. No sabe por qué vino a este mundo (¿se lo ha preguntado?) no sabe cuál es el sentido de la vida, a usted jamás se le ocurre pensar en la muerte. Ni en ningún final. Usted vive en un presente eterno. Pero no en el presente con conciencia sino con el presente “aturdido”, sin caer en cuenta de dónde viene y para dónde va.

Congelado, como si estuviera anestesiado. ¡Y en automático! El golpe de cualquier acontecimiento que le desconfigure su “aparente” tranquilidad es aterrador. Sin embargo, es la única manera de despertar. Y hay que hacerlo si quiere empezar a descubrir para dónde va. Porque lo importante al existir, es tener conciencia de que las acciones humanas deben tener un sentido, saber que vinimos a algo y que estamos de paso, para “regresar a casa”. ¿Qué tanto estas inquietudes lo desvelan?