Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (186)

El amor no compensa

Ninguna pérdida de identidad. No existe sobre la faz de la tierra ningún elemento que pueda reemplazar lo que se pierde cuando se entrega la propia libertad, la propia individualidad, así sea a nombre del amor. Ningún hombre, ninguna mujer, ningún hijo o hija, padre o madre, reemplazan la desazón interior que se experimenta cuando se renuncia a ser persona en aras de complacer a otro u otra. Sea quien sea. El amor no repara la entrega de mí yo interior como prueba de incondicionalidad afectiva. Si no puedo defender mi propio criterio frente a los que amo significa que estoy haciendo un curso acelerado de depresión o frustración. Porque por encima de mí, no puede existir ningún otro. La libertad no está en un espacio externo donde me pueda mover o desplazar, sino en la capacidad que tengo de poder decidir sin que existan la culpa o el chantaje como pago por la osadía de querer ser autónomo.

¿Qué hay dentro de cada uno? Un vacío interior propio del ser humano. Un vacío que mágicamente desearíamos que alguien llenara. Empezando por el anhelo de que sea la madre. Pero, ni la madre (más imaginaria que real) ni nadie puede hacerlo. Nadie llega al fondo de cada uno. Ninguno puede cumplir ese deseo porque satisfacerlo sería algo semejante a perder identidad. Sería como quitarle sentido a la condición humana, parecido a la muerte, a la nada. Vivir es aprender a manejar el vacío interior. Si quiere verlo con un sentido fatalista a eso fue que vinimos, por eso estamos aquí. O si quiere anotarlo en forma más positiva, esta es la esencia de la condición humana, la que nos engrandece, la que nos pone en contacto con la energía universal.

Pero nuestra concepción idealista de amor, las creencias, nos hacen suponer que el amor colma el vacío. Que los amores, cualquiera que sea su vínculo, están llamados a “sacarnos” de lo humano dándonos satisfacción completa. Falsa ilusión. Por eso, en aras de la búsqueda del concepto equivocado de “amor que colme” hacemos cualquier cosa, hasta engañarnos entregando trozos de nuestra dignidad con tal de que nos quiten el vacío. Y es allí donde renuncio a ser yo para que tú me quieras. Renuncio a todo lo que soy, a todo lo que he logrado, con tal de que te dignes quererme. Algo parecido a “dejo de existir para que tú existas en mí” y ya los dos somos uno solo y mi angustia se calme. Falsa creencia. Cuando más tengo de ti más quiero, más exijo, más reclamo, como en un círculo infernal, hasta llegar, con el tiempo, a sentir que nada me colma; ni siquiera tu mismo. Al cabo de los días me encuentro sin nada: sin ti y sin yo. Hasta reconocer que nada justificó mi pérdida de identidad. Nada compensó lo que entregué a cambio de ilusiones, palabras, promesas que jamás se pueden cumplir. Es allí donde me puede invadir una frustración infinita porque “mi amor” no fue lo que esperaba. ¿Fue entonces el amor lo que falló o mi fue mi equivocada creencia sobre lo que es el amor la que no se cumplió? Piénsalo.

Por: Gloria H.