Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (188)

Cuando el corazón se quiebra.

Puede pasar en cualquier instante. Cuando menos se espera. La vida tiene circunstancias sorpresivas que doblan a cualquiera. Porque son fruto de cualquier nimiedad, de cualquier detalle intrascendente. Sin embargo se presentan y nos dejan sin respiración, anonadados. Para el corazón son como cataclismos. Así, elemental, simplemente sucede. Un detalle cualquiera, el ascenso que no llegó, la puerta que te cerraron antes de tiempo, los ojos que reprueban, las palabras que se dijeron o en su defecto, las que no se dijeron. La mirada que se quedó esperando una respuesta, el gesto despreciativo, el e-mail que nunca encontró al destinatario. En fin, habría tantos motivos como corazones humanos que deambulan por la vida…

Es diferente que el corazón se quiebre, a que se parta como en la canción de Alejandro Fernández. Porque cuando algo se quiebra se vuelve añicos. Diseminado en trizas, en jirones, pierdes tu norte, tu sentido. Se acaban las palabras, los criterios, las creencias. El Psicoanálisis cataloga el momento como una crisis psicótica en el que el espejo interior se destroza y se pierde hasta la propia imagen. Pero lenta muy lentamente hay que intentar recuperar pedacito tras pedacito cada uno de los fragmentos de aquello que antes era tu fortaleza, tu baluarte, es decir tu propio corazón. Porque en el corazón reposan la autoestima, el reconocimiento, los afectos, los buenos y los malos recuerdos, el tiempo vivido, los detalles, las miradas, las carcajadas de los momentos agradables, las manos amigas, las lágrimas compartidas, los abrazos, las ternuras.

El corazón es un depósito de vida que también se puede quebrar. Y cuando sucede, cuando se destroza, se avecina una hecatombe. Pero aun cuando parezca contradictorio cuando el corazón se quiebra, sucede más por lo que se espera, por lo que se ha soñado, por lo que se ha creído que debe suceder, que por la realidad de las circunstancias externas. Lo de afuera puede convertirse en un disparador para fragmentar el corazón. El dolor es infinito, la angustia se apodera de todo lo que queda en el cuerpo y es un momento en que pareciera como si el cielo y la tierra se juntaran y como si “ni Dios mismo nos pudiera consolar”. ¿Qué sigue?

Escuchando cientos de historias de pacientes que narran “cuando el corazón se quiebra”, no queda más que mirar para adelante. Lo que sigue es un trabajo de ebanistería, de restauración. La lenta y casi eterna recuperación de cada uno de los pedazos en que quedó destrozado el corazón. Es un proceso que requiere tiempo, silencio, paciencia y soledad. Porque allí, cuando el corazón se quiebra, se está absolutamente solo o sola. Los que acompañan solo pueden hacer presencia “afuera”, porque al interior de cada quién, solo esta cada quien. En el espacio interior cabe un solo inquilino, uno mismo. Cuando el corazón se quiebra y “se pega”, nada es como antes porque estas fisuras son las que le aportan madurez a la vida. Te ayudan a crecer, a mostrar que es lo importante y que es aquello superfluo aun cuando haya sido a costa de un dolor inmedible. Un dolor de preguntas sin respuestas. Sí, acepto, te puedes volver más desconfiado, más precavido, hasta de pronto más solitario. Es el precio que hay que pagar por ser humano.

Cuando el corazón se quiebra, lo dicen los testimonios, solo quedan el silencio y la fe. No hay luz, no hay guía, solo vacío y desconcierto. Pero cada fragmento del corazón que se quebró es recuperable en la medida en que puedas mirar para adelante y captar la relatividad de cada momento. En definitiva, siempre hay un mañana y lo que hoy te desgarró hasta las entrañas, en el futuro puede convertirse en el recuerdo que te ayudó a despertar y madurar. ¿Existe acaso otro camino para crecer?

Por: Gloria H.