Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (218)

Desamor

Imposible definirlo, pero existe. Es una mezcla de momentos, circunstancias y detalles que unidos uno detrás de otro, pueden producir una hecatombe. A diferencia del amor, el desamor camina silencioso. No produce escandalera, ni palpitaciones, ni desmayos. Es sutil, «suavecito», y llega a invadir el corazón. Entra con sigilo de ladrón y cuando menos se piensa ha invadido el espíritu. Y entonces no hay nada que hacer. Porque ¡el carrito del desamor no tiene reversa! Se habla y escribe mucho del amor, pero muy pocos renglones se le gastan al desamor. Sin embargo está allí, solapado, a la espera de una oportunidad para caer. Se la ofrece la vida cotidiana, la rutina, pero sobre todo la certeza y seguridad de que «sí me quiere».

El desamor no es lo contrario del amor, pero sí es el fracaso del amor. Se da porque se dejó morir al amor, porque la plantica no se regó. No se le dio importancia a la indiferencia de hoy, a la ausencia de miradas de ayer, a la frialdad del lunes. El desamor surge de la certeza del amor. Es hijo de un amor que cree que por amor todo se puede, todo se aguanta, todo se resiste. Pero el desamor golpea al narciso porque casi siempre lo toma por sorpresa. Se puede estar preparado para el amor pero nunca para el desamor. Y es entonces cuando se quisiera devolver el tiempo, revisar actitudes, hacer propósitos de enmienda. Todo en vano. El desamor es como la roya: todo lo destruye y no deja ni siquiera una esperanza

Porque el desamor no tiene reversa. Una vez instalado en el corazón no hay regalo, ni deseo, ni chantaje que valga. Ni siquiera una terapia psicológica logra el milagro de hacerlo desaparecer. Allí está, golpeándolo todo, con la más absoluta y total indiferencia. «Me da lo mismo», «no me importa», son las expresiones más características del desamor. Desamor no significa odio: en el odio todavía hay vida. En el desamor hay muerte, finales, puertas cerradas. ¡En el desamor no hay nada que hacer! Es importante gastarle tiempo al desamor para cuidarse de él. A los enemigos hay que conocerlos para poderlos enfrentar. No basta entonces con querer, ni siquiera con ser bueno. En el amor uno nunca se puede “acomodar». Siempre deben existir las espinitas que azuzan la vida sobre si el otro sí me quiere, si se puede ir de mi lado y perderlo para siempre, la inquietud sobre lo que pasa en el otro corazón. Siempre hay que permanecer en estado alerta, vigilante. Si se duerme en el amor se corre el riesgo de que desaparezca. Se lo «roban», pero no lo hurta otro amor, no. Se lo lleva el hastío, la apatía, la indiferencia. Y estos sí son «amantes» contra los cuales es imposible luchar.

Hay que ser guardianes de lo que amamos. Pero no vigilantes de lo que hace o dónde está. Hay que mantener controlado el corazón: sus expresiones, sus silencios, sus miradas. Hay que trabajar con el asombro, con lo inesperado, con la sorpresa, para poder darle alicientes al amor. En el desamor no se necesita una pelea estruendosa, gritos o desaires notorios. Nada de eso requiere porque se alimenta de pequeñeces, de simplezas, pero, como el vidrio molido, es capaz de destruir el gran edificio del afecto. Gástele un tiempo a medirle el termómetro a su amor: de pronto se va a encontrar con lo mucho que se ha transformado en desamor. ¡Y que no lo coja por sorpresa!

Por: Gloria H.