Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

Salud emocional (229)

Por: Gloria H.

Tengo miedo.

Es un sentimiento, es una emoción, es un recuerdo… Lo que quieras que sea, pero se experimenta y paraliza. Tienes derecho a sentirlo. Experimentarlo puede ser catalizador porque se conoce el límite de lo humano. Vulnerables, frágiles, “a merced del viento” pero capaces de sobrevivir.

Tengo miedo porque no hay futuro ni hay respuestas. Tengo miedo porque no se donde estoy parado. Tengo miedo porque todo cambia en segundos. Tengo miedo por la vida de los otros y por la mía, tengo miedo porque Navidad no será como las anteriores. Tengo miedo porque me golpea la soledad…

Tengo miedo porque me azaran los muchos que viven conmigo, tengo miedo porque me gusta el teletrabajo pero quiero salir a la calle. Tengo miedo porque no puedo planear nada, ni siquiera para la semana que llega. Tengo miedo porque hay muchos muertos conocidos y es como si el círculo de fuera estrechando.

Tengo miedo y tengo derecho a sentirlo. Pero como seres de energía y de luz, lo único que me queda para aferrarme, para encontrar paz, es mi mundo interior y personal. Allí, en ese vacío, hay energía. Muchos dicen que esa energía es el mismísimo Dios.

Cualquiera que sea el nombre que le coloques, allí está la fuerza para agarrarme. Está adentro y me conecto con ella cuando hay silencio, cuando medito, cuando pienso en la muerte. Que paradoja, es la vida y es el camino para seguir adelante a bordar del miedo y los obstáculos. El miedo es él.

Maestro que me conecta con mi yo interior: no puedo desechar a mi inquilino interior, es el único que no me abandona y el único al que no puedo traicionar. Da seguridad y logra vencer los temores. ¿Será verdaderamente que Dios si está en cada uno de nosotros?