Revista Digital CECAN E3

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Rómulo Marín y el poder de una visión

Un acontecimiento inesperado marcó el inicio de Rómulo Marín en la industria del calzado, además, el amor y el arte por la zapatería, fueron los puntos de partida para la consolidación de lo que hoy en día se conoce como ‘Calzado Romulo’.

El empresario, que desde su infancia tuvo que dejar a un lado los juguetes, los cuadernos y los libros para convertirse en un joven visionario, que optó por trabajar desde muy pequeño para sostener económicamente a su familia. “Yo me ganaba la vida en la carnicería. Por hacer mi trabajo, el carnicero me daba una libra de arroz y otros alimentos porque yo lo ayudaba a envolver la carne”, expresó con sentimiento de nostalgia Rómulo Marín recordando que esa fue la profesión de su padre, al que no conoció.

El ganado, un sueño de Infancia.

En su niñez Rómulo tuvo gusto por el ganado, para ser más precisos, por las vacas y los toros, él soñaba con ser vaquero. Ese gusto comenzó en el municipio de Tuluá, en el Valle del Cauca, cuando veía como bajaban el ganado del tren y lo transportaban por las calles del municipio; en ese momento con tan solo 12 años, sentía que toda su vida se iba a dedicar a la ganadería.

Tiempo después, su madre formó un hogar estable y Rómulo comenzaría a ir a la escuela, pero el estar bien duró muy poco. Su familia se trasladó a Villagorgona (Valle), y ahí se reencontró con el mayor de sus gustos: “Viajamos a Villagorgona y comencé otra vez con el tema de las vacas siendo muchacho. Yo las llevaba a pasear, bañaba los caballos, los montaba. Me crie en un entorno de campo y eso me sirvió realmente”, expresó Rómulo.

Al pasar el tiempo, Marín llegó a la ciudad de Cali, su madre le insistía que continuara con sus estudios, pero él no quería. Decía que era muy difícil concentrarse en algo sin haber comido, por lo que era tiempo de buscar el sustento y no para ir a la escuela.

Fue así como comenzó a trabajar con su madre llevando almuerzos, sin saber que el acontecimiento inesperado que consolidó su visión sucedería: “Una vez, le llevé un almuerzo a un zapatero y veo yo el asiento de zapatería, el techo, todo lo que estaba a mí alrededor, la comodidad en la que yo estaba, ahí dije: esto es lo mío. ¿Cómo mi mamá me va a decir que no lo voy a lograr?, en ese momento me enamoré de la zapatería”.

La zapatería, el descubrimiento de una profesión.

Rómulo inició en este campo como costurero, así empezó a llevar un sustento a su hogar, además, estudiaba medio tiempo, pero se retiró; fue en ese momento que se dedicaría por completo a coser zapatos.

“Aprendí mucho y me convertí en uno de los costureros más rápidos sin tener total conocimiento de eso. Aprendí a coser el zapato siciliano. La gente cosía 24 zapatos en el día. Entonces me inventé una aguja con una curva hacia arriba que facilitaba el trabajo, en una hora terminaba de coserlos todos”, manifestó Rómulo Marín con gran expresividad. 

Sin cumplir la mayoría de edad, Marín comenzaría a trabajar en ‘Calzado Carlo’ gracias a la fama que había adquirido por inventar esa aguja. Todos buscaban al jovencito de la aguja curva, para que les cosiera de 50 a 60 pares de zapatos.

Sin embargo, su invento le traería muchos problemas, él manifestó: “comencé a estar en entornos en los que no debía y a buscar problemas porque me creía un duro por haber creado esa manera de trabajo. Pero hubo un momento en que se acabó el modelo de costura con las manos, y otra vez volví a ser ayudante de zapatería, con la diferencia que ya tenía más conocimiento, hasta que me dieron la oportunidad de diseñar y hacer un par de zapatos, cosa que no era tan fácil como ahora, en ese tiempo era una artesanía”.

La vida de Rómulo ya giraba en torno a la zapatería, se retiró de los talleres para aprender la guarnecida y la moldura de zapatos en el ‘Servicio Nacional de Aprendizaje’ (Sena). “Estando en el Sena, se enamoraron de mí unos instructores, ellos querían hacer en los barrios escuelas de zapatería, en un lugar de la carrera octava, se hizo un taller de guarnecida; esos personajes querían que yo fuera instructor del Sena porque era muy bueno. Eso fue en el año 1971, tenía por ahí 21 años. Yo les dije que yo no sabía escribir, entonces me dijeron que no habría problema, pero que debía aprender, a lo que dije que no”, expresó Marín manifestando que esa fue la primera vez que dijo no a abandonar el arte de la zapatería.

Tiempo después en su casa, en Cali, él diseñó una especie de zapatería, “una señora me pasó un zapato horrible y yo se lo entregué como nuevo, ella no lo podía creer, esa es la ventaja de hacer las cosas bien”, ese era el lema de Rómulo. “Por mi cuadra había un señor que vendía guayos y le dije que yo podría hacérselos, coloqué un letrero en un anuncio viejo de gaseosa. La gente pasaba y me decía que les arreglara los zapatos, fue ahí donde cree la Clínica de Calzado Doctor Rómulo Marín”, relató.

La construcción de un visionario.

En el año 1976 Rómulo Marín viajó con su esposa a los Estados Unidos, allá comenzó a trabajar en un taller de remiendos en Nueva York, mientras conseguía el ‘Social Segurity’ (permiso de trabajo). Después, le solicitan a Rómulo ser socio de ellos, pero su objetivo no era quedarse haciendo remiendos, por ende, abandonó dicho trabajo. Luego se empleó en una de las empresas de calzado más reconocidas de EE. UU, donde se convertiría en uno de los diseñadores más importantes.

“Estando en esa empresa, un día me ofrecieron trabajar como mesero, me dijeron que ganaría más. Pero ¿cómo voy a tirar todos estos años de experiencia por dinero? Yo no puedo hacer una cosa de esas, y continué con mi zapatería. Más adelante con 24 años tuve la oportunidad de ser el jefe de los diseñadores”, esa fue la segunda vez que Marín se resistió abandonar su profesión.

“Me devolví a Colombia porque era el lugar donde estaba mi familia y mi maquinaria, comencé a pensar en grande, quería tener mi propia fábrica. Mi tarea era hacer 1.000 pares de zapatos diarios y cada día mi reto era más, porque cuando hacía mil, quería hacer 1.500”.

En la vida de un gran empresario siempre está la persona que lo inspira a alcanzar todas las metas, para Rómulo su madre fue siempre el motor de su vida.  “Mi mamá para mí fue una líder, fue una señora con una mente fuertísima, yo salía de mi casa un lunes y regresaba a los ocho días. En esos días yo me quedaba a dormir en la fábrica, pero cuando mi mamá me veía era una felicidad muy grande y más porque no había forma de comunicarnos”, concluyó Rómulo con una sonrisa en su rostro.

En Imágenes: Historia fotográfica del empresario Rómulo Marín.

Hechos mas relevantes de la historia de la empresa ‘Calzado Romulo’.