Revista Digital CECAN E3

Examinar. Entender. Evaluar

SANTIAGO DE CALI…1942

Por: Hugo Suárez Fiat

El elegantísimo Hipódromo de Santa Mónica estaba ubicado en un predio de propiedad de don Vicente Borrero Borrero, cuyos linderos especiales estaban enmarcados por la que hoy conocemos como Calle 18 norte al Sur, la Avenida Sexta o carretera a Yumbo al Occidente, el río Cali al Oriente y el Ferrocarril del Pacífico línea de occidente, al Norte, en su convergencia a lo que hoy conocemos como Chipichape. El palco principal estaba localizado en el lugar que posteriormente ocuparía Sears Roebuck de Colombia S.A., hoy el Centro Comercial La Pasarela, a continuación del Carulla, hoy el Superinter. La culata del palco enfrentaba el Cerro de las Tres Cruces. El barrio que allí se desarrolló, después de 1942, es conocido con el nombre de San Vicente. Para la época la urbanización Santa Mónica apenas si había sido planificada. Lo que existía era el complejo industrial denominado “Los Tejares de Santa Mónica” en el que se fabricaban ladrillos y baldosas con los que se construían casas y edificios. Marcó su época la altísima chimenea, erigida en la mitad del complejo, que distinguía el emporio de barro.

El acceso al Hipódromo para los vehículos se efectuaba por la naciente Calle 23 norte de hoy y para el público en general, que no tenía medio de locomoción mecánica, por una entrada habilitada cerca al lote donde fue construida la Clínica de Occidente. El Hipódromo de Santa Mónica, también conocido por algunos con el nombre de “Hipódromo de Versalles”, era el centro de la actividad social de la época. Al estilo de lo que ocurre en el derby de Kentucky las damas célebres de la sociedad caleña se colocaban hermosísimas pavas que lucían los domingos lo cual le generaba un bello carisma a la tarde hípica. Sus atuendos eran adquiridos en el almacén “La Mariposa” que se había establecido en la carrera 5 con calle 12 esquina, diagonal al Hotel Europa. Los caballeros, casi sin excepción, ordenaban sus vestidos al sastre Samuel Sanint o adquirían sus trajes, ya cortados, en el establecimiento comercial “La Moda al Día” que estaba ubicado en la Plaza de Caicedo. Complementaban sus atuendos con los sombreros de moda, al mejor estilo italiano, fabricados por Consonni. Con el pasar de los años los miembros del sexo masculino acudirían al artista de la aguja, el inolvidable Isaac Mitrani, quien convertiría a sus clientes en celebridades, en los eventos sociales, gracias a las sobrias prendas con corte anglosajón, que remedaban las que utilizaban los cancilleres europeos. También se destacaba por su profesionalismo en el arte del hilo “Amaya, su sastre”. La mayoría de la gente del pueblo, para el año de 1942, portaba prendas de color blanco.

Cali, la capital del Valle, en 1938, tenía un área de 550 kilómetros cuadrados y 108.284 habitantes censados. El municipio, en su parte rural, estaba integrado por los corregimientos de Cañaveralejo, El Saladito, Cascajal, Felidia, Las Nieves, La Leonera, Pichinde, Las Golondrinas, La Paz, El Retiro, Los Andes, Navarro, Meléndez, la Elvira, Puerto Mallarino, Pance, San Antonio y Villanueva. En la parte plana (1.000 metros de altura) la temperatura media era de 25°. En la zona templada (2.000 metros) era de 18° y en la zona fría (3.500 metros en adelante) menos de 10°. Las mejores maderas de sus bosques cercanos eran el Cedro, el Nogal y el Roble. En los Farallones se encontraba Oro, Plata, Hierro y Cobre y en El Cerro de Los Cristales había cuarzo en abundancia y piedras “Amatistas Opacas”. Su principal riqueza mineral era el Carbón y las Canteras. La primera escuela pública fue fundada en 1803. Para 1942 funcionaban 74 escuelas públicas primarias con más de diez mil educandos. Las escuelas de segunda enseñanza, públicas y privadas, alcanzaban matrículas para más de 3.000 mil alumnos. En 1808 había en Cali 1.151 casas con 7.546 habitantes. El censo de 1938 arrojó 14.232 edificios y 108.284 habitantes. En 1.821 los comerciantes censados eran diez. Para 1.942 las clasificaciones de industria y comercio pasaban de 2.500.

En 1942 la ciudad tenía 18 Templos Católicos y 5 de otras religiones. Los Masones tenían su sede en un inmueble localizado en la Calle 5, contiguo al Colegio Alemán, lo que desató un gran escándalo en la comunidad. Distinguían el lugar con un aviso que decía “Gran Logia Luz de Occidente”. Existían los teatros de cine Colombia, Bolívar, Cervantes, Roma, Rialto y por supuesto el Municipal y el Isaacs. Existía un Circo – el Granada, los Clubes Colombia, Deportivo San Fernando, Campestre, de Tennis y de Ajedrez. Había un Jardín Infantil el de la Ermita, el Conservatorio de Música, las Oficinas Públicas y las Empresas Municipales. Funcionaban 5 Cementerios, el Anfiteatro, 11 Plazas Públicas, 5 Cuarteles, 6 Puentes, los Cafés “El Globo”, “El Polo Norte” y el “Cali”. Los “cocacolos” iban a dos exclusivas y selectas Heladerías: a la denominada “La Fuente de Soda” que estaba situada en la esquina de la carrera 5
con calle 13 y a la conocida como “El Aguila Roja” que ocupaba el local de la carrera 4 No. 11-15. Los galanes de turno y los deudos ordenaban sus arreglos florales y funerarios en la Floristería “Las Nieves”, la única existente, mientras que las damas que se preparaban para tomar “el entredía” se acicalaban en el Salón de Belleza “La Madrileña”. Ya se había levantado la Estatua de Belalcázar.

Se inventariaban 23 Bombas o Estaciones de Gasolina y 9 Compañías de servicio de Buses Urbanos los cuales eran conocidos así: Azules, Grises, Rojos, Azul Plata, Amarillos, Anaranjados, Cremas, Rojo y Negro y Verdes.

La gente se informaba de las noticias en los periódicos el “Relator”, “Diario del Pacífico”, “Nuevo Día”, “El Gato” y “El Crisol” y los turistas y visitantes se alojaban en los Hoteles Alférez Real, Majestic, Europa, Castilla, Menéndez, Paris y Savoy. La galería municipal, dónde se compraban los víveres, quedaba en la manzana conformada por las calles 12 y 13 con carreras 9 y 10. Cuando se enfermaban los pacientes visitaban a los médicos en las Clínicas de Occidente, Garcés y Hubner – Fenelón. Las drogas que necesitaban las compraban en las Droguerías Jorge Garcés B, Humanitaria, San Francisco y Francesa. Si necesitaba anteojos se los recetaban en las Opticas Alemana o Americana. Las comunicaciones telefónicas se hacían a números de dos, tres y cuatro cifras. Si se generaba el pánico por un incendio quien necesitaba ayuda debía marcar el 80 que correspondía al Cuerpo de Bomberos. Pero si lo que les dolía eran las muelas los interesados consultaban al doctor Alberto Guzmán Candia, quien anunciaba su Clínica Dental con especialidades en Cirugía Oral y Ortodoncia y al doctor Marco Tulio Botero Escobar el primero en establecer un Gabinete Electro-Dental. Cuando a la gente se le moría un pariente, lo cual casi siempre ocurría por causas naturales, los que lo sobrevivían contrataban los servicios que publicitaba la Agencia Funeraria de Benjamín Martínez Rodríguez, localizada en la carrera 5 con calles 4 y 5. Martínez vendía ataúdes de diversos estilos y variedad de precios. Se especializaba en los que eran construidos en caoba y nogal al estilo europeo y americano, a los cuales, indicaba, les habían adjudicado diplomas de primera clase. Disponía de servicios de carrozas, con derecho al transporte de ataúdes, por la suma de $7.00. Como si fuera poco Martínez Rodríguez también fabricaba cosas para los vivos. Entre ellos billares de varios estilos, muebles, cuadros sagrados y para sala, oleografías y acuarelas, bellísimos marcos florentinos, repisas, etc. Para no dejar dudas de su paso por el mundo don Benjamín, en Julio del año de 1925, entregó a la comunidad, un autorretrato esculpido en cemento en el que impuso su firma, obra que hoy en día guardan con celo sus nietos. A Benjamín lo siguió su hijo Francisco quien también se destacó en el arte de la carpintería funeraria y la general y se convirtió, quien no lo recuerda, en uno de los más famosos tramoyistas del Teatro Municipal, en especial cuando se presentaban las zarzuelas.

Los Colegios de educación privada eran los siguientes: Americano, Alemán, Berchmans, María Auxiliadora, San Luis Gonzaga, Yanaconas, Gimnasio, La Sagrada Familia, Nuestra Señora de Lourdes y el Liceo Benalcázar. La Escuela Remington fundada en 1916, por el señor don Telmo Vivas, su director, motivaba a sus alumnos para que se cultivaran en las siguientes asignaturas: mecanografía, taquigrafía, castellano, correspondencia comercial, matemáticas, contabilidad, caligrafía e inglés. Para las prácticas, en su salón de mecanografía, la escuela proclamaba el uso de las máquinas de escribir Remington, de las cuales decía que tenían “teclados de signos invisibles bajo un sistema exclusivo y patentado”. Ya para esta época, por supuesto, era muy importante la empresa “Carvajal y Cía.” la cual editaba libros e importaba equipos de oficina.

Había una Radiodifusora la “Sport” y la cigarrería más visitada era la llamada “El Gato Negro”, de propiedad de Elciario Cuevas Delgado, a quien se reconoce como el primer cambista de la ciudad. El Restaurante de moda era “La Palma” ubicado en la calle 12 No. 3-47 y el Bar donde se encontraban los ejecutivos para consolarse con sus copas se llamaba “Gambrinus”. Los esposos infieles que se querían ir de juerga se salían del perímetro urbano y se iban al kilómetro 2 de la Vía al Mar donde existía, desde el año de 1936, cuando fue fundado por don Carlos Hurtado, el ultraconocido “Palermo”, “Garito de Placer”, frecuentado por muchísimos hombres de la ciudad en el que rondaban, durante las 24 horas del día, pues el servicio así lo disponía, multitudes de coperas jóvenes pródigas con la clientela. “Palermo” funcionó hasta bien entrado el año de 1966 cuando fue cerrado por falta de usuarios pero durante sus años de auge su sólo nombre hacía temblar a las esposas de los caleños. Don Carlos Hurtado lo llamó así en honor a su abuelo quien era originario de la capital de Sicilia. Un hijo de Hurtado le sobrevivía descubriendo fantasmas en la sede solitaria y abandonada. Una vez eran abrumados por la francachela, el licor y el retozo los contertulios de “Palermo” regresaban como podían a la ciudad buscando solidaridad en el concurridísimo “Aquí es Miguel” donde con el fin de disculpar su conciencia contrataban hermosas serenatas de música colombiana que hacían encender las bombillas de las habitaciones de las amadas abandonadas.

En el país existía el servicio de transporte aéreo provisto por las “aerovías nacionales”. Internacionalmente los pasajeros podían efectuar vuelos a otros países acudiendo a las oficinas de Panagra. Las naves despegaban del aeródromo civil y militar “Ernesto Samper” El Guabito donde hoy se encuentra la base de la Fuerza Aérea Colombiana. El itinerario para los vuelos era semanal.

Una de las favoritas en el ramo era la “Panadería Colombiana” atendida por su propietario y gestor don Juan B. Quintero quien había realizado varios viajes a Europa con el fin de mejorar su cultura y conocimiento culinario. Su afamado y exquisito pan se había hecho acreedor a varios diplomas y medallas por su gran calidad. Quintero fue el que ordenó la construcción del monumento al auriga y a los caballos que fue trasladado de la sede original de su panadería al “Obelisco” donde se le colocó en un pedestal. Se cree que el escultor fue Benjamín Martínez Rodríguez. El gran competidor de la “Panadería Colombiana” era la “Panificadora Española” la cual anunciaba estar dotada de un equipo completo de maquinaria higiénica y moderna.

El carpintero de moda, especializado en lo que se llamaba la “obra blanca”, era don Oreste Brusatin”, quien poseía un taller de alto nivel industrial en la carrera 6 No. 19-12.Uno de los fotógrafos donde la mayoría de los ciudadanos acudían a ordenarse un estudio fotográfico era el “Studio Rimolo”, de propiedad de Rimolo, quien se había especializado en fotografías para documentos personales. También se destacaban “Foto Dager” del señor García y “Foto Mult”. José Prati, quien tenía sus dependencias y oficinas en la carrera 4 No. 16-20, en donde estaba localizada la Marmolería Italiana, atraía a las personas que necesitaban se les fabricara altares, púlpitos, balaustradas, túmulos, bustoretratos, lápidas, pilas bautismales y monumentos. De hecho don José construyó dos bellísimas mansiones al estilo de los castillitos italianos en el kilómetro 2 de la vía al cerro de Cristo Rey, las cuales aún son un referente.

El “Bazar Central” de Mizrachi y Abadi descollaba por cuanto expendía hermosísimos artículos importados tales como telas de seda, bienes para señoras y niños, fantasías, encajes, camisas de la marca Colombia e hilo Estrella. Sus dependencias comerciales estaban ubicadas en la Plaza de Cayzedo. Existían los Almacenes Ley en cuyas secciones comerciales se ofrecían objetos que valían desde los 5 centavos hasta $ 1.00. La cadena en la época disponía de almacenes en Medellín, Cartagena, Bucaramanga, Bogotá y Barranquilla. La “Flota Blanca” brindaba el servicio de taxis equipados con lujosos equipos de radio. Los vehículos se aparcaban al pie del Palacio Nacional sobre la Calle 12 y el transporte podía ser requerido telefónicamente.

Por el suroeste la ciudad sólo llegaba hasta la Calle 5 Oeste, del barrio El Peñón, la cual colindaba con el famoso “Charco del Burro”, que fue secado y convertido en el lote que sirve de sede al Museo de Arte Moderno La Tertulia muy cerca de donde permanece la casa construida por un presbítero, en el año de 1928, vendida después a la señora Eloisa Mejía de Jaramillo quien la habitó por mas de 40 años y luego la permutó a don Wolfgang Ludwig Holz, de origen alemán, quien conservaba un radio transoceánico en el que escuchaba escondido el desarrollo de la segunda guerra mundial. En esa casa Yolanda Fíat de Suárez, con posteridad, instaló la reconocida Floristería Nomeolvides. Al sur terminaba en el Club Deportivo San Fernando, levantado al frente del existente Hospital Departamental, situado diagonalmente al estadio que después se llamaría el Pascual Guerrero. Al oriente llegaba a los barrios Alameda, Belalcázar, el incipiente Saavedra Galindo y la Escuela de Artes y Oficios. En el norte se extendía hasta los barrios El Porvenir, Santander, Isaacs y El Pueblo finalizando en el Cementerio Israelita. Al occidente, al pie del cerro tutelar de las Tres Cruces, surgía el barrio Juanambú. Por el noroccidente la ciudad terminaba en la Calle 18 Norte. Revisado por su autor e 26 de marzo de 2.021.